La Escritura y el legado de la Reforma

La Reforma demuestra que el verdadero poder no estuvo en los hombres, sino en la Palabra de Dios, que transforma corazones, renueva iglesias y alumbra al mundo.
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Hay un poder misterioso que se esconde en la Palabra de Dios, como un gran roble se esconde en una pequeña bellota, o como montones de manzanas se esconden en una diminuta semilla de manzana. Cuando Dios libera ese poder, transforma a las personas, a las familias, a las comunidades e incluso a naciones enteras. Sin embargo, esto ocurre de maneras que no podemos comprender ni rastrear por completo, sino solo recibir con gozo. Cristo dijo: “El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra, y se acuesta de noche y se levanta de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe” (Mr 4:26-27).

Dios envió el poder de Su Palabra en la Reforma del siglo dieciséis, e incluso los reformadores se maravillaron de ello. La Reforma sirvió como una motivación dinámica y un agente para el cambio y el progreso en todos los lugares donde llegó su influencia. Muchos atribuirían a Martín Lutero el mérito de ser el motor que impulsó la Reforma, pero Lutero dijo: “Yo no hice nada; la Palabra lo hizo todo”. John Knox dijo: “Dios multiplicó tanto nuestro número que parecía como si los hombres hubieran llovido de las nubes”.

No fueron los reformadores, sino Dios, quien obró el verdadero cambio por medio de Su Palabra. / Imagen: Dominio público

¿Cómo cambió la Reforma a la iglesia y al mundo? ¿Cuáles son sus frutos o resultados duraderos? Está fuera del alcance y el propósito de este artículo analizarlos todos aquí, pero quiero mencionar cómo la Palabra de Dios, durante la época de la Reforma, marcó una diferencia significativa en la iglesia y el mundo actual.

La regla suprema de la fe y la vida

Los reformadores reconocieron la Biblia como la Palabra escrita de Dios y la regla suprema de la fe y la vida tanto para el creyente individual como para la vida de la iglesia, de hecho, para toda la vida. Este es el gran punto de partida para comprender los objetivos, el dinamismo y los logros de la Reforma protestante. Como parte del renacimiento del aprendizaje relacionado con el Renacimiento, la iglesia occidental recuperó el conocimiento de las lenguas originales de la Biblia (principalmente el hebreo y el griego). Por primera vez en muchos siglos, sus eruditos y maestros pudieron leer el Antiguo Testamento en hebreo y el Nuevo Testamento en griego, y examinar las traducciones latinas existentes de la Biblia a la luz del original.

Los reformadores afirmaron que la Biblia es la autoridad suprema de Dios para la fe, la iglesia y toda la vida. / Imagen: Lucas the Younger Cranach

Los reformadores hicieron énfasis en la Escritura de cinco maneras importantes:

1. Autoridad. La Escritura es la Palabra misma de Dios y la voz de Dios (verbum Dei) y, por tanto, tiene una autoridad suprema. Todos los demás tipos de autoridad (civil, doctrinal, papal, eclesiástica, etc.) deben estar subordinados a la Escritura. Contrariamente a Roma, los reformadores creían que la autoridad de las Escrituras es absoluta, no derivada. La iglesia no declara que las Escrituras sean autoritativas, sino que solo reconoce su autoridad inherente.

2. Infalibilidad e inerrancia. Los reformadores enseñaban que la infalibilidad de la Biblia es exhaustiva, ya que cada palabra de cada frase, como dice 2 Timoteo 3:16-17, es el aliento del Dios vivo. Las Escrituras tampoco pueden errar. “He aprendido a considerar solo a las Sagradas Escrituras como infalibles”, dijo Martín Lutero, citando la carta de Agustín a Jerónimo.

Los reformadores enseñaban que la infalibilidad de la Biblia es exhaustiva. / Foto: Dominio público

3. Autointerpretación y autenticidad. Los teólogos de la Reforma también destacaron la armonía entre las Escrituras y el Espíritu Santo. Enseñaron que el Espíritu Santo es el verdadero expositor de la Biblia, lo que permite a la iglesia reconocer que las Escrituras interpretan y validan las Escrituras. Si bien la tradición puede ayudar a la interpretación, el verdadero significado de las Escrituras es su sentido natural y literal, no alegórico, a menos que el pasaje concreto de las Escrituras que se estudia sea de naturaleza alegórica. La autoautenticación de las Escrituras significa que el testimonio de la Biblia se confirma, como dijo Calvino, por el testimonio interno del Espíritu en el corazón del creyente.1

