En una época en que las familias a menudo se separan y aparentemente hay más progenitores solteros que nunca, el concepto de Dios como nuestro Padre pierde su significado para muchas personas. He aquí cinco maneras en que Dios es un Padre para los que tienen padres terrenales y también, para los que no.
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Dios como Padre provee salvación a todo aquel que cree
Dios el Padre envió a Su Hijo, Jesús, a sufrir una muerte vergonzosa en una cruz para que los pecadores también puedan convertirse en Sus hijos. Todo aquel que confía en Jesús para el perdón de pecados es unido a Jesús y se convierte en Su hermano o hermana. Esto le da al creyente una familia, un lugar al que pertenecen:
Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos. (Gál. 4:4–5).
La identidad de un Cristiano ha cambiado: antes pertenecía al mundo, ahora pertenece a Dios.
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Dios como Padre le da una herencia a Sus hijos
En los tiempos bíblicos, los hijos eran los únicos que podían heredar la propiedad de su padre luego de que éste muriera. Es por ello que la Biblia llama a los creyentes hijos y no hijas. Sin embargo, el punto no es excluir a las mujeres, sino enfatizar el hecho de que todos los hijos de Dios — tanto hombres como mujeres — son herederos:
No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús. (Gál. 3:28).
Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre! Por tanto, ya no eres siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios. (Gál. 4:6–7)
Esta herencia es nada menos que el cielo mismo, el lugar donde Dios y Su pueblo vivirán juntos en amor y armonía perfectos.
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Dios como Padre es accesible.
En el Antiguo Testamento, los israelitas comunes no podían entrar a la presencia de Dios. Solamente el sumo sacerdote era quien podía entrar al lugar santísimo del tabernáculo luego de muchísima limpieza ceremonial y una adherencia estricta a muchas reglas. Cuando Cristo murió en la cruz, Su sacrificio hizo posible que todos pudiéramos entrar a la misma presencia de Dios sin la necesidad de un sacerdote. Los creyentes ahora nos podemos acercar a Dios al igual que un hijo o una hija se acerca a un padre amoroso que ama y cuida a sus hijos:
Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna. (Heb. 4:16).
Los hijos de Dios podemos traer nuestras ansiedades, preocupaciones, frustraciones, alegrías y risas ante Él con libertad y seguridad.
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Dios como Padre disciplina a Sus hijos
El autor del libro de Hebreos dice que la disciplina es señal de una verdadera filiación: Es para vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? Pero si estáis sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces sois hijos ilegítimos y no hijos verdaderos. (Heb. 12:7–8).
Dios disciplina a Sus hijos y jamás lo hace injustamente ni de manera injustificada; más bien lo hace tiernamente, para que sigan siendo parte de Su familia (1 Cor. 11:32).
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Dios como Padre ama a Sus hijos perfectamente
Los padres terrenales les fallan a sus hijos de muchas maneras, sea por abandono, abuso, ira injusta, descuido u otros pecados. Los padres terrenales no son perfectos ya que toda la humanidad es pecaminosa. Dios, no obstante, es el Padre perfecto, el padre al que todo padre humano debe asemejarse:
¿O qué hombre hay entre vosotros que si su hijo le pide pan, le dará una piedra, o si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden? (Mt. 7:9–11).
Dios se deleita en darle buenas cosas a Sus hijos. Él ama, cuida y protege a los Suyos perfectamente. Sea que tengamos un padre bueno o malo en la tierra, podemos descansar sabiendo que somos adoptados en la familia de Dios en Cristo y que tenemos el mejor Padre que haya existido, por toda la eternidad.