La iglesia local fue hecha para servir al cristiano, no el cristiano a la iglesia local

¿Y si nuestra relación con la iglesia local se ha vuelto más una carga que una bendición? Tal vez sea hora de replantear por qué hacemos lo que hacemos.
Foto: VaE basada en una foto de Lightstock

El día de reposo fue hecho para el hombre, no el hombre para el día de reposo. Es un regalo que Dios nos ha dado para nuestro bien. Somos criaturas débiles que necesitan descansar, pero también somos criaturas tontas que de otro modo trabajaríamos hasta el agotamiento total. El día de descanso es un recordatorio de nuestra debilidad, de nuestra finitud, de nuestra incapacidad. Es un recordatorio de todo esto en un sentido físico y, en última instancia, en un sentido espiritual, ya que gran parte de lo que es cierto para nuestros cuerpos es cierto para nuestras almas. Aceptamos el día de reposo como una bendición de Dios, y lo ignoramos o lo rechazamos bajo nuestro propio riesgo.

Sin embargo, aunque aceptamos el día de reposo, somos propensos a profanarlo, haciendo exactamente lo que las autoridades religiosas de la época de Jesús habían hecho. Habían tomado el simple regalo de un día de descanso y lo rodearon de complicadas leyes. Aterrorizados de quebrantar el único gran mandamiento, lo cercaron con una lista completa de pequeñas reglas y regulaciones: solo caminar hasta cierto punto, solo cargar un cierto peso, solo realizar ciertas actividades. Pronto el día del gozo se convirtió en uno de miedo, el día de la libertad se convirtió en uno de cautiverio. En lugar de esperar con anticipación el día de reposo, la gente lo temía, porque se habían convertido en sus esclavos. En este contexto, Jesús les recordó: ¡el día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo! Y al hacerlo, nos advierte que incluso los mejores dones de Dios pueden ser distorsionados y pervertidos por los corazones legalistas de la humanidad caída.

Aceptamos que el día de reposo fue hecho para el hombre, sin embargo, seguimos siendo propensos a profanarlo. / Foto: Lightstock

A menudo me he preguntado si necesitamos escuchar una amonestación similar en nuestros días: la iglesia local fue hecha para servir al cristiano, no el cristiano a la iglesia local. Creo que esto es cierto en el mismo sentido que la frase de Jesús, no como una declaración absoluta, sino como una frase que pretende captar nuestra atención y provocar un autoexamen.

A mediados de marzo de 2020, las iglesias comenzaron a cerrar. Si bien la mayoría empezó rápidamente a hacer sus servicios en línea, el resto de sus programas quedaron suspendidos. Los servicios de los domingos por la noche y las escuelas dominicales, los grupos de lectura y los estudios bíblicos, las reuniones de hombres y las reuniones de oración, los programas para niños y jóvenes, todo se detuvo repentinamente. Y observé que mucha gente exhaló un silencioso y quizás tímido suspiro de alivio. Observé que muchas personas no se dieron cuenta de cuántos compromisos tenían con la iglesia, y tal vez más seriamente, cuántos compromisos sentían con la iglesia, hasta que todos les fueron quitados. Algunos cristianos estaban haciendo demasiado y necesitaron una pandemia para darse cuenta de la tensión que sentían; algunos cristianos estaban haciendo lo justo, pero todavía se sentían cargados de culpa por no hacer más.

Si medimos nuestra fe por cuántas actividades hacemos o evitamos, no vivimos en la libertad del evangelio, sino en la esclavitud de la ley. / Foto: Lightstock

Por supuesto, no hay nada de malo ni de incorrecto, y, de hecho, hay mucho de correcto en todo lo que se refiere a los estudios, las reuniones, los servicios entre semana y todo lo demás. No hay nada de malo cuando una iglesia ofrece muchas actividades, programas y estudios diferentes. Cada uno de ellos puede ser de gran bendición y parte de una dieta espiritual bien balanceada. Cada uno de ellos puede brindar una oportunidad de servir y ser servido, de utilizar nuestros dones para el bien de los demás y hacer que otros usen sus dones para nuestro bien. Sin embargo, asistir a todos, o sentir que debemos estar presentes en todos ellos, puede desgastarnos y agotarnos rápidamente.