Los teólogos de la Reforma también destacaron la armonía entre las Escrituras y el Espíritu Santo. / Foto: Lightstock

4. Liberación. Los reformadores liberaron la Biblia de la jerarquía católica romana al menos de tres maneras: primero, mediante la traducción a la lengua común, como la Biblia alemana de Lutero. Como asunto de primera importancia, los reformadores vieron que la Biblia tenía que traducirse a las lenguas de los países a los que llegaba, porque “el pueblo de Dios… tiene derecho e interés en las Escrituras, y se le ordena, en el temor de Dios, leerlas y escudriñarlas” (Confesión de Westminster 1.8). Segundo, mediante la predicación expositiva, tal y como recomenzó Zwinglio. Los reformadores insistieron en que el púlpito debía ocupar un lugar privilegiado en la iglesia, ya que “la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios” (Ro 10:17). Y, tercero, mediante una exégesis gramatical-histórica directa, cuyo mejor ejemplo son los comentarios de Calvino. Por medio de las Escrituras leídas, predicadas y expuestas en libros basados en la Biblia, Dios nos habla como un padre habla a sus hijos, como dijo Calvino, ¡y qué puede ser más liberador que eso!

Los reformadores insistieron en que el púlpito debía ocupar un lugar privilegiado en la iglesia. / Foto: Bridgeman Images

5. Poder. Los reformadores enseñaron que Dios nos dio las Escrituras como su palabra de poder que transforma y renueva nuestras mentes por medio de Su Espíritu. Ese poder debe manifestarse en nuestras vidas, nuestros hogares, nuestras iglesias y nuestras comunidades. Si bien otros libros pueden informarnos o incluso reformarnos, solo un libro puede transformarnos y conformarnos a la imagen de Cristo.

Así, la luz de las Escrituras comenzó a disipar toda oscuridad, y hombres como Lutero se vieron obligados a examinar los fundamentos mismos de su fe y su práctica como cristianos. Lo que Lutero encontró en el Nuevo Testamento griego lo conmocionó profundamente, y pronto levantó su protesta contra los errores acumulados de las épocas anteriores. Señalando las Escrituras, Lutero dijo: “Aquí estoy, no puedo hacer otra cosa”.

Lo que Lutero encontró en el Nuevo Testamento griego lo conmocionó profundamente. / Imagen: Dominio público

El fruto de la Reforma

Desde entonces, ha sido la gloria de la fe reformada ser fiel a las Escrituras en todo lo que enseña, en lo que respecta a lo que debemos creer acerca de Dios o al deber que Dios nos exige. El valor de los credos y confesiones reformados radica principalmente en su fidelidad como resúmenes y exposiciones del sistema de doctrina enseñado en la Palabra de Dios. Los cristianos reformados aprecian la Biblia como la “espada del Espíritu” viva y activa (Ef 6:17) por la cual Dios nos habla hoy y obra en nuestros corazones y vidas, impartiendo fe, guiándonos a Cristo, sellándonos para la salvación y conduciéndonos hacia la ciudad de Dios.

Si quieres llamarte heredero de la Reforma, debes ser un estudiante de la Biblia. Lee la Palabra de Dios y medita en ella diariamente. Cultiva una comprensión sistemática de las enseñanzas de la Biblia. Compara las Escrituras con las Escrituras. Utiliza referencias cruzadas como las que se encuentran en la Teología Sistemática de John Brown. Aprovecha los recursos de estudio como la Biblia de Estudio del Legado de la Reforma. Nunca te alejes de las devociones privadas, la adoración familiar o un sermón sin aferrarte a alguna verdad en particular y aplicarla a tu alma. Cuando te falte sabiduría, orar por ella y escudriña las Escrituras, porque en ellas está la vida eterna y el conocimiento de Cristo.

[1] Institución de la religión cristiana, 1.7.2-4; comparar Confesión de fe de Westminster 1.5.


Publicado originalmente en Gospel Reformation Network.

Joel Beeke

(PhD. Westminster Theological Seminary) ha escrito más de cien libros. Es presidente y profesor de teología sistemática y homilética en el Puritan Reformed Theological Seminary; pastor de la Heritage Reformed Congregation en Grand Rapids, Michigan, así como director de Banner of Sovereign Grace Truth, director editorial de Reformation Heritage Books, presidente de Inheritance Publishers, y vicepresidente de la Dutch Reformed Translation Society.

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