Una vez más nos encontramos en diciembre. El mes del año donde es común ver a las familias reunidas festejando y regalando presentes. “¿Qué le puedo regalar?” “¿Le gustará este color?” “¿Sabes que talla usa?” Estas son algunas de las preguntas que solemos escuchar en esta época del año donde muchos se esfuerzan por dar algo que demuestre cariño y aprecio por la otra persona. Como creyentes sabemos que todo este ruido que rodea estas fechas busca distorsionar el verdadero significado de la navidad. Todas las listas de regalos y las ofertas que publican las tiendas no son más que obsequios materiales que con el tiempo se desgastan, destruyen o simplemente se pierden. Lo mismo sucede con la alegría y sonrisas que muchas veces acompañan las festividades. Poco a poco y con el pasar de las semanas, las preocupaciones, afanes y dificultades de la vida debajo del sol reemplazan la aparente felicidad y gozo de diciembre. La razón es sencilla. Las “buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo” (Lucas 2:10) han sido opacadas por el materialismo y consumismo de nuestra sociedad. Si observamos con detalle el testimonio de la Escritura podremos apreciar la razón de este gozo. Las palabras del ángel del Señor a José son claras: “y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). Por otra parte, el ángel Gabriel le dice a María que Jesús “reinará sobre la casa de Jacob para siempre y Su reino no tendrá fin” (Lucas 2:32-33). Ambos mensajes nos servirán para dar luz y entendimiento a estas “buenas nuevas de gran gozo” de la venida del Salvador y Rey anunciado. Jesús nuestro Salvador ¿Por qué necesitamos a un Salvador? El testimonio bíblico nos apunta una y otra vez que nuestro pecado ha creado una división entre nosotros y Dios y por lo tanto estamos destituidos de Su gloria (Isa 59:2, Rom 3:23). En su orgullo el hombre evita reconocer la necesidad de un Salvador. Pero el amor de Dios se ha manifestado en la encarnación de Cristo al venir a esta tierra (Juan 3:16). La invitación está abierta para creer en Él ya que el castigo por nuestro pecado fue cargado en la cruz (Isa 53:5, 1 Jn 4:10). El pago fue completo, justo y perfecto. El apóstol Pedro nos recuerda esta misma verdad al decir, “Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios…” (1 Pe 3:18). Por la obra de Jesucristo hoy podemos gozar de Su justicia a nuestro favor (Rom 8:34). ¿Podrá existir mayor motivo de gozo y paz para el hombre que el perdón de sus pecados? ¿Podrá existir otra alegría mayor que la produce poder ser llamado hijo de Dios? Jesús nuestro Rey Nuestra adopción como hijos de Dios gracias a la obra de Cristo es un milagro de pura gracia. El apóstol Pablo nos recuerda que esto implica que somos hechos herederos de la herencia que Dios ha preparado para los Suyos (Rom 8:17). Pero, como leemos en las Escrituras, Jesús no trajo consigo el reino que esperaban los judíos en ese momento. De hecho, Jesús responde ante el cuestionamiento de Pilato de la siguiente manera: “Mi reino no es de este mundo.” (Juan 17:36) Entonces, ¿cómo entendemos las palabras del ángel Gabriel sobre el reino de Jesús? Las Escrituras nos hablan de Su segunda venida (Juan 14:3, 1 Tim 6:15, Apo 22:12). Esto mismo es reiterado en el momento de Su ascensión por el testimonio de dos varones en vestiduras blancas (Hechos 1:10-11). Esto nos apunta a que hay una esperanza para la maldad e injusticia que vivimos hoy. El establecimiento del trono de Dios y del Cordero terminará por completo con la maldad y así reinará por los siglos de los siglos (Apo. 19:13-21; 20:4,10-15; 22:5). Conclusión Como hemos visto, la venida de Cristo a esta tierra tiene implicaciones eternas. No hay manera de compararlo con lo efímero que son las celebraciones y alegrías basadas en lo que este mundo nos ofrece hoy. El nacimiento del Dios encarnado nos ha abierto la invitación de encontrar el perdón de nuestros pecados y así ser herederos de Su Reino. ¿Puedes creerlo? Estas son las “buenas nuevas de gran gozo” para el mundo. No hay mejor regalo. No hay mayor dicha. Amigo, no existe mejor presente. Ven a Cristo en arrepentimiento y fe para encontrar paz y esperanza eterna (Juan 1:12).