Es una palabra, una idea, que he querido explorar desde hace tiempo. En el Nuevo Testamento hay dos instrucciones claras dirigidas a los padres, y esta palabra aparece de forma destacada en ambas. Es la palabra provocar. Efesios 6:4 dice: “Y ustedes, padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor”, mientras que Colosenses 3:21 hace eco: “Padres, no exasperen [provoquen] a sus hijos, para que no se desalienten”. Arriesgándome a recibir la ira de los expositores de todas partes, creé una fusión de ambos versículos que se leería así: “Padres, no provoquen a sus hijos hasta provocarles ira, para que no se desalienten, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor”. Me gustaría sugerir varias formas en que nosotros, como padres, podemos exasperar pecaminosa e injustamente a nuestros hijos. Pero antes de hacer eso, caminemos juntos por estos dos pasajes.
Hijos que no quieren agradar a sus padres
Padres. La primera palabra en ambos pasajes es Padres. Aunque la instrucción se dirige a los varones, la mayoría de los comentaristas reconocen que es justo entender que estas instrucciones están dirigidas a ambos padres. La sociedad griega era patriarcal, por lo que Pablo se dirigía a las madres a través de los padres. Tenemos una base sólida para permitir que el versículo hable por igual a ambos.
No provoquen… a ira. Ambos pasajes contienen la misma exhortación: No provoquen/exasperen, aunque Efesios añade a ira. Provocar es el tipo de palabra que podrías usar cuando avivas un fuego hasta convertirlo en llama: comienzas con algo pequeño y lo provocas hasta que se convierte en una gran fogata. O, desde otro ángulo, es el tipo de palabra que usarías cuando estás haciendo que tus hijos se emocionen mucho, corriendo detrás de ellos y haciéndoles cosquillas hasta que los provocas a estar completamente alterados. Aquí, por supuesto, Pablo la está usando en un sentido negativo: de agitar, exasperar o irritar hasta generar enojo o amargura. Los padres no deben provocar a sus hijos a la ira.

Quiero hacer una aplicación importante: los padres pueden causar que sus hijos se enojen y se amarguen. Estoy seguro de que tú lo sabes, y te aseguro que ellos también lo saben. Pero creo que podemos ir un paso más allá y decir que hay ocasiones en las que nuestros hijos están justificados en su enojo hacia nosotros. Hay momentos en los que exasperamos tanto a nuestros hijos, los agobiamos tanto, que el enojo es la respuesta apropiada. Puede que incluso sea la respuesta correcta si ese enojo se expresa de manera justa. Puede haber ocasiones en las que el enojo de tus hijos hacia ti sea más justo que tus acciones o actitud hacia ellos.
Luego leemos: para que no se desalienten. Un hijo desalentado es aquel que ha perdido el ánimo. Está tan abatido que ha perdido la esperanza, ha perdido la motivación, ya no le importa. Una versión bíblica lo traduce así: “para que no se desanime y deje de intentarlo”. La idea aquí es que puedes aplastar tanto a tus hijos que dejen de intentar agradarte. Tal vez tus exigencias sean arbitrarias o injustas, tal vez nunca alabas a tus hijos ni te regocijas en ellos, tal vez vives hipócritamente delante de ellos con expectativas más altas para ellos que para ti mismo. Sea cual sea el caso, eventualmente dejan de importarles las cosas y dejan de intentarlo. Douglas Moo dice: “Pablo no quiere ver a los hijos de familias cristianas disciplinados hasta el punto de ‘perder el ánimo’ y simplemente dejar de intentar agradar a sus padres”.

Una alternativa positiva
Uniendo todo, Dios exhorta a los padres de esta manera: Padres, no provoquen a sus hijos a ira, para que no se desalienten. Inmediatamente después de esa exhortación, ofrece una solución: “Sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor”. No los aplasten, sino elévenlos. No provoquen con impaciencia e injusticia, sino pastoreen con ternura y cuidado, y háganlo a través de la disciplina y la instrucción.
Estas dos palabras son clave: disciplina e instrucción. Entre ambas abarcan palabras de entrenamiento y corrección, palabras de advertencia y reprensión, palabras que expresan tanto los aspectos positivos como los negativos del liderazgo. Debes corregir a tus hijos, a veces con una mirada, a veces con una palabra, a veces con un tiempo fuera, y a veces con una nalgada. Ese es el lado negativo de la crianza. Pero positivamente, también debes enseñarles, explicándoles lo que es correcto, mostrándoles cómo deben vivir. Este pequeño par de palabras cubre tanto los aspectos positivos como los negativos del aprendizaje y del crecimiento, ayudando a nuestros hijos a pasar de la necedad a la sabiduría, de la inmadurez a la madurez, del egocentrismo al amor por los demás y, confiamos, del pecado a la salvación.
En conclusión: Padres, no provoquen a sus hijos a ira, para que no se desalienten, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor.
Publicado originalmente en Challies.