Sola fide: «El justo por la fe vivirá»

Si solo Dios puede salvar al hombre, la pregunta que surge es esta: «¿cómo lo hace?». En las Escrituras está la respuesta.
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Este artículo pertenece al libro De vuelta a Cristo: Celebrando los 500 años de la Reforma escrito por pastores hispano hablantes y publicado por Soldados de Jesucristo. Estaremos regalando los archivos digitales de este libro el 31 de octubre de 2018, en celebración del aniversario de la Reforma protestante.

«El principio… por el cual la iglesia está de pie, sin el cual se cae» (Martín Lutero).[1]

Cuando el Señor Jesucristo realizaba su ministerio terrenal sostuvo una conversación con un joven que vino con mucha prisa y le hizo la pregunta más importante que un ser humano puede hacer: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» (Mr. 10:17; cf. Mt. 19:16; Lc. 18:18). Esta pregunta tiene dos aspectos importantísimos para el hombre. Primero, tiene que ver con los asuntos existenciales del ser humano, con lo trascendente, con la inquietud sobre lo que sucede después de la muerte que siempre estará latente en la mente y corazón de todos los que pasan por esta tierra. Y, segundo, esta pregunta muestra la inquietud que el hombre siempre ha tenido al considerar la necesidad del perdón de Dios y la vida eterna. Él cree que debe pagar un alto precio o realizar algún esfuerzo grande que sea semejante o equivalente con su pecado para satisfacer la ira de Dios y obtener la vida eterna. Esto se conoce con el nombre de sinergismo[2] y es una aberración teológica a la luz de la Escritura. Desde Génesis 3 en adelante cada uno ha intentado encontrar la respuesta correcta a esa pregunta, pero el hombre ha sido incapaz de resolver el problema más serio que tiene: el pecado. Humanamente hablando no hay respuesta clara y contundente que satisfaga las necesidades más profundas del alma, todo se queda en esfuerzos débiles e incapaces; pero estos son infructuosos y la duda sobre la salvación persiste. Esto queda en evidencia en las palabras del joven rico registradas en Mateo 19:20 «Todo esto lo he guardado; ¿qué me falta todavía?». A diferencia del cristianismo verdadero, todas las religiones son inventos del hombre para lograr llegar al cielo y tener vida eterna, son el esfuerzo del hombre por alcanzar a Dios a través de méritos propios, lo cual siempre ha sido infructuoso. Al final de su conversación con el joven rico Jesús dijo: «es difícil que un rico entre en el reino de los cielos» (Mt. 19:23). Ante esta declaración del Maestro, sus discípulos se asombraron y preguntaron: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?» (Mt. 19:25) y la respuesta del Señor aclara la incógnita más grande del hombre expresada en la pregunta del joven rico, «Para los hombres eso es imposible, pero para Dios todo es posible» (Mt. 19:26). La palabra «eso» en el contexto de esta enseñanza se refiere a la salvación del hombre, a la vida eterna. Como podemos aprender del Señor Jesús, salvarse por esfuerzos propios es imposible, nadie puede ir al cielo por algo que pueda hacer, ninguna obra que haga o religión que tenga puede abrirle las puertas del cielo (Ro. 3:19-20; Ef. 2:9; Tit. 3:4-7). Para que el hombre logre salvarse a través de las obras, debe ser tan bueno y santo como Dios y eso es completamente imposible. Sin embargo, por el gran amor de Dios, la segunda parte de la respuesta del Señor aclara todo el dilema de la salvación: «para Dios todo es posible» (Mt. 19:26). Aquí está la respuesta correcta, solo Dios puede salvar al hombre, él tiene la respuesta para resolver el problema del pecado que abate a la humanidad, Dios tiene el poder para librar al hombre del infierno y regalarle la vida eterna. Eso fue lo que dijo Jonás «La salvación es del Señor» (Jon. 2:9), y a través del profeta Isaías Dios lo dice así: «Yo, yo soy el Señor, y fuera de mí no hay salvador» (Is. 43:11).

