Cada cierto tiempo, la revista TIME publica “Las personas que moldean nuestro mundo”. Hace un par de años, crearon una lista de 100 hombres y mujeres cuyo poder, talento o ejemplo moral, en su opinión, están moldeando nuestro mundo. Es importante señalar, antes de echar un vistazo a esta lista, que en realidad no es el mundo lo que estas personas transforman. Más bien, son las personas dentro del mundo las que son moldeadas y transformadas por estas personas. Una persona solamente puede moldear el mundo moldeando a las personas que hay en él. Ten esto en cuenta a medida que avancemos.
Tras repasar esta lista, el cínico que hay en mí no alberga muchas esperanzas para el mundo. He aquí algunos de los hombres y mujeres que aparentemente están dando forma al mundo en que vivimos. La primera categoría es de artistas y animadores: “Estrellas influyentes que han ganado seguidores y generado imitadores en todo el mundo”: J. J. Abrams, George Clooney, Dixie Chicks, Ellen DeGeneres, Wayne Gould, Philip Seymour Hoffman, Arianna Huffington, Ang Lee, Rachael Ray, Will Smith, Howard Stern, Reese Witherspoon, Tyra Banks, Matt Drudge y Stephen Colbert.
Apenas veo películas, me he deshecho de la televisión por cable y casi nunca escucho la radio, así que no estoy totalmente al día de las últimas estrellas de Hollywood, pero me costaba mucho pensar que la mayoría de estas personas pudieran dar forma a nuestro mundo, al menos de una manera positiva. Aún más, me costaba entender por qué alguien querría imitar e idolatrar a muchas de estas personas y dejarse moldear por ellas. Una vez más, una persona solamente puede moldear el mundo moldeando a la gente del mundo. Para ser influyente, una persona debe tener influencia sobre los demás.
En esta lista tenemos a personas tan notables como las Dixie Chicks. Su influencia se deja sentir en la falta de respeto y el desprecio a su Presidente, dando un pésimo ejemplo a sus seguidores de personas que desprecian la autoridad en voz alta y con orgullo. Tenemos a Ellen DeGeneres y Ang Lee, que destacan principalmente por ser defensores y paladines de la agenda homosexual. Tenemos a Reese Witherspoon que, bueno, protagoniza películas. Howard Sterm ha popularizado todo tipo de perversidades y blasfemias, mientras que Tyra Banks tiene un programa de entrevistas y mucha cirugía, supongo. Rachael Ray enseña a cocinar (lo sé porque una vez vi un episodio de su programa mientras volaba de Los Ángeles a Atlanta).
El artículo continúa con una lista de científicos y pensadores, líderes y revolucionarios, héroes y pioneros, constructores y titanes. Algunos de los nombres resultan familiares a casi todo el mundo. Otros no. Llama la atención la ausencia de una firme presencia cristiana (y lo digo a pesar de que Bono y el Papa Benedicto están representados).
A medida que pensaba en esta lista, me acordé de algo que Os Guinness escribió en El llamado. Habla de la fama, el heroísmo y la llamada de Cristo. Él aporta tres razones por las que el heroísmo ha caído en desgracia. La primera es el hábito moderno de desacreditar. La gente moderna es (a menudo) cínica y “busca enseguida no el aura dorada, sino los pies de barro; no el ejemplo conmovedor, sino el motivo cínico; no el ideal encarnado, sino el enérgico agente de prensa”. La tercera razón es la muerte de Dios en la sociedad occidental, o como la denomina Guinness, “el ahogo de la llamada de Dios en la vida moderna”. Al haber perdido la perspectiva de la trascendencia de la vida humana, ya no podemos hablar con propiedad de un carácter humano ideal. En generaciones anteriores, ser un gran ser humano era ser un “caballero de la fe”. Esto, por supuesto, ya no es así. Puesto que no hay Llamador ni vocación superior, no hay caballeros de la fe ni nadie que pueda establecerlos como tal.
