Nosotros influenciamos fácilmente. Es una característica de la humanidad (y no de un insecto) que aprendemos mejor con el ejemplo, por imitación. Somos imitadores por naturaleza y nos desarrollamos a través de instrucción formal y ejemplo visible combinados. No es de extrañar, entonces, que busquemos maestros, mentores, personas que puedan influenciarnos y personas a las que podamos imitar. Nosotros sabemos que debemos encontrar personas influyentes, verdaderas y confiables. Con esto en mente, haríamos bien en escuchar las advertencias de Jesús relacionadas con el poder y los peligros de la influencia, en Lucas 6. Su primera advertencia viene en forma de una parábola en miniatura. “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo?” (Lc.6:39) Aquí estamos con la imagen de un ciego que necesita viajar de un lugar a otro. En los días de Jesús no había perros guía, ni bastones blancos, ni aceras. Las calles estaban sin pavimentar y a menudo marcadas por hoyos y grietas. No era fácil ser ciego y no era posible ser un ciego independiente. Este ciego necesita asistencia si quiere viajar con seguridad, así que pide ayuda a voces y oye una voz amiga que le responde: «Yo te ayudaré». Así que toma el brazo de este amigable extraño, y se va, sin darse cuenta de que ha tomado el brazo de otro ciego. Tan pronto como se ponen en marcha, tropiezan con un foso y se hunden en él. «¿Puede un ciego guiar a otro ciego?» La respuesta es no, no si se quiere viajar con seguridad y llegar a su destino. La segunda advertencia de Jesús viene en el siguiente versículo. «Un discípulo no está por encima de su maestro; mas todo discípulo, después de que se ha preparado bien, será como su maestro” (Lc. 6:40). Hoy en día aprendemos comprando libros, viendo tutoriales y escuchando podcasts. Pero en ese día las opciones eran mucho más limitadas. Si querías ser un aprendiz, necesitabas encontrar un maestro. Necesitabas ponerte deliberadamente bajo la influencia de un rabino. Lo seguirías, sabiendo que cuanto más estuvieras con él, más te parecerías a él. De hecho, sabes que has sido completamente entrenado cuando eres igual que él. Sabrías todo lo que él sabe y te comportarías como él se comporta. Serías un total imitador de este influenciador. Naturalmente, entonces, querrías tener mucho cuidado de elegir un buen maestro. Pero, por supuesto, algunas personas eligieron malos maestros. Siguieron a los malos guías. Jesús se refirió a los líderes religiosos de su época como «guías ciegos» (Mateo 23:16). Eran ciegos guiando a ciegos directamente al foso, directamente al infierno. Reprendió a estos mismos líderes religiosos por llamar a otros a seguirlos, pero luego los hizo el doble de hijos del infierno que ellos (Mateo 23:15). La gente de la época de Jesús sufría bajo la influencia de maestros no confiables, guías espiritualmente ciegos. Estaban siguiendo a maestros corruptos y, no es de sorprender que se volvieran corruptos ellos mismos. No es de extrañar, entonces, que Jesús dijera, «¡sígueme!» No es de extrañar, entonces, que les llamara a seguirle como la luz del mundo, como el que da la vista a los ciegos, como el que puede guiarlos con seguridad por el camino estrecho que lleva a la vida. También hoy, Jesús nos llama a cada uno de nosotros a seguirlo. En el llamado a seguirlo está el llamado a seguir a los que son como él. Imitamos a Jesús imitando a la gente que es como Jesús. Somos influenciados por Jesús al ser influenciados por personas que a su vez han sido influenciadas por Jesús. «Sed imitadores de mí, como yo lo soy de Cristo», dijo Pablo (1Cor. 11:1). En los días de Jesús los estudiantes se convertían en seguidores de un maestro que encontraban en la vida real, alguien a quien seguían tanto literalmente como en sentido figurado, alguien a quien conocían y por quien eran conocidos. Seguramente, entonces, se tomaban muy en serio la decisión de a quién seguirían. Hoy en día muchos de nuestros influenciadores son personas que quizás nunca conozcamos y que quizás nunca nos conozcan, y tomamos menos en serio la decisión de a quién seguiremos. Seguimos sus libros, sus videos, sus blogs. Eso está bien y hasta allí es algo bueno. Pero tenemos que ser conscientes de que lo que era cierto entonces sigue siendo cierto ahora: un guía ciego llevará a sus seguidores al peligro y un estudiante se convertirá en su profesor. El influenciado se convertirá como el influenciador en sus convicciones y en su carácter, en sus creencias y en sus acciones. La aplicación es obvia, ¿no? Tenemos la sobria y seria responsabilidad de ser cuidadosos, muy cuidadosos, sobre a quién leemos, a quién miramos, a quién escuchamos, a quién permitimos que nos influencie. Porque poco a poco, día a día, sermón a sermón, podcast a podcast, llegaremos a parecernos a la gente que seguimos. Para bien o para mal, los imitaremos hasta que seamos como ellos.