Hay personas que están involucradas en la obra de Cristo llevando el evangelio en lugares remotos de los cuales no se habla mucho. Ellos fielmente desempeñan una labor muy significativa para Dios. Lugares donde no hay, internet, Twitter, Snapchat ni ninguna de las redes sociales que los que vivimos en las grandes ciudades disfrutamos. Allí no hay conferencias, entrenamiento, koinonia con otros hermanos, etc. Hoy escribo para que al menos en oración recordemos aquellos quienes están en lugares remotos llevando el evangelio, haciendo discípulos y comenzando iglesias. Permítanme compartir la historia de una pareja de misioneros. Durante la Segunda Guerra Mundial, Herb y Ruth Clingen y su pequeño hijo pasaron tres años en un campo de prisión japonés en la Filipinas. En su diario, Herb escribió que sus captores asesinaron, torturaron y mataron de hambre a muchos de sus compañeros de prisión. Konishi, el comandante de la prisión, era odiado y temido. Herb escribe:
Konishi encontró una ingeniosa idea de abusar de nosotros aún más. Aumentó la ración de alimento, pero nos daba palay, arroz sin limpiar. Comer arroz con su filosa cáscara causaba una hemorragia intestinal que nos mataría en cuestión de horas. Era una sentencia de muerte para todos los reclusos (Herb y Ruth Clingen, “Song of Deliverance”, Masterpiece [“Canto de Liberación”’ Obra Fundamental] [Primavera de 1989, 12).
Antes que la muerte reclamara la vida de cada uno de ellos, el general Douglas MacArthur y sus fuerzas lo liberaron del cautiverio. Ese mismo día, Konishi se preparaba para matar al resto de los prisioneros. Años después Herb y Ruth “supieron que Konishi había sido encontrado trabajando como jardinero en un campo de golf en Manila. Fue juzgado por los crímenes de guerra y ahorcado. Antes de su ejecución hizo profesión de convertirse al cristianismo, diciendo que había sido profundamente afectado por el testimonio de los misioneros que había perseguido” (“Song of Deliverance” [“Canto de Liberación”], 13). En la Biblia encontramos hombres de los que no se habla mucho, sin embargo, tuvieron un tremendo impacto en la vida de quienes les conocieron y todavía nos impactan, porque su testimonio de fidelidad quedo plasmado en las páginas de la Palabra inspirada por Dios. Uno de esos hombres es Epafras, el hombre que parece ser el que plantó la iglesia de Colosas; compañero de trabajo de Pablo y en cierto sentido su compañero de prisión (Colosenses 1: 7, 4:12, Filemón). Por lo que vemos en Col. 1:7 podemos concluir que fue él quien predico el evangelio y estableció la iglesia. Cuando Pablo escribe, Epafras estaba con Pablo dando un informe sobre la iglesia, sus herejías y la necesidad de la instrucción doctrinal de Pablo. Además, él se menciona en Filemón 23 donde vemos que había estado en prisión con Pablo por un tiempo. Otra característica particular de Epafras, es que era un gigante de oración. La Palabra nos dice que luchó fervientemente en sus oraciones por los Colosenses, para que estuvieran plenamente seguros en Cristo. Él sabía trabajar en favor de los santos de Dios en oración. Sus oraciones por la estabilidad y madurez de otros fueron numerosas y continuas. Además, el informe de Epafras a Pablo en la prisión de Roma lo motivó a escribir, fue el Espíritu Santo quien le inspiró para escribir esta maravillosa epístola que le ha servido al cristianismo durante toda su historia y le servirá hasta que Cristo regrese. La preocupación de este hombre de Dios por el bienestar de su iglesia, lo llevó a buscar la intervención y el consejo sabio de Pablo. Un hombre del cual no se habla mucho, pero su amor por la iglesia de Cristo debe ayudarnos a ser diligentes en buscar el consejo de otros, a ser hombres y mujeres de oración, pero, además, ayudarnos a reconocer que hay hombres y mujeres involucrados en las misiones que tendrán un impacto en la eternidad porque decidieron ser obedientes al llamado de Dios a ir a lugares donde hay ausencia de fama. Hombres y mujeres que han y están dispuestos a poner su vida en peligro como Epafras, Herb y Ruth para que otros puedan ver el evangelio en ellos. Hombres y mujeres que no temen que su fe se ponga a prueba para que otros tengan la oportunidad de una eternidad segura con Cristo. Epafras comprendió la importancia de una iglesia sana, la importancia de hacer lo que tuviera que hacer aun arriesgando su propia vida para llegar a donde estaba Pablo, y así informar sobre el estado de la iglesia y buscar la corrección. Mi Hermano y hermana que lees este artículo, recuerda que en el campo misionero hay hombres y mujeres arriesgando su vida por la causa de Cristo. Lo menos que podemos hacer es adoptarlos en oración. La mayoría de los misioneros que conozco solamente piden que oren por ellos. Es mi oración que al menos los tengas en oración.