Lecciones del aposento alto

En esas oscuras horas previo a Su muerte, Jesús ora por los apóstoles, y también por cada uno de nosotros.

Observa lo que Jesús ora por nosotros: “Padre, quiero que los [es decir, los que llegarían a la fe a través de la palabra de los apóstoles (v. 20)] que me has dado, [esto incluye a los cristianos de hoy], estén también conmigo donde Yo estoy, para que vean Mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Jn 17:24).

Observa el verbo principal: “Quiero” [thelō, deseo].

Más o menos una hora después, en Getsemaní, Jesús orará de un modo radicalmente distinto: “Padre Mío, si es posible, que pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero…” (Mt 26:39; Mateo utiliza el mismo verbo thelō).

Estas dos oraciones son tan diferentes, pero están íntimamente relacionadas.

Jesús puede orar así en el aposento alto (“quiero…”) solo por lo que orará en el huerto (“no sea como Yo quiero…”). Estuvo dispuesto a beber la copa del juicio de Dios cuando todo instinto en Él se estremecía ante la perspectiva del abandono de Dios en el Calvario. Eso hizo posible que dijera aquí: “Quiero que los que me has dado estén conmigo… vean Mi gloria… y no solo en los destellos ocasionales que han visto aquí, ¡sino de una manera que exprese Tu amor eterno por Mí”.

Ante la gran crisis de Su vida, Jesús pensó en nosotros. Su voluntad es que le veamos en Su gloria. Por eso Pablo se muestra tan confiado: “Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces ustedes también serán manifestados con Él en gloria” (Col 3:4). Él ha orado para que así sea.

En Juan 17:24, Jesús intercede por nosotros, anhelando que estemos junto a Él para contemplar su gloria. / Foto: Jhon Montaña

Pero ¿por qué es tan importante para Jesús que le veamos en Su gloria?

Las palabras que siguen nos dan una pista: “Oh Padre justo, aunque el mundo no te ha conocido, Yo te he conocido, y estos han conocido que Tú me enviaste” (Jn 17:25).

El mundo había rechazado a Su Padre y continúa haciéndolo. También le había rechazado a Él. Los discípulos llevan ya tres años a Su lado, observándolo de cerca. Están a punto de presenciar el rechazo definitivo de las personas contra Él. Nosotros también hemos sido testigos de este rechazo a lo largo de los años, durante nuestras vidas e incluso en nuestras propias vidas.

¡Jesús quiere que aquellos que han sido testigos de Su vergüenza le vean en Su gloria!

En el verano de 1987, el ganador del título individual masculino de Wimbledon (uno de los cuatro grandes del tenis) provocó un gran revuelo en el All England Lawn Tennis and Croquet Club. El vencedor australiano, Pat Cash, en lugar de esperar tranquilamente la entrega del trofeo de parte de un miembro de la realeza británica, subió atrevidamente por las gradas para saludar a su padre y al equipo que le había apoyado. Al parecer, el presidente de Wimbledon le dijo que disfrutara el momento, pero que prometiera no volver a hacerlo: ¡había hecho esperar a miembros de la familia real!

Pat Cash comentó más tarde su hazaña (repetida por otros, ¡a pesar del deseo del presidente!): “De eso se trataba… de este equipo. Eran muy importantes para mí”. Habían estado con él cuando no había multitudes aplaudiendo, durante las incesantes horas de preparación, en los días malos y en ese gran día. En cierto sentido, estaba diciendo: “Quiero estar con ellos y que ellos estén conmigo ahora, para ver mi gloria”.

Pat Cash en el verano de 1987, tras ganar el título individual masculino de Wimbledon y saltar a las gradas. / Foto: Colorsport

Incluso desde un punto de vista humano, podemos entender por qué Jesús no quiere nada menos. Por eso, Él ora:

“Padre Santo, te traigo a estos once hombres que han estado conmigo todo el camino.

Yo solo obtendré la victoria. Pero Tú me los diste, para que estuvieran conmigo y para que fueran enviados con Tu Palabra. Ellos son Mis amigos.

Me verán despreciado y desechado, varón de dolores, experimentado en aflicción, experimentando la vergüenza de la cruz, golpeado, humillado, desnudo y expuesto. Algunos de ellos serán testigos de Mi sentimiento de abandono en el Calvario.

Y, Padre, hay otros que llegarán a confiar en Mí gracias al ministerio de estos hombres. Ellos también verán Mi nombre menospreciado. Muchos de ellos sufrirán por Mi causa y la del evangelio. Yo también oro por ellos.

Padre Santo, quiero que todos ellos me vean en Mi gloria. Quiero que vean la maravilla de Tu amor eterno por Mí. Quiero que estén conmigo, con Nosotros, para siempre”.

Sí, nosotros también hemos visto al Señor Jesús menospreciado. También hemos oído cómo le despreciaban. También hemos sentido el dolor de estar asociados con Él. En nuestra debilidad, también nos hemos sentido abrumados. Recuerda, pues, que Él también ha orado por nosotros: “Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde Yo estoy, para que vean Mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Jn 17:24).

Nosotros también hemos visto al Señor Jesús menospreciado. También hemos oído cómo le despreciaban. También hemos sentido el dolor de estar asociados con Él. / Foto: Pexelshot

Y si tú también estás entre los que el Padre entregó a Su Hijo, recuerda estas cosas:

  • Recuerda que, así como oró por Pedro, ha orado por ti.

  • Recuerda que el Padre siempre escucha Sus oraciones, y sin duda, escuchará esta oración por ti.

  • Recuerda que te ha dado a conocer el nombre de Su Padre y te ha incluido en Su familia.

  • Recuerda que te ama con el amor que Su Padre le tiene a Él.

  • Recuerda que el Hijo amado del Padre habita en ti a través de Su Espíritu Santo.

  • Recuerda que Él te ha dado Su Palabra.

  • Recuerda que Él ha dado a conocer Su voluntad: Él quiere que estés con Él para ver Su gloria.

  • Y todo esto está registrado para que Su gozo esté en ti y tu gozo sea completo.

Para que esto sucediera, oró por nosotros: “Oh Padre justo, aunque el mundo no te ha conocido, Yo te he conocido, y estos han conocido que Tú me enviaste. Yo les he dado a conocer Tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos y Yo en ellos” (Jn 17:25-26).


Libro: Lecciones del aposento alto: el corazón del Salvador

Autor: Sinclair Ferguson

Páginas: 211 – 214

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Sinclair Fergusson

Sinclair Fergusson

Sinclair Ferguson es un maestro del ministerio Ligonier y profesor de teología sistemática en el Reformed Theological Seminary.

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