“Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley” (Sal. 119:18).
Todos nosotros sabemos lo que es leer sin ver “maravillas”. Hemos visto las cosas más gloriosas sin verlas como gloriosas. Hemos visto amor indescriptible sin sentirnos amados. Hemos visto sabiduría inconmensurable y no hemos sentido admiración. Hemos visto la ira santa y no hemos temblado. Lo cual significa que estamos viendo sin ver (Mt. 13:13). Es por esto que debemos conectar el hilo de la oración dependiente de Dios con nuestras lecturas: “Te ruego que me muestres tu gloria” (Ex. 33:18). Dios ha dejado claro que el sendero para ver Su gloria peculiar es la oración. ¡Cuánta luz nos hemos perdido por fallar en orar sobre la palabra que estamos leyendo! “No tenéis, porque no pedís” (Stg. 4:2).
La gloria resplandece en el significado
El verdadero entendimiento de la palabra de los apóstoles es un don gratuito de Dios. No lo encontramos por nosotros mismos; es algo dado. Es por esto que oramos: “Dame entendimiento”. Pero el regalo divino del entendimiento no invalida nuestro esfuerzo natural por entender la Biblia. Esto lo vemos en 2 Timoteo 2:7 “Considera lo que digo, pues el Señor te dará entendimiento en todo”. Cuando oramos para que Dios nos muestre Su gloria en las Escrituras, no estamos pidiéndole que omita el significado del texto, sino que nos revele el significado completo del autor. Por ende, en nuestra búsqueda de ver y saborear la gloria de Dios en las Escrituras, oramos por Su ayuda para entender los significados básicos de las palabras. La gloria no flota por encima del texto como una nube para ser vista de manera separada de la intención que quisieron comunicar los autores. Resplandece desde adentro y a través de lo que quisieron comunicar: su significado. Incluso ésta no es la forma más adecuada de decirlo, porque la gloria es parte de lo que ellos quisieron comunicar. Pero pienso que es de ayuda el distinguir el significado básico de un pasaje, por un lado, y el valor y la belleza del mensaje, por el otro. Sé que no son realmente separables. Y ambos son parte de lo que el autor quiere que experimentemos. Tal vez una ilustración pueda ayudarnos a ver por qué pienso que la distinción es importante, y cómo esto se relaciona con la oración.
¿El cielo o el campo?
En Filipenses 1:23, Pablo dice: “teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor”. Suponga que algún lector descuidado sabía que Pablo estaba en Roma y asume que Pablo quiso decir que su deseo era partir de Roma y estar con Cristo en un lugar más rural y pacífico, que el peligroso centro urbano del imperio. Y suponga que el lector siente que este es un pensamiento maravilloso, lleno de dulces implicaciones sobre el valor de la naturaleza y la tranquilidad para el refrigerio del alma. Bueno, él estaría equivocado. Primero, su lectura descuidada obtuvo el significado básico equivocado. Pablo no quiso decir nada con respecto a partir de Roma al campo, o con respecto al valor de la tranquilidad rural. Su intención fue decir que él deseaba partir de esta vida y estar con Cristo en el cielo. Así que nuestro lector simplemente perdió de vista la intención de Pablo. Pero esto se pone peor. Sobre la base del significado equivocado, éste lector descuidado también vio una especie de gloria que no se encontraba allí. Él sintió una dulzura sobre la tranquilidad de la vida rural para el refrigerio del alma humana. Ese sentimiento no tiene base en este texto. Él ha visto algo que él llamaría glorioso o maravilloso. Pero la gloria y la maravilla no están allí. El punto de esa ilustración es este: cuando el salmista oró “Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley” (Sal. 119:18), él no quiso decir que el contemplar las maravillas pudiese omitir el proceso natural de leer cuidadosamente. Por lo tanto, la oración no reemplaza el lugar de la lectura cuidadosa. La oración ayuda a la interpretación cuidadosa. Oramos no sólo para contemplar la gloria, sino por ayuda para comprender el significado a través del cual resplandece la gloria. La forma en que Dios ilumina el texto es mostrando lo que realmente está allí. Esto significa que cuando queremos defender cómo entendemos un texto, debemos mostrar lo que realmente está allí. Un buen argumento gramaticalmente sólido de lo que el texto significa, pesa más que toda afirmación de que el Espíritu Santo me dijo el significado. La razón por la que dicha afirmación no es irreverente es que toma con mayor seriedad la gloriosa obra del Espíritu Santo en inspirar la gramática, que la experiencia subjetiva de un intérprete que lo ignore.
La oración mejora cada método
A pesar de que describamos los niveles de significado de un texto, la oración es fructífera en todos los niveles. Dios no solo abre los ojos de nuestro corazón para ver Su gloria; Él también nos guía providencialmente en el proceso completo de la interpretación, incluso las partes más naturales. Él es soberano sobre todo aquello. Él gobierna cada parte de nuestra observación textual, pensamiento o investigación. Jesús dijo que ni uno de los pajarillos caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre (Mt. 10:29). De la misma manera sucede con la lectura bíblica; no hacemos ni el menor de los hallazgos sin la guía providencial de Dios. Por lo tanto, deberíamos orar repetidamente por la guía de Dios durante todo el proceso de leer y estudiar la Biblia. El número de cosas por las que podrías orar para ayudarte a ver lo que está en las Escrituras, es igual de numeroso que las estrategias para conseguir entendimiento profundo. Dios puede hacerlas todas más fructíferas, si se lo pedimos. Esto incluiría:
- Oración para ayudarte a prestar mayor atención a todas las características de un texto.
- Oración para guiarte a notar partes del texto que son especialmente esclarecedoras.
- Oración para guiarte a otros pasajes en la Biblia que pudieran ayudar a dar más entendimiento al que estás leyendo.
- Oración para guiarte a otros libros, sermones o lecturas que podrían ser útiles para entender algunos de los problemas que hayas encontrado.
- Oración por experiencias, o recuerdo de experiencias que hayas tenido, que podrían hacer que lo que estés leyendo sea más real.
- Oración por amigos que podrían estudiar la Biblia contigo y ayudarte a ver cosas que no hayas visto.
- Oración contra cualquier hábito o inclinación pecaminosa que pudieran cegarte a partes de las Escrituras que te podrían incomodar.
- Oración para que mientras anotes el texto en tu diario, pudieras notar cosas que hayas pasado por alto en una lectura simple.
Cualquier cosa que te ayude a prestar mayor atención a lo que está realmente escrito, ora por esto. Pídele a Dios que lo haga más claro a lo que sería sin su ayuda.
Limpia el espejo
Si no sentimos el valor de lo que vemos en la Biblia, no lo estamos viendo como lo que realmente es. Nosotros estamos viéndolo de la forma en que Satanás lo ve, excepto que incluso los demonios tiemblan (Stg. 2:19). Estamos viéndolo de la forma en que el hombre natural lo ve. Antes de la iluminación sobrenatural de nuestros corazones en la conversión (Ef. 1:18; He. 10:32), vemos la historia de Jesús y estamos ciegos a “el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Co. 4:4). E incluso después de esa iluminación inicial (2 Co. 4:6), debemos orar repetidamente, el resto de nuestras vidas, para que Dios continuamente nos dé ojos para ver. Hasta que Jesús vuelva “vemos por un espejo, veladamente” (1 Co. 13:12), y ese espejo tiene varias capas de niebla que hacen las cosas borrosas. Dios ha ordenado que la oración sea un medio indispensable para limpiar el espejo, para que podamos ver las maravillas de la Palabra según lo que realmente es. Artículo original de Desiring God | Traducido por Andrés Chyu