No hay ninguna fuente de consuelo tan verdadera o tan buena como el libro de Dios: la Biblia. Durante milenios, el pueblo de Dios ha acudido a sus páginas para encontrar consuelo, esperanza y aliento. A veces, el consuelo se encuentra en lugares inesperados y palabras improbables. Esta mañana, lo he encontrado en una sencilla frase escrita por el querido amigo de Jesús, Juan: «Hermanos, no os maravilleis si el mundo os odia» (1 Jn. 3:13). Todo cristiano ha soportado momentos en los que hemos sido odiados, en los que nos hemos enfrentado al desprecio, a los puños o a las espadas de los que se oponen a Dios. Los que ponemos nuestra fe en Jesús aceptamos llevar la cruz de Jesús. Esa cruz conlleva un sufrimiento y una vergüenza inevitables. Los que seguimos a un Salvador odiado no podemos sorprendernos cuando experimentamos una medida de Su sufrimiento y cuando llevamos una medida de Su vergüenza. Pero, ¿por qué? ¿Por qué nos odian? ¿Por qué no debemos sorprendernos cuando el mundo se vuelve contra nosotros? Porque Caín odiaba a Abel. Sólo un versículo antes, Juan ha hablado de estos dos hermanos y ha preguntado por qué uno asesinó al otro. Caín asesinó a Abel «porque sus obras eran malas y las de su hermano justas». La bondad de Abel puso en evidencia la maldad de Caín. La rectitud de Abel condenó a Caín por su injusticia. El amor de Abel por Dios declaró silenciosamente el desprecio de Caín. Caín respondió con la máxima manifestación de odio: asesinó a su propio hermano. Cristiano, debes esperar ser odiado hoy por la misma razón. Tu bondad desenmascara la maldad de los incrédulos que te rodean. Tu luz ilumina sus tinieblas. Tu verdad expone su error. Tu santidad declara su depravación. Tu vida los juzga, los convence de su culpa, les muestra lo que Dios espera que sean. Y todo esto es cierto aunque estés tan lejos de la perfección, aunque quede mucho del viejo hombre. Ningún incrédulo puede articular esto, por supuesto. El mismo pecado que queda expuesto por tu santidad es el que les impide verlo o reconocerlo. Pero la Biblia declara que es así. Amigo mío, cuanto más amas y honras a Dios, más expones la maldad de los que no lo hacen. Cuanto más expongas la maldad de los que deshonran a Dios, más te odiarán. Te odiarán por lo que amas, por a quien te pareces. Odiaron a Jesús y odiarán a los que se parecen a Jesús. Este artículo se publicó originalmente en Challies.