PRESENTADOR:
A lo largo de los años, hemos respondido muchas preguntas de oyentes que luchan con la duda sobre sí mismos: se preguntan si en realidad son incrédulos; se preguntan si han cometido el pecado imperdonable; se preguntan si han caído o caerán; se preguntan si son de los elegidos o no. Hay muchas preguntas sobrias, temerosas y reflexivas como estas que surgen todo el tiempo en los correos electrónicos que recibimos. Eso es cierto hoy en esta pregunta de Aaron.
“¡Hola, pastor John! Antes que nada, quiero decirle que ha sido una verdadera bendición para mí. Doy gracias a Dios por usted. Recientemente he comenzado a buscar una mejor relación con el Señor. Sin embargo, a menudo pienso en esta frase en el Nuevo Testamento sobre el ‘corazón endurecido’. Mi pregunta es: ¿Cómo puedo saber si mi corazón está endurecido contra Dios? ¿Qué significa eso? ¿Y cómo puedo asegurarme de no tener un corazón endurecido hacia Dios?”.
JOHN PIPER:
Comencemos con el significado más general de las palabras “corazón endurecido” en la Biblia, y luego pasemos al significado específicamente cristiano de lo que es un “corazón endurecido” en relación con Dios, y cómo evitarlo o cómo librarse de él.
Corazón insensible
El significado más general del “corazón endurecido” es un corazón que carece de sentimientos habituales de ternura y compasión —por ejemplo, compasión por los pobres—. “Si hay un menesteroso contigo, uno de tus hermanos… no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás libremente tu mano” (Deuteronomio 15:7-8).
O no solo compasión por los pobres, sino también por los enfermos o los discapacitados. En Marcos 3 leemos que Jesús vio a un hombre con la mano seca en la sinagoga, y dijo a la gente que le rodeaba: “¿Es lícito en el día de reposo hacer bien o hacer mal, salvar una vida o matar?” (Marcos 3:4). “Pero ellos guardaban silencio”. No era una pregunta difícil de responder, ¿cierto? “¿Está bien salvar una vida o matar?”. Y callaron. Marcos dice que Jesús los miró con enojo “y entristecido por la dureza de sus corazones” (Marcos 3:5).
Así pues, el significado más común de “corazón endurecido” es un corazón que no puede ser tocado ni conmovido y al que no se le puede hacer sentir emociones tiernas —empatía, simpatía— hacia el sufrimiento. Es como una piedra; no puede sentir lo que debería sentir. Jonathan Edwards, en su libro Los afectos religiosos, que recomiendo mucho (un libro que fue decisivo en mi vida hace unos cincuenta años), define así la dureza de corazón. Después de examinar muchos textos bíblicos, dice: “Ahora bien, cuando se habla de un corazón endurecido se entiende claramente un corazón no afectado, o un corazón que no es fácil de conmover con afectos virtuosos. Es como una piedra: insensible, necio, inconmovible y difícil de impresionar” (Works of Jonathan Edwards [Obras de Jonathan Edwards], 2:117). Esa es la definición de Edwards.
Un corazón que no se arrepiente
Podemos ver esa misma realidad cuando la Biblia pasa de la falta común de sentimientos hacia los pobres y los discapacitados a la falta de respuesta hacia Dios. El corazón duro se niega a escuchar a Dios, se niega a volverse a Dios en arrepentimiento. La Biblia dice que “Sedequías fue terco y obstinó su corazón en vez de volverse al Señor, Dios de Israel” (2 Crónicas 36:13). En otras palabras, no sentía ningún deseo apremiante de arrepentirse y volverse al Señor. Era insensible, no respondía. Era como una piedra ante todos los esfuerzos de los profetas que le hablaban la verdad.
