La clave para hacer morir la lujuria

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PRESENTADOR:

No tienes que ser cristiano para ver el poder destructivo de la pornografía en el cerebro humano. No hace falta ser cristiano para discernir la diferencia entre el amor y la lujuria. Y ciertamente no tienes que ser cristiano para saber que el adulterio destruye matrimonios. Pero debes ser cristiano para ver toda la realidad de la batalla por la pureza sexual. Entonces, ¿cómo luchamos contra la lujuria como cristianos? ¿Y cómo encuentra la sexualidad su propósito supremo y el lugar correcto en nuestras vidas?

A continuación, escucharán la respuesta del pastor John Piper a esas preguntas. Estas palabras fueron predicadas en un sermón de una conferencia en el año 2004 en el que el pastor John explica cómo ordenamos nuestra vida sexual.

JOHN PIPER:

Fuimos creados para ver y saborear la supremacía de Cristo con satisfacción eterna. Nuestra sexualidad apunta a eso, y somos seres sexuales para poder conocer algo de eso. Y debemos saberlo para ser puros y para que nuestra sexualidad sea sagrada y dulce, y que exalte a Cristo y sea secundaria —silenciosa y poderosamente secundaria—.

El sol en el centro

Así pues, mi oración es que todos ustedes, de manera personal, vean y saboreen la supremacía de Cristo —casados o solteros, hombres o mujeres, ancianos o jóvenes, quienes tienen deseos desordenados o quienes están caminando en una medida de santidad— que contemplen y abracen la supremacía de Cristo sobre todas las cosas.

Porque sé, sin lugar a dudas y con la autoridad de la Biblia, que las pequeñas naves espaciales de nuestras reglas morales —nuestras pequeñas tácticas para luchar contra la lujuria, nuestras pequeñas naves espaciales para volver a poner en órbita el planeta de nuestra sexualidad— son absolutamente inútiles si la supremacía de Cristo no es el sol en el centro del sistema solar de nuestra vida. Sé que eso es verdad. No sé muchas cosas. Pero sé que eso es verdad, y no tengo la menor duda de ello.

La solución es clara. No es fácil apropiarse de ella debido a nuestro pecado, pero la respuesta al problema es clara: hay un sol masivo que pertenece al centro del sistema solar de nuestras vidas, y por su peso, gloria, masa, belleza y poder, mantiene las órbitas en su lugar.

Conoce Su supremacía

Por tanto, —y digo esto creyendo también en las estrategias prácticas para hacer morir la lujuria; por supuesto que creo en ellas— mi oración es que conozcan, que se esfuercen por conocer, la supremacía de Cristo.

  • Debemos conocer la supremacía de Su deidad, igual a Dios Padre en todos Sus atributos, el resplandor de Su gloria y la imagen exacta de Su naturaleza.
  • Debemos conocer la supremacía de Su eternidad, que hace que la mente quiera explotar con la idea impresionante de que Jesucristo nunca tuvo un principio; simplemente está ahí, es la realidad absoluta a la que debemos enfrentarnos. Debemos elevarnos a la supremacía de Su eternidad, mientras todo el universo —incluido este edificio, tu cuerpo, esta tierra y todas las galaxias—, son frágiles y dependientes, como una sombra en comparación con la sustancia de Jesucristo.
  • Debemos conocer la supremacía de Su constancia que nunca cambia. Oh, tener virtudes que nunca cambian, un carácter cuyo compromiso es constante ayer, hoy y siempre. Conozcamos la supremacía de Su constancia.
  • Debemos conocer la supremacía de Su conocimiento que hace que la Biblioteca del Congreso parezca una caja de fósforos, y hace que toda la información en Internet parezca un almanaque para granjeros de los años 40, y hace que toda la física cuántica y todo lo que Stephen Hawking ha soñado alguna vez parezca una lectura de primer grado. Debemos conocer la supremacía del conocimiento de nuestro Señor.
  • Debemos conocer la supremacía de Su sabiduría que nunca ha sido confundida por problema alguno, ni puede ser aconsejada por persona o ser alguno en el universo.
  • Debemos conocer la supremacía de Su autoridad. Todo en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra está bajo Su dominio: Él tiene la autoridad de cambiar los tiempos y las estaciones, quitar y poner reyes. Él actua “conforme a Su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra”. No hay nadie que pueda “detener Su mano, ni decirle: ‘¿Qué has hecho?’” (Daniel 4:35).
  • Debemos conocer la supremacía de Su providencia, sin la cual ni un solo pájaro en los extensos confines de la selva del Amazonas se ha caído jamás de ninguna rama, y sin la cual ni un solo cabello de nuestra cabeza se vuelve blanco o negro. Debemos conocer la providencia de Jesús.
  • Debemos conocer la supremacía de Su palabra, la cual sostiene el universo —todas las galaxias, moléculas, átomos y la realidad subatómica que nadie ha conocido, que nadie ha visto todavía—.
  • Debemos conocer la supremacía de Su poder: Él caminó sobre las aguas, limpió a los leprosos, sanó a los cojos, abrió los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos, hizo cesar las tempestades, y con un par de palabras resucitó a los muertos —“¡Lázaro, sal fuera!” (Juan 11:43) y “Mientras estabas en tu sangre, te dije: ‘¡Vive!’” (Ezequiel 16:6)—. Debemos conocer la supremacía de Su poder.
  • Debemos conocer la supremacía de Su pureza. Él nunca pecó. Nunca pecó. Nunca tuvo ni un milisegundo de mala actitud o de lujuria pecaminosa.
  • Debemos conocer la supremacía de Su fidelidad. Él nunca rompe una promesa. Siempre cumple Su palabra —absolutamente sin falta—.
  • Debemos conocer la supremacía de Su justicia. Él saldará todas las cuentas al final en el universo, ya sea en la cruz o en el infierno. No quedará ninguna injusticia cuando Cristo acabe con todas ellas con Su suprema justicia.
  • Debemos conocer la supremacía de Su paciencia. Nos ha soportado a ti y a mí durante décadas. Ha soportado a esta ciudad y hace salir el sol sobre ella. ¿Puedes imaginar por qué el sol salió sobre esta ciudad esta mañana —sobre esta ciudad malvada, este mundo tan lleno de pecadores—? Él hace que amaneceres hermosos sean experimentados en esta ciudad. ¿Con qué clase de paciencia estamos tratando aquí?
  • Debemos conocer la supremacía de Su obediencia como siervo soberano. Cumplió absolutamente todos los mandatos de Su Padre. Y al final, abrazó la cruz con total disposición.
  • Debemos conocer la supremacía de Su mansedumbre, humildad y ternura. No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que casi no arde.
  • Debemos conocer la supremacía de Su ira. Un día estallará sobre este mundo desde el cielo, de tal manera que todos los que lo han rechazado pedirán que las rocas les aplasten el cerebro, para no tener que enfrentarse a la ira del Cordero. Debemos saber esto. Cuando escucho que alguien fue decapitado y oigo la pregunta: “¿Dónde está tu Cristo supremo?”, mi respuesta es realmente fácil: “Él está en el cielo almacenando con furia la ira todopoderosa para derramarla sobre todos los que cometen esos pecados. Allá está. Y más vale que te pongas a cuentas con Él y te arrepientas, o perecerás de la misma manera”. No es una pregunta difícil de responder bíblicamente.
  • Debemos conocer la supremacía de Su gracia, que da vida a rebeldes espiritualmente muertos como nosotros. Esa gracia despierta la fe en los que odian a Dios y están condenados al infierno. Él justifica a los impíos con Su justicia.
  • Debemos conocer la supremacía de Su amor. Él murió por nosotros cuando aún éramos pecadores. Da a los que no lo merecen en absoluto la capacidad de gozarse cada vez más viviendo para Su gloria y honor.
  • Debemos conocer la supremacía de Su alegría en la comunión de la Trinidad: poder infinito, energía infinita, alegría infinita que se eleva, se derrama en la creación de un universo y se convertirá un día en herencia para cada santo que lucha.

