Aunque la enseñanza sobre la práctica devocional de la Lectio Divina (LD) ha residido predominantemente en el dominio de escritores de la tradición católica romana, en las últimas décadas la LD ha captado el interés de un número creciente de protestantes. En mis lecturas como profesor de Espiritualidad Bíblica, también he observado un rápido aumento del interés por esta práctica entre los evangélicos, incluidos algunos miembros de mi familia bautista del sur.
Un libro de 2023 de Hans Boersma, Pierced by Love: Divine Reading with the Christian Tradition [Atravesado por el amor: Lectura divina con la tradición cristiana],[1] ha acrecentado ese interés hasta el punto de que este artículo aparece en un número entero de una revista dedicada al tema.
¿Qué se entiende por Lectio Divina?
Como ocurre con el término “misticismo” —otro término común en el estudio de la espiritualidad cristiana—, todo lo relacionado con la Lectio Divina depende de la definición del término y de la descripción de sus cuatro elementos: lectura, meditación, oración y contemplación. Algunos defensores describen la LD de una manera que pone muy poco énfasis en la Biblia. Otros lo hacen de un modo que suena casi idéntico a lo que he publicado en Orando la Biblia.[2] Todo cristiano creyente en la Biblia está a favor de leer y meditar la Biblia, orar y tener experiencias profundas con Dios. Este es el corazón de las mejores formas de Lectio Divina y evita que los practicantes lean la Biblia como historiadores. Aun así, surge casi inevitablemente la controversia sobre lo que significa el cuarto paso de la LD, la “contemplación”. Es especialmente aquí donde muchos escritores se apoyan más en experiencias místicas que en las Escrituras.
La esencia de la posición de Boersma sobre la contemplación parece ser la siguiente: “Solo después de mucha exploración paciente de los sacramenta [lectura, meditación y oración] conseguimos vislumbrar la res [realidad] del amor de Dios cuando nos lleva más allá de nuestras palabras a la contemplación de la Palabra eterna. Por lo general, solo después de mucha práctica, algunos, con San Pablo, son arrebatados al mismo Paraíso (2Co 12:4)” (15).
En el resto del libro manifiesta una elevada visión de la Escritura, y no hay mucho que objetar a lo esencial de su enfoque de la lectura, la meditación y la oración. Como evangélico, su libro habría sido más persuasivo para mí si hubiera utilizado más ejemplos relacionados con estos tres elementos de escritores más cercanos a mi tradición teológica, pero entiendo que su tema es la Lectio Divina y quería centrarse en recursos estrechamente alineados con ella. Pero para quienes estén interesados, sería instructivo echar un vistazo al testimonio de George Müller sobre cómo la meditación de las Escrituras transformó su vida de oración.
Aclarar el significado oculto
La mayor reserva que me merece la enseñanza de Boersma sobre la lectura y la meditación es su aparente apoyo al concepto de dedicarse a ellas para encontrar el “significado oculto” de un texto. “Encontrar este significado oculto es el propósito de la lectura de las Escrituras divinas” (14). Comentando la opinión de Orígenes al respecto, Boersma explica que esto no es más que buscar “las realidades neotestamentarias de Cristo y la Iglesia”. Puede ser. En la tradición de la Lectio Divina, el sentido llano del texto a menudo parece quedar relegado a un segundo plano. Es cierto que debemos leer las Escrituras cristológicamente, pero siempre que Boersma se refiere a “los cuatro niveles tradicionales de significado bíblico (literal, alegórico, tropológico y analógico)” (53), parece asociar la LD mucho más con los tres últimos que con el primero. Tal vez sería útil una mayor claridad, o unas cuantas afirmaciones y negaciones, sobre el sentido del “significado oculto”.
En mi opinión, los defensores de la Lectio Divina siempre deberían tener cuidado de abordar la importancia de “[manejar] con precisión la palabra de verdad” (2Ti 2:15). Soy consciente de que la lectura devocional de las Escrituras pertenece a su propia categoría, pero, ¿no es posible experimentar plenamente a Dios a partir de una lectura precisa del texto? Tal vez los biblistas que lean esto no necesiten ninguna advertencia sobre el mal uso del texto en la Lectio Divina, pero me temo que el típico lector laico que va en busca del “significado oculto” de un texto podría terminar con impresiones espirituales que son inconsistentes con la Escritura.
Aportes bíblicos previos a la contemplación
Mi principal preocupación con respecto a la Lectio Divina en general puede resumirse así: podemos encontrar fácilmente mandatos y ejemplos relacionados con la lectura de la Biblia, el meditar sobre las Escrituras y el orar la Biblia, pero ¿puede decirse lo mismo de la contemplación? Algunos lo han argumentado, pero a mí todavía no me han convencido.
La Biblia afirma expresamente su suficiencia para la espiritualidad cuando dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, preparado para toda buena obra” (2Ti 3:16-17, énfasis añadido). Para mí, si algunas de las formas de contemplación sugeridas por los defensores de la LD llegan a ser necesarias para experimentar las formas más elevadas de comunión con Dios, entonces hemos ido más allá de lo que se menciona específicamente o se da a entender claramente en las Escrituras. Además, vale la pena señalar que Lutero estuvo bien entrenado en la Lectio Divina como monje agustino durante muchos años, pero después añadió la tentatio (tentación) al proceso o sustituyó la contemplatio (contemplación) por la tentatio (los estudiosos debaten cuál de las dos). Pero independientemente de la opinión de cada uno al respecto, vale la pena escuchar la voz de Lutero.[3]
Si leemos, meditamos y oramos correctamente las palabras de la Escritura, y lo hacemos sin prisas y en presencia de Dios, con una humilde expectativa del ministerio del Espíritu en nosotros, ¿no podemos esperar todas las experiencias espirituales edificantes (privadas) a través de estos medios explícitamente prescritos? ¿Debemos también buscar después aventurarnos en un estado subjetivo no prescrito o limitado por la Escritura para obtener “más”?
