La consecuencia de vivir en un mundo golpeado por el pecado se ve en nuestros constantes afanes. Siempre tenemos mucho que hacer, y el sentido de estar ocupados nos puede dar una falsa perspectiva de identidad o de aprobación. La preocupación prevalece tanto nuestra mente, que nos hace siempre observar caos a nuestro alrededor. Aunque hemos sido redimidos en Cristo, debemos recordar que los cristianos también nos vemos envueltos por los afanes y las cosas de este mundo, al punto que nos gobiernan haciéndonos perder de vista no solo nuestro propósito, sino también nuestra identidad como hijos de Dios que, estamos llamados a vivir en obediencia bajo Su voluntad.
Lo verdaderamente importante
Su palabra dice que hemos sido reconciliados con Dios (Ro 5:1), que Él en Su perfecta voluntad nos ha extendido Su amor y misericordia por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió en la cruz por nuestros pecados. Me asombro de como Dios, a pesar de nosotros, nos haya escogido; es increíble como Su gracia nos salva en Cristo (Ef 2:1-9). Al comprender día a día Su maravillosa obra de redención, “hacernos aceptos en el Amado”, Ef 1:6, no nos queda más que preguntarnos ¿cómo perseveramos en lo que es verdaderamente importante? ¿Cómo responderemos a ese sacrificio de amor? Pues bien, es necesario mantener presente lo prioritario, eso nos lleva a recordar que lo verdaderamente importante es nuestra relación con Dios, la que nutrirá diariamente nuestra forma de vivir, y como consecuencia, Su Nombre será glorificado. Jesús dijo: “Y Él le contestó: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22:37-39). Esta es la base por la cual vivimos, lo que es verdaderamente importante y nos motiva a realizar lo que hacemos, pensamos y decimos. ¿Es así en tu vida?
¿Cómo se ve en la vida diaria?
Una de las razones para escribir este artículo es mi experiencia personal de perseverar en las disciplinas espirituales, pero también de convivir con otros hermanos. Si bien es cierto que amar a Dios determina todo lo que hacemos, amar a nuestros hermanos se ve en cómo crecemos juntos. Y eso es el discipulado, no es una tarea, es una forma de vida. Pero tristemente muchos deseamos ser discipulados o discipular, sin un compromiso verdadero. Los afanes de este mundo atentan con nuestra identidad y propósito, empezamos a cancelar las reuniones, no leemos, no oramos, y lentamente lo más importante se nubla. No se trata sólo de cumplir tareas, sino de una práctica que nos ayuda a perseverar en la vida cristiana. Empezando por no tomar a la ligera lo que prometemos hacer, pues tristemente, luego no lo cumplimos (Ecl 5:4-7). Mucha de la falta de perseverancia en el discipulado es porque vivimos vidas centradas en nosotros mismos, a veces solo deseamos ser discipulados para recibir o discipular para mostrar cuánto conocimiento se tiene. Y cuando no se obtiene alguno de los dos, las prioridades de nuestra vida salen a relucir. Recordemos que todo lo que hacemos es para Dios y no es en nuestras fuerzas, sino en Él. La perseverancia en la prueba no se lleva a cabo solos, nos necesitamos unos a otros. Empecemos perseverando al hacer lo que decimos que haremos. Ya sea en un discipulado, en una consejería, en una tarea, en un servicio. En lo que sea que te nos hayamos comprometido, no permitamos que los sentimientos, la comodidad, el temor o la falta de disciplina nos estorben para continuar creciendo en el Señor.
¿Por qué es difícil perseverar?