Sin embargo, es la segunda razón la que más me ha cautivado. Guinness señala a la prensa y los medios de comunicación y su papel en la creación de la celebridad moderna. Lo dijo mucho antes de “American Idol” y el auge de los “reality shows”. Estas fuerzas ensanchan la brecha entre “fama y grandeza, heroísmo y logro”. Antes, el heroísmo estaba ligado al honor del logro, de modo que solamente se consideraban héroes a quienes habían realizado realmente algún gran logro, ya fuera en “el carácter, virtud, sabiduría, artes, deportes o la guerra”. Lamentablemente, esto ya no es así. Hoy nos encontramos con que los medios de comunicación ofrecen un atajo a la fama: “Fama fabricada instantáneamente sin necesidad del sudor, el coste y la dedicación de la verdadera grandeza”. El resultado no es el héroe, sino la celebridad, la persona descrita como “conocida por ser conocida”. Un gran nombre es más que una gran persona, la celebridad es alguien para quien el carácter no es nada, la cobertura lo es todo.
Guinness señala a menudo a Winston Churchill como un verdadero héroe. Churchill era un hombre imperfecto, pero que alcanzó la verdadera fama, grandeza y heroísmo gracias a su carácter, virtud, sabiduría y guerra. Churchill pudo decir una vez: “Sé por qué escupen los troncos”. Sé lo que es “ser consumido”. Sin embargo, a través de las pruebas desarrolló un gran carácter y con razón ha sido conmemorado como un verdadero héroe. Guinness señala a Moisés, que era un hombre apasionado por Dios. Moisés pasó de ser un hombre de acción a ser un hombre de palabras y poco a poco se convirtió en un líder, un profeta y un héroe que recibió el tributo: “Desde entonces, ningún profeta se ha levantado en Israel como Moisés, a quien el Señor conoció cara a cara”. Esto es muy diferente de la marca Paris Hilton de celebridades en nuestra cultura que son conocidas por ser muy conocidas.
Los héroes y las personas influyentes de nuestra cultura rara vez son heroicos. Preferimos la fama efímera a los grandes logros, y la cobertura al carácter. Tristemente, parece que esta falta de discernimiento se ve tanto dentro como fuera de la iglesia. Muchos de los hombres y mujeres que han alcanzado el rango de influyentes y líderes dentro de la Iglesia carecen de la piedad y el carácter que debería distinguir a aquellos a quienes damos un honor especial. ¿De qué otra manera podemos explicar a muchos de los “héroes” cristianos que son vistos por millones de personas y que venden millones de copias de sus libros?
Los grandes hombres y mujeres tendrán grandes héroes. Me di cuenta de esto hace algún tiempo cuando tuve el privilegio de visitar las oficinas y la biblioteca del Dr. Albert Mohler. En las paredes de la biblioteca y de sus oficinas había retratos de hombres verdaderamente grandes: Charles Spurgeon, John Knox, William Tyndale y otros héroes de la historia de la iglesia. Incluso había un retrato de Winston Churchill y varias biografías del hombre. Es evidente que el Dr. Mohler se rodea deliberadamente de los ejemplos de hombres que son verdaderamente grandes, hombres de cuyo ejemplo puede aprender y emular. Desde entonces he visitado otras bibliotecas similares y una y otra vez veo retratos y biografías de grandes hombres y mujeres, personas que son héroes en el sentido más verdadero y puro de la palabra.
Aspiro a ser un gran hombre. No me importa mucho si tú o cualquier otra persona recuerda mi nombre dentro de meses o años, mientras Dios me conozca como un hombre que le conoció, le amó y le honró. Deseo ser grande ante Sus ojos. Si he de esforzarme por alcanzar la piedad y llegar a ser un hombre grande a los ojos de Dios, debo prestar mucha atención a quién influye en mí, a quién moldea mi mundo. Debo saber con certeza que imitaré a quienes permito que me influyan. Y, por tanto, debo estar seguro de que quienes influyen en mí no son simplemente aquellos que son conocidos por ser conocidos, sino aquellos que son hombres y mujeres de carácter, virtud y sabiduría. No encontraré demasiados de ésos en las listas de “Personas que moldean nuestro mundo”.
Publicado originalmente en Challies.