Lo vemos de forma aún más general en Romanos 2:4-5: “¿O tienes en poco las riquezas de Su bondad y tolerancia y paciencia, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento? Pero por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”. La bondad, la tolerancia y la paciencia de Dios, dice Pablo, deberían derretir el corazón con agradecimiento, humildad y arrepentimiento, y en lugar de eso se encuentra con un corazón de piedra —insensible, impasible, desagradecido, orgulloso e insolente—. Cuando la palabra del Señor llegó al pueblo a través del profeta Zacarías, dice: “endurecieron sus corazones como el diamante para no oír la ley ni las palabras [del] Señor” (Zacarías 7:12).
Así pues, cuando la Biblia habla de un corazón endurecido hablar de un corazón que es como la piedra en el sentido de que es indiferente, insensible, impasible —a veces al sufrimiento humano, pero, lo peor de todo, es indiferente, insensible e impasible a la Palabra de Dios y las misericordias de Dios, las ofertas del evangelio de Dios—. El calor de la misericordia de Dios brilla sobre él, pero no se derrite. El reino de la gracia de Dios se derrama sobre él, pero no se ablanda. Duro como un diamante, se resiste a Dios.
La piedra se hace carne
Entonces, nos preguntamos, ¿cómo nos libramos de él, o cómo evitamos tener un corazón endurecido? Deshacerse de un corazón endurecido es definitivamente, dice la Biblia, una obra de Dios —un milagro, un don— y debemos pedirlo si no lo tenemos.
Ezequiel 36:26-27 es una hermosa declaración del nuevo pacto que Jesús cumplió cuando derramó Su sangre por los pecadores. Esos versículos dicen:
Además, les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne [es decir, un corazón suave que puede sentir, que puede ser cambiado]. Pondré dentro de ustedes Mi espíritu y haré que anden en Mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente Mis ordenanzas.
Eso es lo mismo, pienso, que lo que llamamos nacer de nuevo, ser vivificado, pasar de las tinieblas a la luz. Es un don, un milagro, una obra de Dios, y debemos recibirlo como un regalo.
Mantener un corazón suave
Ahora, una vez que se nos ha dado un corazón suave, evitamos tener un corazón duro —volver a la dureza— estando en una comunidad sana de creyentes que nos exhortan todos los días, y nos ayudan a reconocer la naturaleza engañosa del pecado. Digo eso porque es exactamente lo que Hebreos 3:13 me dice que diga. En ese pasaje leemos esto: “exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: ‘Hoy’; no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado”. Eso es asombroso. Entra en una buena comunidad donde serás exhortado día tras día con indicaciones sobre el engaño del pecado.
El pecado es engañoso. Dice mentiras, y esas mentiras endurecen el corazón. Si no contrarrestamos las mentiras del pecado con la verdad, nuestros corazones se endurecerán. Y Dios ha diseñado el compañerismo cristiano para que nos recuerden esta verdad —la belleza, la hermosura, el valor, la naturaleza satisfactoria de Dios y Sus caminos—, y para que nos recuerden las mentiras del pecado. La gente tiene que hablar de eso en nuestras vidas.
El pecado nos dice que Dios y Sus caminos no son satisfactorios. Ese es el mensaje principal del pecado. Permíteme decirlo otra vez: la mentira principal del pecado es que Dios y Sus caminos no son satisfactorios. Y si damos lugar a esas mentiras, si las aceptamos, comienzan a crecer en nuestro corazón. Como consecuencia, nos convertimos en piedras hacia el Dios que todo lo satisface. En lugar de Dios, el pecado se convierte en nuestra satisfacción. Comenzamos a amar el pecado. El pecado nos ha engañado y nos ha hecho creer que todo lo satisface, y ha hecho que Dios parezca aburrido e insatisfactorio. Dios comienza a aburrirnos, y si nadie interviene y nos ayuda a sentir la locura engañosa del pecado, algún día nos despertaremos completamente como una piedra, incapaces de disfrutar de Dios.
Por eso, Hebreos 3:13 dice: “No dejes que eso suceda”. En cambio, confirma tu llamado, confirma tu elección. Demuestra que eres un verdadero cristiano. ¿Cómo? Exhortando y recibiendo exhortaciones cada día “no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado”.
Episodio original en inglés: https://www.desiringgod.org/interviews/do-i-have-a-hard-heart