Más allá del talento: fundamentos para un ministerio musical fiel

No se necesita una banda completa ni grandes equipos para glorificar a Dios. Basta con ser fieles y realistas.
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En mi experiencia a lo largo de 15 años sirviendo en el ministerio de música, he podido ver a muchas iglesias y pastores romperse la cabeza planificando cómo iniciar un ministerio musical que sea de bendición y edificación cada semana. Esta preocupación es legítima, pues a menudo esperamos cosas de personas que tienen el potencial para hacerlo, pero no la preparación. El ministerio de música en la iglesia local es como un avión que vuela sobre dos grandes alas: un ala teológica-espiritual y un ala técnica-musical. Ambas son indispensables, y si una falta, es imposible volar seguro.

Aunque no he encontrado un manual que detalle esto en términos prácticos, en este artículo te presento tres fundamentos cruciales que te guiarán: la necesidad de identificar honestamente la realidad de tu ministerio, la importancia de proveer una visión clara que defina su propósito, y el desafío de invertir intencionalmente en la capacitación de las personas. Espero que estos pensamientos, basados en la experiencia, ayuden a evaluar el trabajo que estamos realizando.

Un ministerio de música sólido no se construye solo con talento, sino con visión, verdad y preparación. / Foto: Envato Elements

El problema: identificar honestamente la realidad

Antes de trazar un plan, debemos ser brutalmente honestos con nuestro punto de partida. En mi trabajo con ministerios de alabanza, he observado una serie de patrones que se repiten sin importar el país o el contexto:

  • “No tenemos líder de alabanza”.

  • “Tenemos instrumentos, pero no músicos” (o viceversa).

  • “Tenemos cantantes, pero no banda” (o viceversa).

  • “No tenemos equipos de sonido, ni dinero, ni quien nos ayude”.

  • “No tenemos, literalmente, nada”.
Antes de trazar un plan, debemos ser brutalmente honestos con nuestro punto de partida. / Foto: Unsplash

Identificar dónde nos encontramos en esta lista es vital. Sin embargo, la efectividad no se mide por la abundancia de recursos.

Aquí te presento un ejemplo práctico: conocí una iglesia que no tenía músicos y solo tenía cantantes. Cada semana, los pocos miembros que cantaban debían usar pistas para acompañar los cánticos. Aunque no tenían músicos ni los mejores equipos, tenían más claridad, disciplina y orden en lo que estaban haciendo que muchas iglesias con abundantes recursos y músicos que conozco. Este ejemplo nos recuerda la lección de la parábola de los talentos: Dios nos pedirá cuentas por lo que hicimos con los recursos que teníamos, no con los que no teníamos (Mt 25:14-30). Nuestra responsabilidad es administrar fielmente lo que está en nuestras manos.

La fidelidad no depende de cuántos recursos tengas, sino de cómo los administras. A veces, la claridad y la disciplina valen más que una sala llena de músicos. / Foto: Unsplash

El fundamento: proveer una visión clara

El primer paso a construir es una visión clara y convincente. Una iglesia o un ministerio sin visión es como una brújula sin norte. Esta visión no es una preferencia personal; debe nacer como resultado del conocimiento y aplicación de la Palabra de Dios, y de una vida de intimidad constante con Él (Sal 25:14).

Permíteme explicarte con una ilustración: en una ocasión me tocó ayudar a una iglesia que rotaba a varios líderes de alabanza, cada uno con estilos, convicciones y tradiciones distintas. El resultado era caótico. Sencillamente, era como si estuviera trabajando con tres iglesias de un mismo pastor, congregadas cada semana en un mismo local. Cada tiempo de alabanza parecía que estabas en una iglesia diferente. El problema no era la diversidad de personalidades, sino la dificultad de guiar un rebaño sin una guía clara.