La biblia dice: “donde está tu tesoro allí está tu corazón” (Mt 6:21b). Aunque sabemos que no somos de este mundo, muchas veces nos dejamos envolver por los problemas o situaciones que nos acontecen -que Dios mismo permite- o por la consecuencia de nuestro pecado. Huimos de Dios en lugar de correr hacia Él. Muchas veces, quizás la mayoría, intentamos resolver los problemas en nuestras propias fuerzas; esto suele suceder por dos razones, la primera es por culparnos de lo sucedido, la segunda es porque somos demasiado orgullosos para quebrantarnos delante de Dios. Parece que vivimos en un mundo utópico que se derrumba al momento de la prueba. La Biblia está plagada de advertencias sobre las aflicciones, pero también nos recuerda que la perseverancia está sostenida por Su Espíritu: Heb 12:1-2; Ro 12:12; Ro 5:3-4; Stg 1:12; Ef 6:18; 2 Pe 1:5-6, entre otros. Es en los momentos duros de la vida, en donde respondemos dando prioridad a lo que para nosotros es una importante. Para soportar en la prueba, ha aprendió que, debemos comprometernos con el Señor en cada actividad y al hacerla que sea para Su gloria, orar para permanecer fiel a lo que hemos dicho que haremos y hacerlo en fe, pedir perdón cuando fallamos y buscar ayuda cuando ya no podamos. Esto nos permitirá continuar en la obra del Señor cuando hayan pruebas y faltan las energías.
Persevera en lo importante
Necesitamos crecer en el conocimiento de la Palabra y el Evangelio, pero con el objetivo de perseverar llevándolo a la práctica. Maduramos cuando dejamos de vernos a nosotros mismos y vivir para nosotros. Las situaciones difíciles precisamente suceden para quitarnos de la comodidad de vivir vidas centradas en nosotros mismos, sin servir y amar a otros, y en cómo respondemos a Dios. ¿Estás realizando tus disciplinas espirituales? ¿Estás comprometido a discipular y discipularte? ¿Cómo estás sirviendo a otros? ¿Cómo sirves en tu hogar a tu esposa, a tus hijos, a tu familia? Si no lo estás haciendo, pide perdón a Dios por tu pasividad y cambia tus prioridades a lo que es verdaderamente importante. No permitamos que este mundo o las cosas de este mundo nos alejen de nuestra relación con Dios. Lo que produce afán es que buscamos amor, aceptación y seguridad en las cosas creadas. Lo más importante es buscar a Cristo todos los días, que nuestra mente esté llena de Sus verdades y Sus atributos, a fin de ser agradecidos en lo dichosos que somos de ser sus hijos en medio de un mundo caído. Lo más asombroso no es lograr éxito y tener todo controlado, lo más asombroso es vivir en medio de la prueba con paz y gozo.
Solamente Cristo
Cuando verdaderamente conocemos a Cristo Jesús, quien descendió del cielo, dio Su vida por nosotros -El Justo por los injustos-, entonces comenzamos a vivir para Él. Nos quitamos del centro para aprender a ser como Él (2 Co 3:18). Es solo por medio de Su Espíritu que podremos mostrar en nuestra vida que Él es nuestra prioridad, que Él es lo verdaderamente importante. Por eso podemos perseverar en crecer junto a otros hermanos y hermanas. Muchos no conocen el Evangelio, y quienes representamos a Cristo debemos mostrarlo al perseverar en medio de los afanes de este mundo. Bien dice la Biblia que la mies es mucha y los obreros son pocos (Mcs 9:35-38). Si hemos estado tan estáticos o sumergidos en los afanes de este mundo, al punto que hemos perdido de vista lo realmente importante, arrepintámonos y perseveremos en hacer Su voluntad en medio de las situaciones difíciles. Comprométete con el Señor, quien es tu ayuda, porque Su promesa es: “que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”, Fil 1:6. Puedes hacer lo que debes porque Él vive en ti. Dios no te dejará, Él te está moldeando, pero necesitas en fe hacer diariamente la ardua tarea de vivir como Él lo ha pedido para Su gloria. Los afanes de este mundo te hunden, pero Su Espíritu nos ayuda a confiar en lo verdaderamente importante junto a otros hermanos: Cristo.