¿Es la muerte parte de la creación?

La muerte es una consecuencia del pecado, no un proceso natural. Cristo venció la muerte para darnos vida.
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Influenciados por las doctrinas darwinistas, muchos cristianos no disfrutan de consuelo evangélico, porque piensan que la muerte es parte de la creación. Asumen equivocadamente que fuimos hechos para morir y, así, presuponen que la presencia de este enemigo es natural. Muchos han aceptado la religión evolucionista y piensan que Adán es el resultado del proceso de transformación de un animal a un hombre, durante millones de años de muertes y adaptaciones de los más aptos. Nada hay más alejado de la verdad.

Dios creó todo en seis días, haciendo a los animales de una manera particular y solo a los hombres a su imagen y semejanza. Aparte, nada en el texto bíblico indica que la muerte existía antes de la caída de nuestros padres, Adán y Eva. La muerte entró en la creación de Dios como resultado de su rebelión contra Él:

Y el Señor Dios ordenó al hombre: “De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás” (Gn. 2:16-17).

Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por medio de un hombre, y por medio del pecado la muerte, así también la muerte se extendió a todos los hombres (Ro. 5:12).

Al analizar los primeros capítulos de Génesis, no hay indicio alguno de que la muerte existiera antes de la caída de nuestros primeros padres. / Foto: Lightstock

Entonces, ¿qué significa la muerte?

El reformador Juan Calvino argumenta que el significado de la muerte debe encontrarse en su opuesto, es decir, en la vida, de la cual Adán y Eva cayeron. Esa vida era perfecta y se expresaba en cuerpo y alma perfectos, sin defecto o enfermedad alguna. Pero cuando ellos decidieron no creer a Dios y pecaron contra Él, la muerte se hizo presente para aniquilar el cuerpo y maldecir el alma, en oposición a su estado natural de felicidad con Dios.

Dicho de otra manera, la muerte tiene su origen en la separación de Dios. Así, la vida miserable de Adán y de su descendencia, después de la caída, es la muerte misma hasta que esta los absorba por completo. La muerte es parte de las malas noticias para el hombre caído.

La muerte es la separación de Dios que trae consigo un temor intenso, porque envía al hombre a un hoyo en el que ya no puede adorar a su Dios. Es un enemigo hambriento y devastador, del que el hombre —en sus fuerzas— no puede escapar, pero que no deja de estar bajo el poder soberano de Dios para cumplir con sus propósitos de santificación y juicio.

La muerte tiene su origen en la separación de Dios. / Imagen: Lightstock

Miseria, castigo e inmundicia

Desde una perspectiva histórica, la muerte trae —de forma general— miseria. El cuerpo del hombre va decayendo con el tiempo, por enfermedades o sucesos fatales, hasta llegar a su fin. El alma vive atormentada sin Dios, fabricándose ídolos que ofrecen mucho, pero que nada pueden hacer para dar vida. Nuestros problemas de salud física y espiritual, en esencia, son un problema que tiene un origen en la caída, no en el proceso evolutivo.

La muerte simboliza el concepto de inmundicia en el Antiguo Testamento. Nadie podía siquiera tocar un cuerpo muerto, sin quedar inmundo por siete días. Para ser limpios, debían pasar por un ritual de purificación, tal como lo indica Números 19:11-22. El propósito de estos rituales era que el pueblo de Dios entendiera la necesidad de obtener la vida que perdieron después de la caída.

La muerte simboliza el concepto de inmundicia en el Antiguo Testamento. / Foto: Jhon Montaña

La penalidad del pecado y el fin de una vida fructífera

En el Antiguo Testamento, la muerte también es una penalidad para aquellos que cometían cierto tipo de pecados, especialmente el de tomar una vida. Otros casos eran el asesinato evitable, testigos falsos en asuntos importantes, blasfemia, violación del día de descanso, falsa profecía, idolatría, sacrificio de niños, brujería, secuestro, deshonra a los padres, adulterio, violación a una mujer comprometida, falta consensuada de castidad premarital, prostitución de una hija de sacerdote, homosexualidad y bestialismo. También, la negligencia de cumplir con ciertos mandamientos, como la circuncisión, la pascua o el día de la expiación, entre otros.

Finalmente, la muerte también es presentada como el fin de una vida fructífera, como en Génesis 25:8, donde encontramos las vidas de Sara, Isaac, Jacob y José. Enoc, como anticipo de Cristo, es una figura misteriosa que no muere, porque Dios se lo llevó, según Génesis 5:24. La muerte, como hemos visto, no es natural al hombre. Es una consecuencia de la rebelión contra Dios. La muerte es el fin de la vida de toda persona en esta tierra.

En el Antiguo Testamento la muerte también es presentada como el fin de una vida fructífera. / Foto: Unsplash

El cumplimiento

El Nuevo Testamento nos deja ver con claridad el cumplimiento de las promesas de redención y victoria frente a la muerte cumplidas en Cristo:

Pero cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: “Devorada ha sido la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh sepulcro, tu aguijón?”. El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley (1 Co 15:54-56).

Este maravilloso pasaje que tanto consuelo nos da al afirmar uno de los logros de la obra de Cristo, especialmente en Su resurrección, es el cumplimiento de las promesas evangélicas del Antiguo Testamento:

Él destruirá la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de Su pueblo de sobre toda la tierra, porque el Señor ha hablado (Is 25:8).

Nuestro Dios no solo ha usado la muerte para Sus fines providenciales, sino que la ha vencido. / Foto: Lightstock

Conclusión

La muerte es, sin duda, un enemigo para el pueblo de Dios. Pero es un enemigo que no es soberano ni invencible. Nuestro Dios no solo ha usado la muerte para Sus fines providenciales, sino que la ha vencido, al punto que todos los cristianos podemos confesar, por medio de la predicación del evangelio de Jesús en el poder del Espíritu, que nuestro Cristo por Su resurrección, ha vencido la muerte para hacernos participantes de la justicia que Él ha comprado para nosotros mediante Su muerte. Por Su poder nosotros también somos resucitados a novedad de vida. Finalmente, la resurrección de Cristo es una firme garantía de nuestra bendita resurrección.

Pablo Landázuri

Pablo Landázuri, ecuatoriano, es un ministro y misionero ordenado de la URCNA. Actualmente sirve en Ecuador, en la Iglesia Reformada Luz de Vida y en tres misiones cercanas. Es decano de estudiantes y profesor del Seminario Reformado de las Américas, además de presidente de la Asociación de Seminarios Presbiterianos y Reformados en América Latina. Obtuvo su M.Div. en el Mid America Reformed Seminary en 2013, y su Th.M. en el Puritan Reformed Theological Seminary en 2021. Pablo es esposo de Verenisse y padre de Martín, Emilio y Benjamín.

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