Las prácticas del perdón: una disciplina que transforma el corazón

El perdón no es un sentimiento, es una decisión. No se concede porque la ira desaparece, sino que la ira desaparece porque se concede. Practicarlo nos libera del resentimiento y nos acerca a la gracia.
Foto: Envato Elements

Cuando los discípulos escucharon que tenían que perdonar a los ofensores “setenta veces siete” (es decir, indefinidamente, siempre), clamaron: “¡Aumenta nuestra fe!” (Lc 17:5). Muchos lectores sentirán lo mismo y pensarán: “Yo nunca podré hacerlo”. Pero sí puedes. El cristianismo te da prácticas y también recursos para el perdón.

El perdón en el cristianismo es un conjunto de prácticas, incluyendo las prácticas de la oración (Mr 11:25; Mt 6:12, 14-15) y la comunión (Mt 5:21-24; 18:15-17). El perdón no es principal y originalmente una emoción; sino que se suele conceder (generalmente cierto tiempo) antes de que se sienta —no se siente antes de que se concede—. Es una promesa de no exigirle a la persona que te lastimó que pague el precio por el pecado. El perdón es una promesa que hacemos para cumplirla a pesar de nuestros sentimientos. Tal vez siempre has pensado: “Bueno, tengo que sentirlo antes de concederlo. Mi enojo tiene que disminuir antes de comenzar a dejar de exigirle cuentas”. Si esperas a sentirlo antes de concederlo, nunca lo concederás; estarás en una cárcel de enojo.

Cuando Jesús dice en Marcos 11:25 que si te pones de pie y oras y “tienes algo contra alguien” debes perdonarlo, obviamente está hablando de un acto de la voluntad. El perdón es una práctica antes que un sentimiento. Es algo que puedes comenzar a hacer a diario y, si lo haces, eventualmente tu corazón se suavizará en vez de endurecerse y así escaparás de la prisión.

El perdón es una promesa de no exigirle a la persona que te lastimó que pague el precio por el pecado. / Foto: Pexels

Entonces, ¿cuáles son estas disciplinas diarias?

Primero, haz un inventario de todas las formas en que puedes exigir que te pague el ofensor. Cada vez que te abstengas de hacerlo, estás asumiendo el costo y pagando la deuda. En esta lista se encuentran las formas en las que generalmente exigimos los pagos:

En nuestro trato con el ofensor:

• Podemos hacer comentarios hirientes y recordar el pasado.

• Podemos ser mucho más demandantes y controladores con la persona de lo que somos con otros, porque “nos debe”.

• Podemos castigar con una “misericordia” que nos justifica a nosotros mismos, lo cual puede hacerlo sentir pequeño.

El perdón es una práctica antes que un sentimiento. / Foto: Pexels

En nuestro trato con otros:

• Podemos desprestigiarlo frente a otros bajo la apariencia de “advertirles” sobre él.

• Podemos desprestigiarlo frente a otros bajo la apariencia de buscar compasión y compartir nuestro dolor.

En nuestro trato con nosotros mismos:

• Podemos reproducir una y otra vez las “grabaciones” — recordar vívidamente— los detalles de lo que nos hizo para alimentar nuestra ira y hostilidad.

• Podemos desearle fracaso o dolor.

El perdón es una promesa que hacemos para cumplirla a pesar de nuestros sentimientos. / Foto: Envato Elements

El perdón es una promesa de no volver a sacar a relucir el tema frente a la persona, frente a otros o incluso a nosotros mismos. Cada vez que tenemos la tentación de exigir el pago, debemos negarnos y hacer algo positivo. Podemos dar pasos como estos:

Al hablar con el ofensor: al tratar con él, debes ser lo más cortés y cálido posible. Si la persona se arrepiente, deberías restaurar la relación tanto como sea posible. ¿Por qué decimos “tanto como sea posible”? Si la persona ha cometido un acto grave, puede ser que la confianza se deba restaurar solamente poco a poco. Si la persona sigue comportándose de forma hostil, no debes facilitarle pecar contra ti. Y hay otras circunstancias. Si la persona fue alguien que te interesaba románticamente, entonces sería inapropiado volver a crear la misma relación. La velocidad y el grado de esta restauración implica volver a crear confianza, lo cual toma tiempo dependiendo de la naturaleza y gravedad de las ofensas que se cometieron. Usualmente, parte del arrepentimiento real implica que el ofensor pregunte: “¿Qué puedo hacer para que confíes en mí?”. Y parte del perdón real significa estar abiertos a la posibilidad de que el ofensor cambie, evitar realmente los sesgos y estar dispuestos a ofrecer más confianza poco a poco.

El perdón es una promesa de no volver a sacar a relucir el tema frente a la persona, frente a otros o incluso a nosotros mismos. / Foto: Envato Elements

Al hablar con otros: cuando hables con otros sobre el ofensor, no debes esconder sus fallas. Si el perpetrador ha hecho algo atrozmente malo e ilegal (como abuso sexual), busca justicia a través de los medios más apropiados, pero incluso en esta situación debes expresar tu deseo de que la persona se arrepienta y reciba perdón. Si el pecado contra ti fue privado y la persona sigue comportándose con hostilidad y sin arrepentimiento, puede que sea necesario advertirle a alguien sobre ella, pero debes revisar bien tus motivaciones. ¿En verdad le estás advirtiendo a otros y estás creando una situación en la que se puede confrontar a la persona con un propósito redentor? ¿O lo que deseas es tratar de destruir su reputación?

Cuando hables contigo mismo: ¿qué significa “no sacar a relucir el tema para ti mismo”? Significa no obsesionarte con eso en tu corazón y no volver a reproducir en tu mente los videos de lo que te hicieron, para mantener fresco y real en ti el sentimiento de pérdida y dolor. Significa que debes orar por la persona y por ti, recordarte a ti mismo la cruz (ver adelante) y dirigir tu mente a otras cosas.


Libro: Perdonar

Página: 226-230

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Timothy Keller

Timothy Keller (1950-2023) estudió en Gordon-Conwell y Westminster Theological Seminary. Fundó la iglesia Redeemer en la ciudad de Nueva York y la pastoreó por más de 25 años. Fue autor de reconocidos libros como Encuentros con Jesús, Dioses que fallan y Esperanza en tiempos de temor, entre otros.

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