Vivimos en un mundo lleno de tentaciones. No hay descanso frente al pecado ni frente a la tentación de pecar. No hay un solo momento en el que podamos relajar nuestra vigilancia. Como dice John Owen, podemos dejar el pecado en paz cuando el pecado nos deje en paz, y eso no será hasta que estemos al otro lado de la tumba. Las tentaciones pueden ser como las olas del mar cuando rompen a lo largo de la playa: suben y bajan, van y vienen. Sin embargo, las tentaciones no son del todo impredecibles, y hay ciertos momentos en la vida en los que es más probable que presionen con más fuerza que en otros. He aquí 4 momentos o temporadas en los que debes estar especialmente alerta frente a la tentación.
Una temporada de prosperidad
La prosperidad y la tentación van a menudo de la mano. No es que la prosperidad sea una maldición o que debas temerla. Más bien debes ser consciente de que la prosperidad trae consigo el alimento y el combustible para tanta tentación. Agur lo sabía, y escribió en Proverbios: «…No me des pobreza ni riqueza; dame a comer mi porción de pan, no sea que me sacie y te niegue y diga: «¿Quién es el Señor?»».Guárdate en esos tiempos de abundancia, y prepárate para un ataque de tentaciones: la tentación de negar que esa prosperidad es un don de la buena gracia de Dios (¡ingratitud!), la tentación de acaparar esos buenos dones (¡avaricia!), la tentación de creer que Dios te prefiere sobre los que tienen menos (¡orgullo!). Tu prosperidad puede ser la cortina de humo que oculta una gran tentación.
Una temporada de formalidad espiritual
Inevitablemente, hay momentos en la vida en los que tu deleite en Dios se vuelve tibio. Hay momentos en los que tu corazón anhela la satisfacción en algo -cualquier cosa- fuera de Dios y Sus riquezas. En esos tiempos tu adoración está marcada por la formalidad, tu tiempo en la oración y la Palabra de Dios se convierten en fríos deberes, miras con temor los momentos de comunión con otros cristianos. Puedes descuidar la búsqueda de la comunión con Dios, y en su lugar tratar tu relación con Él como otro de los deberes sin alegría de la vida. En esos momentos, puedes estar seguro de que Satanás está cerca para tentarte, para alejarte aún más de Dios y hacerte caer más profundo en los placeres menores. Tu corazón ya está marcado por la frialdad, y él anhela enfriarlo aún más. ¡Lucha! Lucha para restaurar la alegría de tu salvación.
Una temporada de gozo espiritual
Así como la tentación puede estar detrás de tu depresión espiritual, también puede estar acechando de cerca tus logros espirituales. Puedes observar esto mismo en la vida de Pablo, que recibió el gran regalo de ser arrebatado al tercer cielo y ver a Cristo allí, pero que inmediatamente fue visitado por Satanás (2 Cor. 12:7). Dios ama bendecirnos con esos tiempos de libertad y placer, pero la tentación puede estar cerca. En esos tiempos de gran gozo espiritual puedes ser tentado a descuidar los medios de gracia. Tan satisfecho estás con tu estado actual, que dejas de luchar contra el pecado y aceptas esa gracia como algo que te corresponde. Incluso puedes presumir de los logros que has alcanzado, salvo rogar a Dios que te castigue y humille. Disfruta elevándote a esas alturas espirituales, pero no dejes de guardar tu corazón, tu mente y tu alma.
Una temporada de confianza en ti mismo
Inevitablemente, entrarás en una dolorosa tentación en aquellos momentos en los que estás lleno de confianza en ti mismo. Ese fue exactamente el caso de Pedro que, en la última noche de la vida de Jesús, se jactó de que nunca abandonaría a su Salvador. Sin embargo, a las pocas horas no sólo lo abandonó, sino que lo negó no una, ni dos, sino tres veces. Su confianza en sí mismo le permitió compararse con otros y vanagloriarse : «Aunque ellos te abandonen, yo no lo haré». Y aun así cayó gravemente a la primera oportunidad. Este mundo está lleno de tentaciones que van desde los pecados de lujuria hasta los pecados de ira y los pecados de falsa creencia. Cuanto mayor sea tu confianza en tu capacidad para vencer estos pecados con tus propias fuerzas, cuanto mayor sea tu confianza en que estos pecados no pueden dominarte, mayor será la probabilidad de que seas tentado con ellos, y mayor será la probabilidad de que caigas en ellos. Cuídate de la confianza en ti mismo y huye de sus primeros brotes. La tentación llegará. La tentación puede llegar en esos tiempos de prosperidad, en esos tiempos de formalidad, en esos tiempos de gozo y en esos tiempos de confianza en uno mismo. Pero incluso cuando la tentación es inevitable, sucumbir a ella no lo es. «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla» (1 Corintios 10:13). Debes, y puedes, aguantar. Para saber más sobre estas épocas de tentación, lee la obra de John Owen: Victoria sobre el pecado y la tentación. Este artículo se publicó originalmente en Challies.