Cualquier plantador de iglesias digno, siempre estará leyendo un libro. Nunca debemos dejar de pensar. Nunca debemos dejar de aprender. Nunca debemos dejar de buscar crecer en nuestra comprensión de la Palabra de Dios y en cómo aplicarla a nuestros contextos culturales específicos. Tim Keller lo llama “aprendizaje ágil”. Es cursi pero cierto, “los grandes líderes son grandes lectores”. El problema viene cuando tenemos de discernir qué libros debemos leer y qué libros debemos dejar de lado. Como la mayoría de las personas, yo también tengo mi propia manera de separar el trigo de la paja. ¿Deberíamos leer libros con los que sabemos que estamos de acuerdo incluso antes de que hayamos abierto la portada? Pienso que sí. Ciertamente no hace ningún daño leer algo que sabemos que será un estímulo y un bálsamo para nuestras almas. ¿Significa eso que no debemos leer libros con los cuales sabemos que tendremos problemas teológicos (ej. Rob Bell)? En absoluto. Por el contrario, leer libros con los que no estamos de acuerdo puede ayudarnos a ampliar nuestra perspectiva (en teoría por lo menos, para algunos podría significar el reforzar sus propias presuposiciones). Eso nos deja con la gran pregunta. ¿Cómo sabemos si un libro será bueno o no y si nos desafiará intelectualmente o no? 1. Siempre busco saber de inmediato quién es el editor. Por lo general, puedo decir inmediatamente si un libro será teológicamente aceptable para mí de esta forma. No siempre garantiza estar de acuerdo pero al menos me proporciona una red de seguridad doctrinal. 2. En el caso del autor el proceso es simple. ¿Se puede confiar en él? ¿Cuál es su trabajo previo? Si él/ella es un desconocido, entonces ¿a quién se le encargó dar una recomendación en la cubierta interna? Son todos indicadores útiles (para mí). 3. Me gusta mirar la contraportada y leer el resumen para darme una idea de si el tema me interesa o no. Eso es importante, ¿es relevante y puedo aplicarlo a mi trabajo en Niddrie (suburbio en Escocia)? 4. Lee los encabezados de los capítulos para tener una idea del flujo del libro. 5. Elije cualquier capítulo “polémico” (si hay alguno) y léelo rápidamente para ver los puntos principales de la discusión. 6. Me gusta leer las primeras dos páginas del capítulo inicial. Si el libro capta mi atención dentro de ese lapso, entonces el 99% de las veces me inclino a comprarlo y leerlo si es que estoy de acuerdo con él o no. 7. Odio los diagramas. Si un libro tiene diagramas entonces definitivamente me saltaré esas partes. Los considero muy irritantes y no hacen nada para ayudar a mi experiencia de aprendizaje. 8. Lee y relee. Yo cometo el pecado capital de marcar mis libros con un resaltador amarillo. Pero esto me permite capturar la esencia de un capítulo cuando lo vuelvo a leer una vez que he terminado el libro. 9. Evalúo y escribo una reseña en mi blog acerca de los libros que he leído a menos que hayan sido absolutamente malos. Pero, ¿qué pasa con aquellos que son lectores “pobres”, incluso “analfabetos” en nuestra iglesias? Si sólo el lector puede ser líder, entonces ¿no acaba eso por descartarlos? Creo que tenemos que dejar en claro que el ser un lector pobre o incluso analfabeto no necesariamente excluye a una persona de ser efectiva para el reino de Dios. Después de todo, el NT fue escrito y leído a un gran número de analfabetos. ¡Alguien puede tener grandes dones evangelísticos sin ser necesariamente un devorador de libros! Sin embargo, ser un maestro y/o predicador de la Palabra con capacidad de liderazgo es otra cuestión. Debemos ser “aptos para enseñar” lo cual presupone un grado de alfabetización. Después de todo, no podemos enseñar todo el consejo de Dios si no somos capaces de leerlo y digerirlo por nosotros mismos. En Niddrie descubrimos rápidamente el nivel de alfabetización de aquellos con los que estamos hablando. Muy rara vez nos encontramos con personas que son completamente analfabetas (aunque las hay). Luego, nos ajustamos en consecuencia a ello ofreciendo ayuda individualizada en el área y/o algún entrenamiento personal de alfabetización como parte de nuestro evangelismo y/o discipulado. Nunca debemos confundir el analfabetismo con la inteligencia. Las personas tienden a ser muy rápidos aprendices cuando están adecuadamente motivados. He observado (aunque no científicamente) que cuando lectores pobres, no lectores (los que pueden pero no lo hacen) y analfabetos comienzan a leer, suceden varias cosas: 1. Mejora los niveles de concentración. Existe (básicamente) una mentira que anda dando vueltas acerca de que la gente en algunas iglesias no puede concentrarse por más de cinco minutos. Eso es cierto en alguna medida, pero es igualmente cierto que también son capaces de estar atentos por mucho más tiempo cuando se les da la oportunidad de leer un libro (en casos extremos utilizamos un audiolibro mientras comenzamos el proceso de alfabetización). 2. Las personas tienen una notable capacidad de recordar. La lectura ayuda al cerebro en este sentido. 3. Permite disciplinar la mente (y a veces incluso la vida). He visto de primera mano cómo personas que han llevado vidas caóticas se han transformado en su disciplina personal por el entrenamiento de su cerebro para pensar lógicamente. 4. Mejora la creatividad y la interacción. A medida que el conocimiento crece, también aumenta la confianza. 5. Su vocabulario comienza a mejorar exponencialmente. 6. Amplía la visión del mundo y nos abre a nuevas ideas y otros valores culturales. El nuestro es un trabajo largo y duro con mucha de la gente de aquí, pero vale la pena. No conozco a una sola persona para quien la lectura no haya resultado beneficiosa, incluso para cosas sencillas como rellenar formularios. Dios es un Dios de palabras y tenemos la responsabilidad de descubrir lo que Él tiene que decirnos. ¡Feliz lectura!
Una publicación del ministerio 20Schemes.com | Traducido con permiso por Ricardo Daglio La misión de 20Schemes es ayudar a construir iglesias sanas y centradas en el evangelio para las comunidades marginadas de Escocia (llamadas “schemes” en inglés).