Nuestra identidad en el año nuevo: algo mucho mejor que “borrón y cuenta nueva”

En Cristo, encontramos un verdadero “borrón y cuenta nueva” que transforma nuestra identidad y asegura nuestra libertad.
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Más allá de las resoluciones de enero, hay una verdad eterna que no depende de nuestra fuerza de voluntad: nuestras deudas espirituales han sido pagadas en la cruz.

Después de la pandemia del COVID-19, en Colombia se aprobó una ley llamada “Borrón y Cuenta Nueva”. Esta norma ayudó a las personas que habían quedado con un mal récord en los bancos por no pagar a tiempo sus deudas. Si alguien pagaba todo lo que debía, el reporte negativo en su historial financiero desaparecía, y así los bancos podían volver a confiar en esa persona para darle créditos. Fue una especie de “segunda oportunidad” para que las personas pudieran arreglar sus errores y tener un nuevo comienzo con los bancos.

En muchos sentidos, el año nuevo se siente como un “Borrón y cuenta nueva”: el 1 de enero es una nueva oportunidad en la cual se olvidan las deudas del pasado y se mira hacia el futuro con esperanza. Los seres humanos anhelamos pagar nuestras deudas; no queremos tener cuentas pendientes con nadie. Si durante las fiestas de diciembre alguien comió mucho y engordó, en enero es posible volver a bajar de peso; si durante el año viejo hubo conflictos con familiares y amigos, el año nuevo es el momento de la reconciliación.

Sin embargo, es bastante frustrante cuando año tras año somos incapaces de cumplir nuestras metas. Según un estudio publicado por Drive Research, el 43% de los adultos estadounidenses han abandonado sus objetivos de inicio de año a finales de enero, y el 92% de los adultos no cumplirá su resolución para el año siguiente. Pero, gracias a Dios, nuestra identidad no depende de qué tan capaces somos de “limpiar nuestro récord”, por así decirlo, en el nuevo año; nuestra seguridad está en que nuestra deuda más grande —que es mucho mayor a nuestros problemas económicos o de peso— ya fue saldada.

Nuestra seguridad está en que nuestra deuda más grande ya fue saldada. / Foto: Pexels

Pago por la libertad

En la Epístola a los Romanos, el apóstol Pablo es bastante radical al afirmar que ningún ser humano ha sido justo delante de Dios. El capítulo 3 nos da declaraciones muy fuertes, como estas:

No hay justo, ni aun uno;

No hay quien entienda,

No hay quien busque a Dios.

Todos se han desviado, a una se hicieron inútiles;

No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Ro 3:10-12).

La situación del hombre es deplorable: sin excepción, todos tenemos un récord manchado por nuestros pecado. Así como los colombianos estaban reportados en las centrales de crédito por las deudas que acumularon durante la pandemia, así mismo la humanidad estaba reportada en el libro de Dios por los pecados que acumularon.

En la Epístola a los Romanos, el apóstol Pablo es bastante radical al afirmar que ningún ser humano ha sido justo delante de Dios. / Foto: Jhon Montaña

La única esperanza que teníamos es que alguien pagara por nosotros; que alguien fuera castigado en nuestro lugar para que nosotros no sufriéramos las consecuencias. Pablo sigue diciendo en Romanos 3:

Todos son justificados gratuitamente por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por Su sangre a través de la fe (Ro 3:24-25).

En el tiempo del apóstol, muchas personas tenían deudas tan grandes, que la única forma de pagarlas era haciéndose esclavos de por vida de sus acreedores. La palabra “redención” hace referencia al pago que podía hacerse para que un esclavo fuera librado de su deuda y obtuviera libertad. ¡Eso es lo que ha hecho Cristo para todos aquellos que tienen fe en Él! ¡Ha pagado sus deudas y les ha dado libertad! Él sufrió el castigo que nos correspondía a nosotros:

Pero Él fue herido por nuestras transgresiones,

Molido por nuestras iniquidades.

El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él,

Y por Sus heridas hemos sido sanados (Is 53:5).

Cristo sufrió el castigo que nos correspondía a nosotros. / Foto: Lightstock

Una identidad sólida para el nuevo año

Una encuesta realizada en el Reino Unido a 3000 personas reveló que el 88 % no cumplió sus propósitos de año nuevo, y muchos señalaron que esto les generó sentimientos de frustración y desánimo.

Creo que hay bondad en fijarse metas para el nuevo año y trabajar en cumplirlas: bajar de peso, hacer ejercicio, ahorrar más, aprender algo nuevo, etc. El problema está en dejarnos afectar por las cosas que no logramos. En una sociedad obsesionada con el éxito, los logros y el bienestar, ser mejores es casi una religión, y cuando no conseguimos las metas fijadas en enero, nuestra identidad se ve amenazada.

Por eso, lo más importante que podemos hacer cada enero es recordar cuán imperfectos somos y cuán segura es la salvación que hemos recibido en Cristo. En su epístola a Timoteo, Pablo se llena de gozo, no lo por lo que va a lograr, sino por lo que Jesús ya logró en él:

Palabra fiel y digna de ser aceptada por todos: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, entre los cuales yo soy el primero. Sin embargo, por esto hallé misericordia, para que en mí, como el primero, Jesucristo demostrara toda Su paciencia como un ejemplo para los que habrían de creer en Él para vida eterna. Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, a Él sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén (1Ti 1:15-17).

Que nuestra identidad este año no dependa de qué tan capaces somos para arreglar nuestros errores pasados o cumplir nuestras nuevas metas. El gran problema del “borrón y cuenta nueva” es que volveremos a fallar —al menos a nivel espiritual—, sin importar cuantas oportunidades tengamos. En cambio, estaremos seguros si nuestra identidad está en lo que Cristo ya fue capaz de hacer por nosotros y de lo que ahora somos delante de Dios gracias a la cruz.

David Riaño

David Riaño es editor general de BITE Project. Es parte del equipo plantador de la Iglesia Familia Fiel en Cajicá, donde también sirve en ministerios de enseñanza. Es Licenciado en Filología Inglesa y Magíster en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Disfruta tomar café y ver series con su esposa Laura.

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