Somos justificados gratuitamente

A través de la revelación de la Palabra de Dios aprendemos que solo Dios tiene la capacidad de perdonar el pecado del ser humano y salvar al hombre perdido de la condenación eterna. Si solo Dios puede salvar al hombre, la pregunta que surge es esta: «¿cómo lo hace?». En las Escrituras está la respuesta. Los primeros capítulos de la carta a los Romanos exponen la verdadera condición del hombre pecador, declarando en Romanos 3:23 que todos somos pecadores y, como tales, no alcanzamos la gloria de Dios. Sin embargo, en Romanos 3:24-26 está la respuesta de Dios para salvar al pecador de las consecuencias fatales del pecado. Pablo llama a esta acción de Dios a favor del pecador «justificación». Justificar es declarar a una persona inocente y sin culpa, legal y judicialmente (Ro. 3:24). Esta justificación es gratuita. Para ser declarados justos y sin culpa por Dios, no tenemos que pagar absolutamente nada, el perdón es gratuito. Somos «justificados gratuitamente por su gracia» (Ro. 3:24). Pero eso no significa que la salvación no tenga precio o que no tenga costo alguno. La Biblia enseña que la justificación es «por medio de la redención que es en Cristo Jesús» (Ro. 3:24). El precio es alto, pero ya fue pagado por el Señor Jesús, él murió por nosotros y pagó por nuestra redención. La palabra redención viene del latín redimere y significa «rescatar o sacar de la esclavitud al cautivo mediante un precio» (1 Co. 6:20; 7:23; Gá. 3:13; 4:5; Ef. 4:30; 1 P. 1:18; 2 P. 2:1; Ap. 5:9; 14:3). Cristo pagó el alto precio de nuestro rescate. Entonces, ¿qué tiene que hacer el hombre para ser salvo? Solamente arrepentirse de su pecado y creer en Cristo como el único que puede darle el perdón y la vida eterna. La salvación es solo por medio de la fe. Esto está claramente afirmado en Efesios 2:8: «Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios» (cf. Jn. 3:16,18, 36; 5:24; 6:29; 6:47; Ro. 1:16, 17; 3:22; 10:10; 1 Jn. 5:10, 13). El hombre no puede ser salvo aparte de lo que Dios dice, y él ha dicho que el único medio para la salvación es la fe. Es importante decir, también, que la fe como el único medio de salvación no ha cambiado, todos los hombres a través de todos los tiempos han sido salvos por medio de la fe. La Palabra de Dios enseña que «el justo por su fe vivirá» (Hab. 2:4; Ro. 1:17; cf. Gá. 3:11; He. 10:38). Adán, Noé, Enoc, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Rahab, David, Pablo, Pedro, el carcelero de Filipos, tú (si has confiado en la obra de Jesús a tu favor) y yo, todos hemos sido salvados por medio de la fe. Esta fue una de las banderas teológicas que fue levantada muy en alto por Martín Lutero y muchos otros reformadores. Fue llamada «sola fide», esto implicaba decir que solo por medio de la fe en el Señor Jesús el hombre puede encontrar la justificación. La Iglesia Católica Romana en el siglo XVI ofrecía perdón al hombre a cambio de dinero, de buenas obras o de cumplir con los ritos requeridos en su doctrina. En otras palabras, el hombre podía pagar a Dios para que perdonara sus pecados y así comprar la vida eterna. Esto era, y sigue siendo, una aberración espiritual, bíblica y doctrinal con consecuencias catastróficas; por eso Lutero declaró que la justificación solo por la fe es el principio sobre el cual la iglesia está de pie, y sin el cual se cae. Esta doctrina cardinal de la Reforma protestante fue vista como el campo de batalla para nada menos que el propio evangelio. Lutero mismo luchó de manera personal sosteniendo, antes de su conversión a Cristo, la enseñanza de la Iglesia Católica Romana, hasta que fue convencido y convertido con las palabras en Habacuc 2:4 y Romanos 1:17. En medio de tanta confusión doctrinal de nuestros días, la verdadera iglesia de Jesús debe retomar hoy con mucha decisión el postulado de la Reforma protestante «sola fide», y enseñar que solo la fe en la persona y obra redentora del Hijo de Dios es el único medio para que los pecados del hombre sean perdonados.

