Las motivaciones son algo complejoCreo que uno de los aspectos más difíciles de la vida cristiana es el de las motivaciones. Frecuentemente me pregunto: ¿Por qué hago las cosas que hago? Y con la misma frecuencia me pregunto: ¿Por qué no hago las cosas que me rehúso a hacer? A veces, incluso con mucha concentración, no logro avanzar mucho. Creo que el apóstol Pablo se identificaría bien conmigo. En Romanos 7, él escribió “lo que hago, no lo entiendo; porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago” (vv. 15-16). No era que él estaba analizando sus motivaciones propiamente, pero todavía estaba considerando su vida y reconocía que era incapaz de discernir por qué hacía cosas pecaminosas incluso cuando quería hacer cosas piadosas. Vio su falta de santidad y su búsqueda del pecado y se maravilló de su propia incapacidad para hacer incluso las cosas buenas que quería hacer. Como Pablo, yo también soy un cristiano. Se me ha concedido la salvación por gracia a través de la fe en Jesucristo. Día a día, mi mente es transformada por la Palabra de Dios, y estoy siendo conformado a la imagen de Jesucristo. A medida que el Señor hace este trabajo dentro de mí, encuentro una creciente habilidad para saber hacer lo correcto en determinada situación. Cuando pecan contra mí, tengo un mayor conocimiento de las Escrituras de las que me puedo valer para intentar responder con gracia. Cuando me solicitan dinero para una causa del evangelio o una misión, tengo una mejor disposición a dar al considerar si esta causa es digna de apoyar. Cuando me enfrento a una decisión y no estoy seguro en quedarme o irme, si debo decir sí o no, poseo cada vez más la mente de Cristo y con ella la capacidad de tomar una decisión sabia, que honre a Dios. Y sin embargo, a veces no sé por qué hago las cosas que hago. ¿Estoy dando a esa obra porque creo que el Señor está usando a esas personas para hacer Su trabajo en Su creación, o estoy dando a esa misión porque me hace sentir bien o simplemente porque quiero que el misionero me respete? ¿Estoy hablando palabras llenas de gracia a la persona que me ofendió porque realmente lo amo a pesar de la ofensa, o lo hago para presumir y convencerme de mi propia santidad? La mayoría de las veces simplemente no lo sé. Oro, pienso y reflexiono al respecto; al final, simplemente no puedo descifrarlo todo. Somos personas complejas con motivaciones complejas. Estamos siendo santificados, pero mientras tanto, todavía tenemos pecado aferrado a cada parte de nosotros mismos. He encontrado libertad de dos maneras. La primera es arrepentirme de las motivaciones erróneas. Incluso si no puedo identificar cuando mis motivaciones son pecaminosas, sé que debe haber algo de pecado en ellas, y por eso pido que sean perdonadas a través de la obra de Jesucristo. Y luego, determino no preocuparme mucho tratando de discernir las motivaciones sino más bien ocuparme en hacer lo que es correcto. Miro a la cruz, miro a la Biblia, y busco discernir el paso correcto a seguir para la gloria de Dios.