Hace un tiempo Coalición por el Evangelio público un artículo que escribí, en donde trataba de responder la desafiante pregunta “¿Mi hijo es cristiano?” Como puedes imaginar, ha creado un gran revuelo. Aquí una porción del articulo: Como padres, todos luchamos sobre cómo responder esta pregunta, y encontré que hay dos extremos que necesitan evitarse. La primera se ve agravada por la falta de discernimiento que muestran algunas iglesias cuando por rutina hacen una llamada al altar a niños de 4 o 5 años, pidiendo que levanten sus manos si aman a Jesús, y luego los bautizan como seguidores de Cristo. La segunda es a menudo una reacción en contra del descuido de la primera. Este extremo impide que tanto los padres como los pastores estén dispuestos a afirmar la conversión de un niño antes de que llegue a la edad adulta, más allá de la autoridad y cuidado de sus padres. Mientras que la renuencia en ambos padres está justificada, creo que un equilibrio es necesario para discernir la evidencia bíblica de que tanto un niño, como un joven o un adulto, ha venido a ser una nueva criatura en Cristo.
Cinco evidencias
Sacando lo obvio que no somos Dios y no podemos ver el corazón, mantengo cierta evidencia que puede ayudarnos a discernir la legitimidad de una profesión de fe de un niño o adolescente. En el espíritu de Jonathan Edwards “Las cinco marcas de una verdadera conversión”. Aquí hay cinco evidencias que uso como modelo en este asunto difícil. Tu hijo:
- Crece en afecto, en necesidad de Jesús y del evangelio.
- Crece en conocimiento de las verdades de las Escrituras.
- Crece en bondad y abnegación hacia los hermanos.
- Crece en conciencia y disgusto por el pecado.
- Crece en deseo de obedecer a sus padres.
En mi experiencia como padre y pastor, me di cuenta de que la edad no es la mejor medida para determinar la verdadera conversión. En su lugar, es más sabio buscar estas evidencias de una forma apropiada para la edad. Por ejemplo, un joven de 16 años puede exponer con más claridad su entendimiento del Evangelio que un niño de 10 años. Lo mismo puede ser dicho del deseo del niño, de obedecer a sus padres o mostrar un espíritu desinteresado por sus hermanos. A medida que crecen, estas cosas comenzaran a verse diferentes, y nuestras expectativas deben seguir el mismo camino.