Si juzgamos nuestra fe, nuestra madurez espiritual o nuestro compromiso con la iglesia local por la cantidad de actividades en las que participamos (o en las que elegimos no participar), no nos juzgamos a nosotros mismos por la libertad del evangelio, sino por la esclavitud de la ley. Las personas religiosas a las que Jesús habló no juzgaron su adhesión al cuarto mandamiento por su obediencia al mismo, sino por la multitud de pequeñas leyes que ellos mismos habían creado. Y de la misma manera podemos juzgar nuestro compromiso con la iglesia local por nuestras propias pequeñas leyes, como, por ejemplo: “Estamos allí cuando las puertas se abren”. Sin embargo, así como el día de reposo se vuelve una carga cuando reemplazamos la libertad con obligaciones, la iglesia local puede volverse una carga cuando reemplazamos la simplicidad con la complejidad. Así como nuestra relación con el día de reposo puede desgastarnos cuando constantemente tenemos miedo de violarlo, nuestra relación con la iglesia local puede desgastarnos cuando constantemente tenemos miedo de no hacer lo suficiente.

En lo que respecta al servicio en nuestra iglesia, no es tanto lo que hacemos como el porqué lo hacemos. / Foto: Lightstock

No pretendo defender la apatía o respaldar la falta de compromiso con la iglesia local. ¡En lo más mínimo! La iglesia local es muy importante y no podemos prosperar sin comprometernos seriamente con ella. Pero sí quiero preguntar si tendemos a juzgar nuestro compromiso por una simple medida de cantidad. Quiero preguntar si muchos necesitamos recordar que, así como podemos volvernos esclavos del día de reposo y cautivos por él, también podemos serlo de la iglesia local. Los dos son buenos regalos de parte de Dios, porque debemos descansar y debemos tener comunión con los demás. Los dos son necesarios para la vida y la salud espiritual, porque debemos descansar de nuestro trabajo y participar en el compañerismo. ¡Si hay culpa, esta es nuestra, no de ellos! La extraña realidad es que las personas que más desean honrar el día de reposo son las más propensas a ser sus prisioneros; asimismo, las personas que más quieren honrar a la iglesia local son las que van a enfrentar la tentación de relacionarse con ella por la ley en lugar de por la gracia. Somos más propensos a hacer ídolos de las cosas que son muy buenas antes que de las cosas que son muy malas, de las cosas que queremos honrar antes que de las cosas que nos complace deshonrar.

Ya sin las restricciones de la pandemia y habiendo abierto nuestras iglesias, no solo para los servicios del domingo por la mañana, sino también para otras reuniones y programas, tenemos una oportunidad ideal para reafirmar nuestro compromiso con la iglesia local, pero también para reexaminar ese compromiso. Aparte de reunirnos para el servicio de adoración, ¿a qué más nos comprometeremos? ¿Por qué vamos a comprometernos con esto? Y lo más importante, ¿cómo determinaremos la medida de nuestro compromiso con el don dado por Dios del compañerismo en la iglesia local? No se trata tanto de lo que hacemos, sino del porqué lo hacemos. No se trata tanto del número de actividades en las que participemos, sino de la libertad o esclavitud que sintamos al decir sí o no, al aceptar o rechazar. La cuestión es si somos libres o esclavos. De esta manera, la iglesia después del COVID marca el momento ideal para que cada uno de nosotros considere nuestra relación con la iglesia local y recuerde que, así como el día de reposo fue hecho para el hombre y no el hombre para el día de reposo, así también la iglesia local fue hecha para el cristiano, no el cristiano para la iglesia local.


Publicado originalmente en Challies.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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