El hijastro de C. S. Lewis, Douglas Gresham, cuenta la historia de Lewis y un amigo caminando por la calle un día cuando un mendigo se acercó a ellos pidiéndoles dinero. El amigo de Lewis siguió caminando, pero Lewis se detuvo y vació su billetera, dando al mendigo su contenido. Después de reunirse con su amigo, fue criticado. “No debiste hacer eso, Jack. Él solo lo gastará todo en bebida”. Lewis bromeó diciendo: “Bueno, eso es lo que iba a hacer yo”.

Esta situación es común y se remonta a la antigüedad. No encontramos más mendigos hoy que los discípulos en el primer siglo. ¿Cuál es tu respuesta cuando un extraño pide dinero? En contextos urbanos o rurales, los métodos y contextos específicos pueden diferir, pero la necesidad y las oportunidades no. Estás caminando por la calle o saliendo del estacionamiento del supermercado y eres enfrentado por una figura demacrada, tal vez con un cartel, tal vez contando una historia familiar sobre estar sin hogar o con hambre o tener que viajar a un lugar determinado o tener un coche sin gasolina. Las historias pueden ser espeluznantemente similares. He oído con frecuencia la historia de: “Estoy tratando de llegar a _____________ pero no tengo dinero para gasolina”. Me he ofrecido para ir a la estación de servicio y poner gasolina en su automóvil; a veces están de acuerdo, a veces no. He ofrecido comida en vez de darles efectivo para comida; a veces están de acuerdo, a veces no. Déjame ser más directo para desarrollar mi argumento. Una mano se extiende delante de ti. ¿Pones dinero en ella o la rechazas? La mayoría de nosotros en ese momento comenzamos a juzgar al hombre (o la mujer) que tenemos frente a nosotros. ¿Se ven honestos? ¿Se ven auténticamente desamparados? ¿Se ven como un alcohólico o drogadicto? Luego, la astucia callejera entra en acción. Probablemente lo gasten todo en alcohol.  Probablemente estoy apoyando su hábito de drogas. Si ponen la misma cantidad de energía en buscar un trabajo como en mendigar por dinero, no estarían en esta situación. Si no fueran tan perezosos, no tendrían que sufrir esta miseria. Al darles dinero, solo satisfago una necesidad inmediata en el corto plazo pero en realidad, no los estoy ayudando. La astucia callejera, basada en suposiciones y presunciones, y no en el conocimiento real de la persona, son justificaciones superficiales para no ayudar. Nos ayudan a sentirnos mejor al decir “No”.

¿Qué dice Jesús?

El Sermón del Monte es muy impráctico e ineficiente. Si estuvieras diseñando un sistema religioso para la máxima comodidad y autorrealización, este no sería el modelo. Todo parece estar diseñado para hacer que sus seguidores “se dejen llevar” de un lado para el otro. Alguien pregunta por mi abrigo, ¿y les doy también mi camisa? Alguien pide una milla, ¿y yo voy con ellos dos? Alguien me pega, ¿y les ofrezco mi otra mejilla? Además de no ser astucia callejera, esto ni siquiera es sentido común. Jesús nos pide que nos coloquemos en posiciones muy vulnerables. Y en Mateo 5:42, él dice: “Al que te pida, dale; y al que desee pedirte prestado no le vuelvas la espalda”. Inmediatamente comenzamos a pensar en todo tipo de salvedades y notas al pie de página para explicar que esto no significa exactamente lo que dice. Y quizás algunas de esas salvedades son correctas. Por ejemplo, si sabes que alguien va a gastar dinero en una adicción, no que solo sospechas que lo harán, probablemente sea más prudente darles otra forma de ayuda: una comida, un consejo amoroso, una amistad. Solo debemos cuidarnos de que nuestro rechazo a dar lo que se está pidiendo se base en hechos, no en imaginación, y no sea el “argumento engañoso” que estamos usando para justificar nuestra desobediencia a un mandato bastante claro que viene sin excepciones. “Al que te pida, dale”. ¿Es Jesús astuto? ¿Sabe Jesús cómo es el mundo en realidad? ¿Se puede confiar en Él en este momento para darnos un buen consejo? Esto es lo que creo que Jesús quiere que hagamos, y nuestra respuesta a un mendigo nos da la oportunidad de hacerlo: 1) No te aferres al dinero. Creo que eso es a lo que Lewis quería llegar en el intercambio con su amigo. Estaba comparando la supuesta frivolidad del mendigo con su propia frivolidad. Solo en la economía de la autojustificación es más virtuoso gastar frívolamente $3 en un café que, por presunción, la frivolidad de un mendigo. 2) Confía en Él con los pecados de las personas. Tal vez esa persona desperdiciará lo que le des. No es nuestro trabajo administrar los pecados de los demás. Es nuestro trabajo ser fieles a Dios, obedientes a Sus mandamientos. Por lo tanto, la mejor apuesta aquí es dar por obediencia y confiar la administración financiera del mendigo al único Dios que juzga a los vivos y a los muertos. Demos, y dejemos que el Señor se encargue. En una de sus Letters to an American Lady [Cartas a una dama norteamericana], de la que obtenemos otra versión de la historia sobre “gastar todo en bebidas”, Lewis escribe estas atinadas palabras sobre dar a los mendigos: “No me molestará en la hora de la muerte pensar que he sido ‘engañado’ por un número de impostores; pero sería un tormento saber que habría rechazado siquiera a una persona necesitada”. No, no es ser astuto o lógico dar a aquellos que te lo piden, pero es sabio, muy, muy sabio. Es sabio obedecer Mateo 5:42 con la menor cantidad de salvedades que puedas agregarle, porque al hacerlo demuestra que obedeces a Dios, no a tus sospechas, y no te aferras al dinero porque Dios es tu Dios, no el dinero. Lo que haces con tu dinero da testimonio de lo que adoras. Fui engañado la semana pasada. Me sentí bastante seguro de serlo incluso antes de saberlo. No me sorprendí más tarde al descubrir que efectivamente fui engañado. Me recordé a mí mismo Mateo 5:42 al decidir dar el dinero, y recordé Mateo 5:42 después de darme cuenta de que había sido un error. Debí haber ayudado en otra forma. Solo Dios tiene una visión 20/20. Pero no fue solo Mateo 5:42 y el espíritu del reino del Sermón del Monte en general lo que me atrapó. Fue esto: Me veo como realmente era, aparte de Cristo, a la luz de la santidad de Dios. Inmundo, indeseable, injustificado; un mendigo. Jesús podría haberme echado un vistazo y proponerse infinitas excusas para no ayudar. De hecho, porque Él es Dios, con la omnisciencia de ser Dios, no tuvo que presumir ni predecir, Él sabía que a lo largo de mi vida, incluso después de la salvación, malgastaría u gracia como el pródigo necio. Y sin embargo, sin vacilar, ansiosamente, con todo el amor de aquel que es Amor, no me dio una mera miseria, sino que prodigó en mí las inmensurables riquezas de Su bondad y misericordia, me unió a sí mismo en espíritu y me garantizó la herencia debida a sí mismo. Ahora, intenta ser mezquino y sensato con esa realidad en la mente.

Jared Wilson

Jared C. Wilson es el Director de Content Strategy para Midwestern Seminary, editor en jefe de For The Church y autor de más de diez libros, entre ellos Gospel Wakefulness, The Pastor’s Justification y The Prodigal Church.

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