Nota del editor: Esta publicación es una adaptación de “La iglesia en lugares difíciles: Cómo la Iglesia local trae vida a los pobres y necesitados» por Mez McConnell y Mike McKinley.
Entre mi época de plantación de iglesias en Brasil y mi trabajo actual en Edimburgo en uno de los barrios más pobres de Escocia, una mezcla de viviendas subsidiadas por el gobierno y propietarios de bajos ingresos, he tenido la responsabilidad de recibir a muchos equipos de viajes misioneros de corto plazo. Y aunque aprecio la ayuda, he notado a lo largo de los años que varios grupos de hermanos bien intencionados y amantes de Jesús del Reino Unido y Estados Unidos, llegan con sus brochas y martillos, pero sin entender el mensaje del evangelio que han venido a proclamar. Muchos jóvenes hablan como si las buenas nuevas se trataran acerca de ellos y su sentido de autoestima. Quizá puedan captar elementos como el amor de Jesús o el hecho de que murió en la cruz, pero es raro encontrar un individuo que pueda dar una declaración clara y completa del mensaje del evangelio. Parece como si hubiéramos convertido la mayor noticia de la historia del mundo en un sistema de autoayuda terapéutica, envuelto en palabrería de iglesia y psicología popular. El evangelio son las buenas nuevas, la mejor noticia de hecho. Y es esencial que obtengamos el mensaje correcto y también lo mantengamos en el lugar apropiado. Si entendemos el mensaje de manera equivocada, es como tomar medicina que ha caducado: no te puede sanar. Si damos a otras cosas la prioridad que el evangelio debe tener, es como comprar un anillo de compromiso de diamantes, pero sin el diamante: nos quedamos con una combinación que muestra maravillosamente… nada. Debemos estar dispuestos a tomar el tiempo necesario para que el mensaje sea comunicado correcta y fielmente. Aquí hay cinco razones del por qué:
1. Porque la eternidad es lo que más importa
El evangelio impacta todos los aspectos de la vida, tanto de esta vida como la venidera. Muchos jóvenes que quieren servir a corto plazo con nosotros en los barrios pobres de Escocia están con su ánimo encendido para favorecer a los pobres y apasionados de ser «misioneros» y «romper barreras». Pero, lamentablemente, a menudo e inconscientemente ponen el énfasis en el lugar equivocado: la reconciliación racial, la justicia social o la renovación de la cultura. El mensaje del evangelio no es simplemente que Jesús te ama o que Dios quisiera sacarte de tus dificultades actuales. La necesidad más grande en estos barrios no es el cambio social o económico, el mayor problema en estas zonas es que la gente se aleja de un Dios santo porque el hedor de su pecado es una ofensa para Él. Es por ello que la gente en estas áreas necesita un verdadero Señor y Salvador que murió y resucitó por ellos para que puedan quitar todos sus pecados y reemplazar sus corazones de piedra e idólatras por corazones de carne que le adoren. Ningún otro mensaje, pudiera ni siquiera ser el comienzo de una ayuda. Para ser claros, no nos oponemos a ayudar a las personas con sus problemas físicos del día a día, puede haber situaciones donde sería algo perverso para una iglesia no ayudar a alguien en necesidad física. Pero debe darse prioridad al mensaje del evangelio: tiene que venir primero. La pobreza, la violencia y la injusticia son problemas reales a nivel personal y social; pero son los síntomas de la enfermedad espiritual que todos llevamos. Tratar los síntomas es bueno y noble, pero sin la cura del evangelio, el paciente seguramente morirá. A medida que nos acercamos al evangelismo y trascendemos en estas zonas de necesidad, debemos hacerlo con esta mentalidad de impactar de adentro hacia afuera.
2. Porque de ninguna otra manera las personas se salvan
En Hechos 4:12 leemos: «Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo dado entre los hombres, por el cual podamos ser salvos». Si eso es cierto, y lo es, la gente debe creer el evangelio verdadero para ser salvos y llevados a una relación correcta con Dios. No hay salvación en nadie más; no hay un plan B. Aquellos que piensan que aparecer en un lugar necesitado y vaciar algunos botes con basura y plantar unos cuantos jardines de alguna manera va a transmitir la verdad del evangelio por alguna forma de ósmosis espiritual están muy errados. La fe viene por el oír (Ro. 10:17), así que proclamamos la obra completa de sustitución de Jesús a favor de los pecadores en lugar de ofrecer un programa de autoayuda. Las buenas obras como cuidar a los pobres son una señal poderosa para los no creyentes (1 P. 2:12), pero en el libro de Hechos es la Palabra de Dios la que se propaga y causa el crecimiento explosivo en la iglesia primitiva (por ejemplo, Hch. 6:7). Por supuesto, los creyentes del primer siglo estaban haciendo buenas obras alimentando a los pobres, cuidando de las viudas y ayudando a los ancianos. Pero estas cosas se derivaban de una vida que se vive para la gloria del evangelio; ellas no eran el evangelio en sí mismas. Las personas en nuestros barrios pobres sólo serán salvas si oyen la palabra del evangelio proclamada a ellos de una manera clara y comprensible. No hay otra manera.