Sin visión, el ministerio se dispersa. Cuando la guía nace de la Palabra, incluso la diversidad encuentra unidad. / Foto: Envato Elements

Cuando falta una visión propia, es común caer en la trampa del copiar y pegar. Muchas iglesias simplemente imitan a artistas populares o a otras congregaciones, importando influencias culturales o de casas disqueras en lugar de definir su propia identidad. La identidad musical de una iglesia debe ser el resultado de sus convicciones teológicas, no de corrientes ni modas. Como leí en algún lugar: “Visión sin organización es ilusión, organización sin visión es frustración”. Es fundamental poner por escrito (preferiblemente) lo que esperamos, lo que creemos y hacia dónde vamos.

La identidad musical nace de convicciones, no de modas. Escribir hacia dónde vamos evita que el ministerio se pierda en copias. / Foto: Lightstock

La construcción: invertir intencionalmente en capacitación

Una vez que tenemos una visión clara y hemos identificado nuestra realidad, el siguiente paso es la acción.

Muchos ministerios cometen el error de pensar que la solución a sus problemas son los equipos materiales. En una ocasión, tuve la oportunidad de estudiar un curso especializado en reparación de instrumentos de viento. Fue una sorpresa escuchar al maestro decir: “La forma en cómo funciona el ejercicio musical depende en un 80 por ciento de tu capacidad, la cual desarrollas por medio de la disciplina y el estudio, y un 20 por ciento del equipo que uses”.

El crecimiento no empieza con comprar equipos, sino con desarrollar disciplina y capacidad. / Foto: Envato Elements

He visto muchas iglesias hacer altas inversiones en equipos de punta, pensando que esto resolverá sus problemas. Llegan al extremo de asumir cargas presupuestarias muy fuertes solo para adquirir equipamientos que no corresponden con su realidad y que, la mayor parte del tiempo, no aprovechan adecuadamente.

La prioridad no es el equipo, sino la gente. La capacitación debe ser intencional y debe darse en las dos alas mencionadas al inicio:

  • Capacitación teológica-espiritual: lo más importante es promover la gloria de Dios. Fuimos separados para Él desde antes de la fundación del mundo (Ef 1) y ese debe ser el motor de todo. Debemos cultivar el estudio y respeto por la Palabra, motivar la piedad y la integridad, invertir en buenos libros, retiros, tiempos de oración y comunión que nos estimulen “al amor y a las buenas obras” (Heb 10:29).

  • Capacitación técnico-musical: si lo que hacemos es para la gloria de Dios, siempre debemos dar lo mejor. Debemos establecer un estándar de excelencia y procurar alcanzarlo. Esto significa invertir en el desarrollo de las personas: discipulados, estudios bíblicos y enviarlos a estudiar música (clases de canto o instrumentos). Sé que es más fácil esperar que lleguen músicos ya formados, pero es mucho mejor cuando la cosecha fue producida ahí mismo, en tu granja.
Lo esencial no es el equipo, sino la gente. Formar su carácter y su habilidad es la clave para un ministerio sólido y con propósito. / Foto: Lightstock

Este último punto es crucial en nuestro contexto. La realidad de América Latina no es la misma que en los Estados Unidos, donde la mayoría de los alumnos reciben música desde la escuela primaria. Por esta razón, debemos trabajar de acuerdo con nuestro contexto y aprender a discernir entre el potencial y la preparación.

Un vuelo seguro

Son muchos los principios para iniciar un ministerio musical desde cero, pero meditar en estos (identificar la realidad, proveer una visión clara e invertir en capacitación) nos da una ubicación exacta de dónde estamos y hacia dónde vamos. Como iniciamos, terminamos recordando: es necesario invertir en ambas alas, la teológica-espiritual y la técnico-musical. Solo así el avión podrá volar seguro hacia su único y verdadero destino: la gloria de Dios.

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Rogers Peralta

Es líder de alabanza y director musical de la Iglesia Bautista Ozama. Es Licenciado en música y actualmente cursa una maestría en Estudios Cristianos en el Southeastern Baptist Theological Seminary. Tiene mas de 14 años de experiencia en el mundo de la música en la iglesia. Produce y conduce el programa radial Más que Música donde abordan temas relativo al ministerio musical. Está felizmente casado con Noemí y juntos tienen a Roger David y Noelia.

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