Debemos saber que para esto fuimos creados. Continúa conociendo al Señor Jesús. Si no estás leyendo teología sustancial, ¿cómo crees que estás combatiendo la lujuria? Entiende la conexión: estamos hechos para conocer a Cristo. No estamos hechos para hacer cosas insignificantes. Estamos hechos para conocer a este Cristo masivo. Este mundo dura dos segundos, y luego estaremos con Él, o no, para siempre. Para eso fuimos creados: para conocer, servir y dedicar nuestra vida a Cristo.

Rozando la superficie

Y cuando lo conozcamos de esas maneras, hemos apenas comenzado a conocer la superficie de Su supremacía, pues el tiempo no alcanzaría para hablar de Su suprema severidad e invencibilidad, de Su dignidad, sencillez y complejidad, Su resolución, calma, profundidad y valentía. Si hay algo admirable, si hay algo digno de alabanza en todo el universo, se resume en Jesucristo. Él es siempre infinitamente admirable, y es supremo en todo y sobre todo:

  • Él es supremo sobre todas las galaxias y los interminables confines del espacio.
  • Él es supremo sobre la tierra, desde la cima del Monte Everest a más de 8.800 metros de altura, hasta el fondo del Océano Pacífico a más de 10.000 metros de profundidad en la Fosa de las Marianas en la costa del Pacífico.
  • Él es soberano y supremo sobre todas las plantas y animales, desde la pacífica ballena azul hasta los microscópicos virus asesinos.
  • Él es supremo sobre todo el clima y los movimientos de la tierra: huracanes, tornados, monzones, terremotos, avalanchas, inundaciones, nieve, lluvia y granizo.
  • Él es supremo sobre todos los procesos químicos que curan o destruyen el cáncer, el SIDA, la malaria, la gripe, y toda la asombrosa gracia de los antibióticos y mil medicamentos curativos que no merecemos.
  • Él es supremo sobre todos los países, gobiernos y ejércitos.
  • Es supremo sobre los grupos terroristas, los secuestros, los atentados suicidas y las decapitaciones.
  • Él es supremo sobre los líderes del crimen organizado.
  • Él es supremo sobre todas las amenazas nucleares de las naciones del mundo.
  • Él es supremo sobre la política, las elecciones y los debates.
  • Él es supremo sobre los medios de comunicación, las noticias, el entretenimiento, los deportes y el ocio.
  • Él es supremo sobre toda la educación en las universidades, no importa lo que enseñen, y sobre toda la erudición, la ciencia y la investigación.
  • Él es supremo sobre todos los negocios, las finanzas, la industria, la fabricación y el transporte.
  • Él es supremo sobre el Internet y todos los sistemas de información.

Como dijo Abraham Kuyper: “No hay un centímetro cuadrado en todo el dominio de nuestra existencia humana sobre el que Cristo, que es Soberano sobre todo, no diga: ‘Mío’”.


Episodio original en inglés: https://www.desiringgod.org/interviews/the-key-to-killing-lust

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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