¿Por qué tenemos que regresar con urgencia a las Escrituras?

Algunos creyentes creen que la Biblia es una pesada carga. Pero, debemos decir junto a Pedro: “Solo Tú tienes palabras de vida eterna”.
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¡Cuánto amo yo Tu ley! 

Todo el día es ella mi meditación (Sal 119:97).

Muchas culturas y sistemas de pensamiento consideran que ciertos documentos, libros y escritos son muy especiales para ellos, incluso sagrados. Pero creo que no debería existir otro sistema de pensamiento que tenga un libro tan en alto como el cristianismo tiene en alto la Biblia, que ciertamente es mucho más que un libro. Si hablamos en términos históricos, los creyentes han sido por generaciones el “pueblo del libro”, y el apóstol Pablo nos dijo ya hace casi dos mil años que la iglesia de Dios es columna y baluarte de la verdad (1Ti 3:15), la cual se halla en la Palabra inspirada (2Ti 3:16).  

Sin embargo, esto no siempre es una realidad en todas las congregaciones evangélicas cristianas. Algunas personas se han dejado llevar por la mala interpretación de “la letra mata” y han abandonado el estudio, lectura y meditación de la Biblia. El profeta dice que el pueblo perece por falta de conocimiento (Os 4:6), pero no escuchamos esa advertencia. Pablo pidió a Dios para que los cristianos abundaran en todo conocimiento y sabiduría espiritual (Fil 1:9), pero poco anhelamos este tipo de abundancia. La creciente apostasía de nuestros días nos muestra exactamente cómo el cristianismo ha dejado de ser columna y baluarte de la verdad, inclinándose a aceptar doctrinas humanistas, místicas, materialistas, o que contradicen contundentemente al Dios que ha hablado en las Escrituras. 

En vista de cómo los cristianos tienden a abandonar el anhelo por la Biblia, muchos ministerios han nacido para llamar a la iglesia a volver a las Escrituras. Esto es muestra del anhelo de Dios por que Su pueblo se arrepienta, pero necesitamos escuchar.

Si hablamos en términos históricos, los creyentes han sido por generaciones el “pueblo del libro”. / Foto: Light Stock

¿A quién iremos?

En una ocasión, Jesús enseñaba en la Sinagoga de Capernaum, y las personas que atendían se decían: “Dura es esta declaración; ¿quién puede escucharla?” (Jn 6:60). Los tales le dieron la espalda al Señor porque consideraban Su mensaje como algo demasiado difícil de soportar. Pero luego, Él se dirigió a Sus discípulos, diciéndoles: “¿Acaso también ustedes quieren irse?” (Jn 6:67).

Esta pregunta tiene implícito un cuestionamiento sobre cómo percibimos las enseñanzas de Jesús; es como si Él hubiera preguntado: “¿Consideran mis palabras como una carga y no como una bendición?”. ¡Esta pregunta se repite para cada generación de cristianos! ¿También nosotros queremos marcharnos? Nuestro estudio, meditación y obediencia a lo que dicen las Escrituras demuestra nuestra respuesta.

La respuesta que dio Pedro ese día debería ser nuestra misma respuesta. Con belleza, retórica y profundidad, el apóstol le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios” (Jn 6:68-69). Esta respuesta es esencial para cada generación de cristianos. La afirmación de Pedro empieza con una pregunta: “¿A quién iremos?”. Nosotros debemos cuestionarnos lo mismo hoy: ¿iremos a los falsos profetas que nos muestran una vida centrada en el hombre? ¿Iremos a aquellas Iglesias donde venden el favor de un falso dios por diezmos, ofrendas y primicias? ¿Iremos a los libros de autoayuda? No. Solo iremos a Aquél que tiene palabras de vida eterna, el Santo de Dios.

Las personas le dieron la espalda a Cristo porque para ellos Sus palabras no tenían ningún valor. De igual manera, los cristianos que no valoran las enseñanzas Escriturales simplemente viven a espaldas de Él. Nuestra relación con la Palabra de Dios define nuestro cristianismo.

Nuestro estudio, meditación y obediencia a lo que dicen las Escrituras demuestra cuan importante es la Palabra de Dios para nosotros. / Foto: Light Stock

Palabras de vida eterna

Pedro no fue el único que vio la vida en las palabras de Dios. Por ejemplo, David afirmó en el Salmo 1 que una persona es bienaventurada porque “en la ley del Señor está su deleite”, y el Salmo 19 que la ley del Señor “restaura el alma”. También Esdras entendió el valor de la Escritura, pues “había dedicado su corazón a estudiar la ley del Señor , y a practicarla, y a enseñar Sus estatutos y ordenanzas en Israel” (Esd 7:10). Y, por supuesto, el escritor del Salmo 119:

¿Cómo puede el joven guardar puro su camino?

Guardando Tu palabra (Sal 119:9).

Tenemos muchas generaciones que, antes que nosotros, entendieron que las palabras de Dios tienen vida. La “vida eterna” a la que se refirió Pedro tiene que ver con el deleite de conocer íntimamente a Cristo (Jn 17:3). Al final, ¿cuál es el mensaje de la Biblia? Que Cristo pagó en la cruz para perdonar nuestros pecados y alejar la ira divina; que Dios consumó en la cruz Su plan para habitar con Su amada iglesia; que estaremos con Él por siempre, disfrutando de Su presencia. Es creyendo en el mensaje del evangelio que podremos disfrutar de esta “vida eterna”.

Lamentablemente, muchas de las emociones que experimentan los cristianos de nuestros días no son emociones basadas en la profundidad de las Escrituras. Es más común que otras cosas muevan nuestro corazón, como la música vacía, las palabras lisonjeras de los falsos predicadores o nuestras circunstancias. Pero, cuando Cristo resucitó de los muertos y les abrió las Escrituras a Sus discípulos, ellos testificaron que sus corazones “ardían dentro de ellos” al escucharlo (Lc 24:32). ¿Nuestros corazones arden dentro de nosotros a causa del precioso entendimiento de las Escrituras?

Por la obra de Espíritu Santo, nuestras emociones deben estar arraigadas en la profundidad de las Escrituras. / Foto: Light Stock

Creer en el Santo

Pero Pedro va más allá de solo afirmar que las palabras de Jesús tienen vida eterna. También dice: “Nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios” (Jn 6:69). Allí se ve por qué estas palabras son tan importantes: Él es el Mesías prometido, el Salvador esperado, el preciado regalo para la humanidad pecadora, el “Santo de Dios”. Despreciar las palabras de Jesús significa despreciar la bondad salvífica del Padre.

Este versículo en particular tiene una relación directa con el propósito del Evangelio de Juan. El autor nos dice el propósito de su libro: “Pero estas [señales] se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengan vida en Su nombre” (Jn 20:31). Es claro que nuestra relación con la verdad del evangelio expuesto en Juan implica un compromiso de vida o muerte.

La iglesia ha sido llamada a renovar su entendimiento sobre todas las cosas (Ro 12:1-2). Este presente siglo solamente nos puede ofrecer palabras de muerte, más Dios, a través de las Escrituras, nos ofrece vida eterna. Si queremos ser un pueblo lleno de vida y del Espíritu, necesitamos volver nuestro rostro a Dios por medio de Su Palabra.

Julio Guevara

Estudia en el Instituto Teológico Reformado de Venezuela y es maestro de un pequeño grupo familiar en Guacara Carabobo. Trabaja en el ministerio Soldados de Jesucristo.

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