La fe que salva y el pueblo latinoamericano

Es muy importante concluir aclarando algunos puntos sobre la fe que salva, porque un mal entendimiento de esta enseñanza ha provocado que la mayoría de las personas en América Latina profesen tener fe sin demostrar con sus vidas que poseen esa fe. Primero, la fe que salva no es solamente un concepto intelectual de Dios. Todos los hombres creen en un ser superior, incluso algunos saben que es un Dios que les ama, es omnipotente, creador, pero nada más. Los reformadores afirmaron que la fe que salva necesita tres elementos: (1) la fe que salva implica un conocimiento de la obra de Cristo a favor del pecador (a lo cual los reformadores llamaron notitia). También, (2) la fe que salva implica un asentimiento o una confirmación de esa verdad que ha sido conocida (a lo cual los reformadores llamaron assensus). «Pero eso no es suficiente. Los demonios por ejemplo tienen notitia o conocimiento de que Cristo es el Salvador; y ellos tienen assensus; esto es, ellos están convencidos de que Cristo es el Salvador del mundo; lo saben mejor que nosotros»[3] (ver Stg. 2:19). Se necesita también, (3) «una confianza personal y dependencia en Cristo, y sólo en él, para recibir la justificación»[4] (a lo cual los reformadores llamaron fiducia). Todo esto es solamente posible por la obra del Espíritu Santo, quien regenera el corazón del pecador de tal manera que este puede ver «el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo» (2 Co. 4:4). Segundo, la fe que salva es una confianza segura de que Cristo pagó completamente por todos los pecados y solo él puede salvar al hombre de la condenación, sin ninguna ayuda de nuestra parte. Por tanto, esta fe renuncia a confiar en buenas obras, religión, dinero, bautismo, membresía en una iglesia, una oración, etc., y confía exclusivamente en Cristo y su obra para el perdón del pecado. Tercero, la fe que salva da fruto, como afirmaran Felipe Melanchthon y los reformadores: «Sola fides justificat; sed fides non est sola» [«Solo la fe justifica; pero esa fe no está sola»][5] (ver Ef. 2:8-10). El apóstol Juan escribe claramente en su primera carta sobre esta verdad: «Dios es luz, y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que tenemos comunión con él, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad; mas si andamos en la luz, como él está en la luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado» (1 Jn. 1:5-7). Las buenas obras o la obediencia no salvan, pero la persona que ha sido justificada y regenerada evidenciará su fe por sus obras. «A Jesús no le engañan expresiones externas de fe que no van acompañadas por obediencia».[6]

Conclusión

A través de toda la historia de la iglesia han vivido muchos hombres valientes, uno entre tantos fue Martin Lutero que audazmente volvió a las Escrituras y levantó del polvo las doctrinas claves del evangelio y una de esas doctrinas fue la justificación solo por fe. Sigamos el legado que hemos recibido y prediquemos el evangelio sin adulteraciones. [1] Citado por R. C. Sproul en What is Reformed Theology?: Understanding the Basics [¿Qué es la teología reformada? Entendiendo lo básico] (Grand Rapids, Michigan: Baker Publishing Group, 1997), pos. 765 de 3863. [2] En The Baker Compact Dictionary of Theological Terms [El diccionario compacto Baker de términos Teológicos] Gregg Allison define el sinergismo de la siguiente manera: «En cuanto a la doctrina de la salvación, la posición de que Dios y los seres humanos juntos operan el rescate de este último grupo. Del griego (syn, “juntos” ergon, “trabajo”), el sinergismo se refiere a fuentes que trabajan juntas en la salvación. Por el contrario, el monergismo (del griego monos, “único”, ergon, “trabajo”) se refiere a una fuente única que trabaja la redención. Dios es el único agente que opera la salvación de las personas. La teología católica [romana], que sostiene el sinergismo, enfatiza que Dios ha diseñado la salvación para incluir la participación y el empoderamiento de los fieles en merecer la vida eterna por la gracia comunicada a través de los sacramentos» (Grand Rapids, Michigan: Baker Books, 2016), pos. 3223 de 3609. [3] Miguel Núñez, Enseñanzas que transformaron el mundo: un llamado a despertar para la iglesia en Latinoamérica (Nashville, Tennessee: B&H Publishing Group, 2015), 66. [4] R. C. Sproul, What is Reformed Theology, pos. 966 de 3863. [5] Augustus Hopkins Strong, Systematic Theology (Philadelphia: American Baptist Publication Society, 1907), 864. [6] Andreas J. Köstenberger, L. Scott Kellum y Charles L. Quarles, The Cradle, the Cross, and the Crown (Nashville, Tennessee: B&H Publishing Group, 2009), pos. 8801 de 25730.

Manuel Puerto

Manuel Puerto es pastor de la Iglesia Bíblica El Molino en Tegucigalpa, Honduras. Graduado del Seminario Teológico Centroamericano en Guatemala, ha servido en el ministerio pastoral durante más de 35 años. Está casado con Blanca, con quien tiene tres hijos y tres nietos.

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