Alguien podría decir: “Pero la contemplación no es más que la culminación de la saturación de la Escritura que la ha precedido. La aportación bíblica previa a la contemplación proporciona un control de calidad a la experiencia”. Idealmente, esa puede ser la intención, pero una vez que una persona desvía su atención de la Biblia entra en un territorio inexplorado donde su propio subconsciente toma el control con demasiada facilidad.
Meditar y orar mejor
Es posible que muchos piensen que la contemplación es necesaria porque no están meditando y/o orando la Biblia lo suficiente. Hasta ahora su experiencia devocional ha sido en gran medida que después de leer la Biblia a menudo se dan cuenta de que no pueden recordar nada de lo que han leído. Entonces oran, básicamente diciendo frases de su propia invención que han pronunciado innumerables veces antes y que con frecuencia (y comprensiblemente) encuentran áridas y aburridas. Entonces alguien les enseña alguna forma de Lectio Divina y es transformador.
Yo diría que en muchos casos es solo porque no han estado meditando después de leer ni están orando la Biblia. Si simplemente meditaran y oraran como es debido, creo que experimentarían a Dios a través del texto mucho más profundamente y a menudo, y encontrarían la enseñanza de la Lectio Divina esencialmente redundante. Lo que se les enseña a buscar a través de la contemplación lo experimentarían durante la meditación y la oración.
Se busca experiencia
Permíteme ser claro: quiero experimentar a Dios a través de la vida devocional tanto como sea posible. Rechazo un enfoque racionalista de la piedad personal. Soy —como creo que son todos los verdaderos cristianos— un sobrenaturalista. Creo en el Espíritu Santo y en las experiencias con Él. He escrito un capítulo entero sobre los momentos de silencio de adoración ante el Señor con base bíblica y centrados en Dios (Hab 2:20; Sof 1:7; Zac 2:13).[4] Afirmo la realidad de las experiencias indescriptibles, tanto en el culto público como en el privado, en las que uno se siente invadido por la presencia de Dios, el amor de Jesús y a Jesús, el gozo en el Espíritu Santo, el anhelo de Cristo, la santidad y el cielo, y mucho más. Pero temo buscar experiencias con Dios que no estén instituidas o guiadas por las Escrituras.
Proponiendo una Lectio Divina en tres partes
Cuando me preguntan si recomiendo la Lectio Divina, respondo que celebro cualquier cosa que ayude a la gente a leer la Biblia, pensar en lo que dice y orar al respecto. Pero me doy cuenta de que para cuando termino de describir lo que quiero decir y lo que no quiero decir con Lectio Divina, y después de hacer lo que creo que son las advertencias necesarias sobre lo que hay que evitar si se sigue leyendo sobre el tema, el término ya no es útil. Definir y delimitar términos y ofrecer advertencias detalladas es apropiado en un entorno académico, pero en la iglesia local prefiero no usar el término y simplemente enseñar a la gente cómo leer, meditar y orar la Biblia. Puedo enseñarles esas cosas en el Libro que tienen en sus manos.
Pero si, por la razón que sea, hay que usar el término, yo propondría una Lectio Divina en tres partes en lugar de cuatro. Como bien recomienda LD, deberíamos comenzar cualquier tiempo planificado de comunión con el Señor con Su Palabra para nosotros; leyendo, seguido de la meditación sobre algo del pasaje. Mi regla general para la ingesta diaria de la Escritura es “lee en grande; medita en pequeño”. Lee una sección “grande” de las Escrituras, como uno o más capítulos. Esto nos da contexto y nos ayuda a aprender la narrativa general de la Escritura. Luego, a partir de esa lectura, selecciona algo “pequeño” —como una palabra, una frase o un versículo— para meditar. (También encuentro que a la mayoría les ayuda alguna instrucción sobre cómo meditar en el texto). Luego, naturalmente, la meditación desemboca en la oración, especialmente sobre lo que se acaba de meditar, aunque sería común ampliar la oración a otras partes de la lectura o incluso a uno de los Salmos. Así, escuchamos a Dios a través de Su Palabra, reflexionamos profundamente sobre lo que nos ha dicho y le hablamos de ello en la oración. Este es un terreno seguro y suficiente para encontrarnos verdaderamente con Dios y experimentarlo.
Así pues, leamos, meditemos y oremos la Biblia con todo nuestro corazón y toda nuestra mente, y dejemos que las experiencias espirituales y los encuentros divinos se produzcan a través de ella, y así será.
Publicado originalmente en CredoMag.
[1] Hans Boursma, Pierced by Love: Divine Reading with the Christian Tradition [Atravesado por el amor: Lectura divina con la tradición cristiana] (Bellingham, WA: Lexham Press, 2023).
[2] Donald S. Whitney, Orando la Biblia (Wheaton, IL: B&H Español, 2016).
[3] Ver el prefacio de Timothy J. Wengert (xiii-xv) en Philip D. W. Krey y Peter D. S. Krey, ed. y trad., Luther’s Spirituality [La espiritualidad de Lutero] (New York: Paulist Press, 2007). Ver también Luther, Works [Las obras de Lutero], 57:285-87.
[4] Donald S. Whitney, Disciplinas espirituales para la vida (Carol Stream, IL, Tyndale House Español: 2016).