3. Porque de lo contrario nos rendiremos
Si no tenemos el evangelio correcto, podemos olvidar cualquier tipo de trabajo serio de plantación de iglesias en zonas necesitadas. Debemos saber lo que vamos a hacer y el estado de las personas a las que vamos a servir, no podemos dejarnos sorprender y desanimarnos por la profundidad de la depravación humana. La gente de estos lugares no oculta sus conductas pecaminosas tan bien como lo hace la gente de las áreas residenciales. Además, no podemos desesperarnos sobre si hay una solución a los problemas que enfrenta la gente. Necesitamos el evangelio completo, que nos dice tanto la terrible verdad acerca de nuestro pecado como la gloriosa esperanza que tenemos en Cristo. Si alteramos, vendemos superficialmente o pervertimos el evangelio, el apóstol Pablo nos llama malditos (Gá. 1:8), y no debemos esperar el favor de Dios en nuestra obra.
4. Porque la gente verdaderamente está yendo al infierno
En Hebreos 9:27 leemos: «Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio». En una línea de pensamiento similar, cuando se le preguntó acerca de una torre que cayó y mató a dieciocho personas, Jesús mismo llamó a la gente a arrepentirse o morir por sus pecados (Lc. 13:5). Tal vez no parezca una respuesta muy pastoral a una pregunta acerca de las personas que habían muerto trágicamente, pero Jesús se preocupó tanto por las almas de sus oyentes como para irse por las ramas. Bíblicamente hablando, hay algo peor que la pobreza o la baja autoestima: el infierno, el cual es real, eterno y consciente. Así que tenemos el deber de declararlo con audacia y temor. Todas las personas están naturalmente bajo pecado y son hijos de ira (Ro. 3:9, Ef. 2:3). Proceder de un trasfondo difícil no mitiga esa realidad en lo más mínimo. En una época en que gran parte del pensamiento cristiano predominante acerca de los pobres se enfoca en amarles y aumentar su autoestima, el infierno puede parecer un puente demasiado difícil de cruzar para muchas personas. ¡Con qué frecuencia la gente llega a las zonas pobres con la idea de que todo lo que las personas necesitan es ser amados o, peor aún, aprender a amarse a sí mismos! Si ese es tu diagnóstico del problema, entonces nunca le dirás a la gente acerca de la realidad del juicio y el castigo eterno. ¡Después de todo, eso no es exactamente un impulso para superar los viejos niveles de autoestima! Me temo que la mayor parte del letargo evangelístico de la iglesia se debe al hecho de que no tomamos la doctrina del infierno suficientemente en serio como para que nos importe. Lo más amoroso que podemos hacer por las personas en necesidad no es ayudarles con su factura de electricidad, ni ayudarles a encontrar trabajo, ni limpiarlos, ni darles una cama, ni ayudarles con su drogadicción; lo más amoroso que podemos hacer por nuestros semejantes es proclamarles la realidad y la seriedad del infierno, sin importar lo que puedan pensar de nosotros después. Ese es un acto de amor desinteresado, darles solo parte de la verdad acerca de Dios no lo será.
4. Porque es para la gloria de Dios
El evangelio es en última instancia, sobre la gloria de Dios (nota que en 2 Corintios 4:4 Pablo lo llama «el evangelio de la gloria de Cristo»). Dios escogió salvar a los pecadores de una manera que se muestra a Sí mismo como justo y perdonador (Ro. 3:26). Él escogió redimir a Su pueblo de una manera que despierta la adoración eterna en sus corazones (Ap. 5:12), Él decidió realizar todo esto de una manera en la que magnificó Su sabiduría mientras anulaba y frustraba la llamada sabiduría de los poderes del mundo que están en rebelión contra Él (1 Co. 1:21). ¿Presumimos conocer mejor que Dios? ¿Tenemos un evangelio mejor y más glorioso que el que Dios planeó desde la eternidad y ejecutó en el tiempo adecuado? Un evangelio centrado en el hombre (Dios te ama tanto, ¿podrías por favor seguirlo?) glorifica a los pecadores. Sin un mensaje de juicio, Dios parece injusto y permisivo, no glorioso. Sin un llamado al arrepentimiento y a la santidad, Jesús es proclamado como un Salvador que es impotente para derrotar al pecado en la vida de Su pueblo (contrasta con 1 Jn. 3: 8). Dios quiere salvar a los pecadores, pero no lo hará por otro medio que no sea el glorioso evangelio de Su Hijo. Él no compartirá Su gloria, así que no debe haber medio evangelio o mensaje diluido.
Me dijeron que iba al infierno
Hace catorce años un pequeño grupo de jóvenes cristianos apareció fuera de un centro comunitario en las calles de Swindon y me dijo que iba al infierno. Entonces me dijeron lo que necesitaba hacer para evitarlo: escucha las buenas noticias, recibe las buenas noticias, arrepiéntete, cree y sé bautizado. No quería oírlo. Pero después de cuatro años y mucho dolor, ira y un cierto arrepentimiento genuino más tarde, fui salvo por la misericordiosa gracia de Dios. Hoy escribo estas palabras como un pastor porque esos cristianos (literalmente) tomaron su vida en sus manos y me la dieron «sinceramente». Eso es lo que Dios nos pide. Esa es nuestra tarea principal si queremos alcanzar y ayudar a las personas necesitadas.