Cuando hablamos de psiquiatría secular, todos los participantes honestos reconocerán que solemos hablar muy en concreto o con autoridad, sobre temas respecto de los cuales tenemos poco o ningún consenso. Por ejemplo, en un artículo escrito en 2003 para el National Institute of Health titulado “The foundation of self-esteem” [“El fundamento de la autoestima”], el Dr. Joseph A. Bailey II argumenta: “Basta con una pequeña investigación en la abundante literatura para ver la vaguedad e inconsistencias en las diversas definiciones [de la autoestima]. Aún más problemática es la incertidumbre en torno a sus componentes fundamentales”.
Desde entonces, en lugar de encontrar una raíz patológica, hemos seguido descubriendo que no existe una patología, síntoma o consecuencia consistente ligada a la supuesta realidad de la “baja autoestima”. Por tanto, para poder ponernos de acuerdo en los términos, usaremos la definición de la American Psychological Society.

1. La autoestima es el grado en que las cualidades y características contenidas en el autoconcepto de una persona, son percibidas como positivas.
Si la autoestima depende de cómo interpreto las cualidades y características de mi personalidad, cuerpo, habilidades, etc., ya tenemos un problema bíblico. Primero, el ser humano no tiene la autoridad para definir lo que es positivo o negativo. Alguien puede sentirse muy bien consigo mismo porque percibe su terquedad como una característica positiva. Sin embargo, Proverbios 29:1 dice: “El hombre que después de mucha reprensión se pone terco, de repente será quebrantado sin remedio”. El hecho de que consideremos algo en nosotros como bueno, no significa que realmente lo sea. Segundo, sentirse bien acerca de algo negativo es, en última instancia, destructivo. El mundo está lleno de personas que celebran las peores partes de sí mismas. Tercero, todos somos pecadores. No deberíamos sentirnos bien acerca de eso. De hecho, en Mateo 5, Jesús dice que debemos lamentar el hecho de que estamos espiritualmente arruinados. Santiago, medio hermano de Jesús, dice: “Aflíjanse, laméntense y lloren. Que su risa se convierta en lamento y su gozo en tristeza” (Stg 4:9). Debemos avergonzarnos de nuestro pecado. Hay cosas en nosotros por las cuales, definitivamente, no debemos sentirnos bien.

2. Un grado razonablemente alto de autoestima se considera un ingrediente importante de la salud mental, mientras que la baja autoestima y los sentimientos de inutilidad son síntomas comunes de la depresión.
La pregunta que debemos hacer es: “¿Y si en verdad soy inútil? Si no estoy siendo útil para Dios ni para nadie porque no estoy cumpliendo el propósito para el cual Él me creó, ¿no es apropiado que me sienta mal por eso?”. Efesios 2:10 nos dice: “Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas”. Si Dios decidió que fuéramos creados en Cristo Jesús para buenas obras, entonces es apropiado sentirnos culpables cuando no hacemos aquello para lo cual Él nos creó. Por tanto, no podemos considerarnos sanos mentalmente si nos sentimos bien con nosotros mismos cuando deberíamos sentirnos mal por nuestras acciones.

3. La autoestima refleja la percepción que una persona tiene de su propia imagen física, su percepción de logros y capacidades, sus valores y el éxito percibido en vivir conforme a ellos, así como la forma cómo otros la perciben y responden a ella.
En Gálatas 1:10 leemos: “Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo”. Proverbios 29:25 dice: “El temor al hombre es un lazo, pero el que confía en el Señor estará seguro”. 1 Tesalonicenses 2:4 añade: “Sino que así como hemos sido aprobados por Dios para que se nos confiara el evangelio, así hablamos, no como agradando a los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones”.
Primero, no tenemos que dar importancia a que las personas nos juzguen de forma equivocada. Segundo, sí debemos prestar atención cuando otros nos juzgan bíblicamente, porque nos están comunicando lo que Dios dice. No se trata de la opinión humana, sino de la Palabra de Dios. En situaciones así, debe importarnos profundamente lo que Dios dice de nosotros y de nuestras vidas.

4. Cuanto más positiva sea la percepción acumulada de estas cualidades y características, mayor será la autoestima.
Si esto fuera cierto, podría ser bueno tener una alta autoestima. Es posible que esté de acuerdo con la manera cómo Dios valora mi carácter, aunque también podría no estarlo. Eso significaría que mi alta autoestima es algo negativo. También podría estar engañado al pensar que Dios considera que mis características son buenas. Nuevamente, eso sería una forma equivocada de autoestima.

5. La baja autoestima y los sentimientos de inutilidad son síntomas comunes de la depresión.
Esa observación no es completamente inexacta. Sí, las personas que se consideran deprimidas suelen verse a sí mismas como inútiles o negativas. Pero eso no significa que todos los que reconocen correctamente sus características negativas estén deprimidos. De hecho, en Mateo 5 y Santiago 4 vemos que una correcta perspectiva de nuestro pecado, combinada con un correcto enfoque de la santidad de Dios, produce gran gozo.
Así como existen una tristeza pecaminosa y una tristeza santificada, un temor pecaminoso y un temor santificado, una ira pecaminosa y una ira santificada, también existe una depresión pecaminosa y una depresión santificada. Las mismas definiciones de humildad y adoración tienen un componente de quebranto. Lo que el mundo podría llamar “síntomas depresivos” no siempre es malo. De hecho, pueden ser absolutamente necesarios para una verdadera sanidad espiritual. Consideremos 2 Corintios 7:9-11: “Pero ahora me regocijo, no de que fueron entristecidos, sino de que fueron entristecidos para arrepentimiento; porque fueron entristecidos conforme a la voluntad de Dios, para que no sufrieran pérdida alguna de parte nuestra. Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte”.

Existen gozo y deleite genuinos cuando usamos nuestras habilidades y talentos para agradar al Señor. Hay satisfacción al vivir saludablemente y ser fructíferos en lo que hacemos. Pero los cristianos no deberían simplemente sentirse bien consigo mismos porque se consideran atractivos, talentosos o santos. En cambio, debemos exaltar al Señor, porque Él es quien nos ha bendecido de esas maneras.

En Isaías 53:3 leemos: “Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no lo estimamos”. Avanzando cientos de años hasta el libro de Hechos, cuando las personas se sometían humildemente a la predicación que confrontaba sus corazones, ¿qué vemos? Hechos 5:13 dice: “Pero ninguno de los demás se atrevía a juntarse con ellos; sin embargo, el pueblo los tenía en gran estima”.
La palabra traducida aquí como “gran estima” también se traduce como “magnificar”. Cuando estimamos correctamente a Dios y a quienes hablan Su verdad a nuestras vidas, experimentaremos más gozo, paz, contentamiento y satisfacción que cualquier persona que se exalte a sí misma. Cuando nos vemos a nosotros mismos como Dios nos ve y lo estimamos a Él como debemos, seremos las personas más llenas de gozo en el mundo.
