No sé si te ha pasado que estando en el asiento del pasajero frenas con tus pies ante un descuido de quien maneja, es algo que a menudo hago de manera inconsciente, como cuando estoy pendiente del límite de la velocidad o si estamos pisando la línea que divide los carriles. Aunque esto parezca una tontería inocente, la verdad es que revela una necesidad de control que existe en el corazón de las mujeres (por lo menos en el mío). Hay un temor silente de que las cosas no salgan bien que nos empuja tomar el volante de la vida y a usurparle el derecho que tienen nuestros esposos de conducirnos bajo su liderazgo. He observado trazas de esa falta de sumisión en mi vida en ocasiones en que nuestra familia está a punto de sufrir cambios radicales. Recientemente respondimos al llamado de Dios de mudarnos a otro país, lo que conllevaba la toma de decisiones diarias e importantes en nuestras vidas; y confieso que, a pesar de que estoy completamente convencida de que Dios le ha dado la responsabilidad a mi esposo de dirigirnos como familia, en realidad hubo muchas veces que quería “pisar el freno” o “mover el volante” por mí misma. Confío en su guianza, sé que Dios lo ha dotado con sabiduría para ser el líder de nuestro hogar, pero encuentro una tendencia pecaminosa en mí que me hace desear tener el control de las cosas. Y creo que si este no es un tema popular entre las mujeres, y no queremos dar esa imagen a los demás, se debe a que simplemente no hemos escarbado bien en lo profundo del corazón.

El deseo de controlarlo todo

Es una inclinación que está presente desde el jardín del Edén, el pecado ha dañado nuestra facultad de dejarnos dirigir y someternos con gozo a nuestros maridos. En Génesis 3:16, cuando Dios le comunica a la mujer las consecuencias de su pecado vemos la frase “tu deseo será para tu marido” y a pesar de la controversia que hay alrededor de esa frase, la mayoría de los teólogos están de acuerdo que la palabra “deseo” en el idioma original quiere decir “deseo de control”. El Pastor John MacArthur lo explica de esta manera: «Esta frase podría leerse así: «Tú vas a desear tener el control sobre tu esposo … desearás ejercer tu voluntad”, «vas a desear estar a cargo, de estar en control, de dominar.» Y ese deseo se manifiesta en varias mujeres de diversas maneras. En algunas de ellas es un deseo silente y tranquilo que arde, en otras es un deseo de gritar y no es un secreto para nadie. Y para las mujeres menos piadosas luce de forma hostil hacia los hombres. Y esa hostilidad puede verse en una actitud de frialdad, de indiferencia y de apatía, solo porque ella no puede lograr lo que quiere…» Al final de cuentas, luchar por “el control” es agotador y de ninguna manera estimula a nuestros esposos a tomar su liderazgo de manera piadosa. Crea un ambiente nocivo en el hogar y revela nuestra falta de confianza en Dios.

Confiando en la soberanía de Dios

Cuando permitimos que nuestros esposos libremente cumplan el rol para el cual Dios los ha llamado estamos de manera práctica confiando en la soberanía de Dios para nuestras vidas. Cuando nos adornamos con un espíritu tierno y sereno somos más preciosas delante de ellos y delante de Dios. Justo de esa manera se conducían las santas mujeres que esperaban en Dios, míralo: «Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así obedeció Sara a Abraham, llamándolo señor, y vosotras habéis llegado a ser hijas de ella, si hacéis el bien y no estáis amedrentadas por ningún temor.» (1 Pedro 3:3-6) Haciendo así somos libres del temor, del miedo de que las cosas no salgan bien, del espanto de tomar malas decisiones. Confiando en la absoluta soberanía de Dios a través del liderazgo de nuestros esposos. Respetando su autoridad y sometiéndonos de manera gozosa y genuina aun cuando no estemos de acuerdo del todo. Además, ¿qué pueden ellos hacer sin el completo control de Dios? Reflexionar en esas verdades, y tratar todos los días de colocarme en el lugar que me corresponde, me ha hecho mucho más consciente acerca de mi propio pecado, de mi necesidad diaria del Salvador y también he ganado un mayor interés por parte de mi esposo para conocer mi opiniones y consejos. Así que, ahora cuando él conduce, en vez de luchar por ser el copiloto, ¡disfruto el paisaje! ¿Y tú? ¿Te sientes identificada con ese deseo de control? Me encantaría escuchar tus comentarios.

Betsy Torres de Gómez

Hija y sierva de Dios por gracia, esposa de Moisés desde el 2005, madre de Josué y Samuel, portadora de un ferviente anhelo por llevar el evangelio a las siguientes generaciones. Actualmente forma parte del ministerio para mujeres Aviva Nuestros Corazones, administrando el blog Joven Verdadera y supervisando el área de Media. Junto a su familia vive North Carolina.

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