¿Estoy listo para el ministerio?

Cristo dejó la altura de los cielos para buscar y encontrar a su oveja y la cargó sobre su espalda, y el pensamiento de imitar Su Real humildad, Su señorial bajeza, hace que el corazón de los pastores piadosos palpite con fuerza.

Muchos hombres han hecho la pregunta: “¿Estoy llamado al ministerio pastoral?”. Y muchos líderes sabios les han aconsejado someter el asunto a  las tres patas del taburete de la aspiración, afirmación y oportunidad:

  • ¿Aspiras al oficio (1Ti 3:1)?
  • Hay quienes (especialmente tus actuales pastores) puedan afirmar que eres un hombre fiel que está en condiciones de enseñar a otros también (2Ti 2:2)?
  • ¿Te ha dado Dios la oportunidad de pastorear a un rebaño en particular (Hch 20:28; 1P 5:2)?

Estas son preguntas clarificadoras, pero no lo aclaran todo. Muchos de los que se sientan en este taburete encuentran que una de las patas parece endeble. Un hombre puede aspirar a ser pastor y tener una oportunidad, pero otros han expresado sus reservas en cuanto a su preparación. Un segundo hombre puede tener la aspiración y recibir la afirmación, pero Dios no le ha provisto la oportunidad. Y un tercer hombre puede recibir la afirmación y tener la oportunidad, pero se pregunta si su deseo por el ministerio pastoral realmente se eleva al nivel de una aspiración piadosa. Por algún tiempo, me encontré a mi mismo como el tercer hombre. Yo sentía un deseo por el ministerio, pero me preguntaba si había sido demasiado moldeado por las expectativas de los demás. Y también me preguntaba cuánta impiedad había mezclada en mis motivos; quizás lo que realmente quería era sentarme a la mano derecha de Jesús (Mr 10:37). Y yo sentía el peso de la pregunta. Como David Mathis escribe en su libro Workers for Your Joy [Trabajadores para Tu Gloria (recursos en inglés)]: “El bien de la iglesia está en juego en el deseo santo de sus pastores. Ellos no trabajarán bien por mucho tiempo por el gozo de ella si no es su gozo hacer ese trabajo” (47). ¿Cómo pueden los hombres en esta posición discernir si ellos realmente aspiran a pastorear al pueblo de Dios? Podremos encontrar claridad por medio de hacer tres preguntas de diagnóstico, bosquejadas a partir del encargo de Pedro a los ancianos en 1 Pedro 5:1–4.

Pastoreando el rebaño de Dios

Antes de ir al diagnóstico de Pedro, consideremos que clase de llamado el apóstol tiene en mente cuando se dirige “a los ancianos entre ustedes” (1P 5:1), esto debe ser considerado si en verdad aspiramos a un oficio pastoral bíblico. Pedro escribe: “Por tanto, a los ancianos entre ustedes, exhorto yo, anciano como ellos y testigo de los padecimientos de Cristo, y también participante de la gloria que ha de ser revelada: pastoreen el rebaño de Dios entre ustedes, velando por él…” (1P 5:1-2). Pastoreen el rebaño de Dios. Un pastor puede encontrarse a sí mismo con una serie de responsabilidades, pero en el corazón de su llamado está el encargo de pastorear a las preciosas ovejas de Dios. Y en el corazón del pastoreo está la enseñanza. Pedro había aprendido la tarea de predicar del Príncipe de los pastores, de su Señor. Él había notado como Jesús, mirando a una multitud que vagaba “como ovejas sin pastor”, hizo lo que un verdadero pastor hace: “Él comenzó a enseñarles muchas cosas” (Mr 6:34). Él había oído cómo este buen Pastor enseñó y continuó enseñando, y cómo las ovejas oyeron Su voz (Jn 10:27-28). Y luego, por su puesto, él recibió su triple mandamiento del Señor de alimentar Sus ovejas (Jn 21:15-17), de parte de un Jesús que alimenta Él mismo a Sus ovejas (Jn 6:57-58, 63). Y así, tras la ascensión de Jesús, el apóstol-pastor enseñó, y enseñó y enseñó entre los once (Hch 1:15), a las multitudes (Hch 2:14), por toda Jerusalén (Hch 5:28-29), a través de la división entre judíos y gentiles (Hch 10:34-43), y luego eventualmente por cartas, incluidos aquellos “expatriados, de la dispersión… elegidos” a quienes escribió en 1 Pedro (v 1). Para Pedro, pastorear a las ovejas de Jesús significaba, preeminentemente, alimentarlas con las palabras de Jesús. Ahora, la palabra pastorear no abarca totalmente la descripción de la tarea del anciano. Los ancianos también “velan” por ellos así como lo dice Pedro: gobernando la estructura de la iglesia, guardando a la iglesia de las amenazas, guiando a la iglesia cuando atraviesa por decisiones difíciles. Incluso aquí, sin embargo, la enseñanza satura la tarea pastoral, pues ¿de qué otra forma los ancianos gobiernan, guardan y guían excepto por la Palabra de Dios? Los pastores, entonces, son primera y principalmente hombres bíblicos, hombres que predican y enseñan todo el consejo de la Palabra de Dios en público y en privado, desde el púlpito hasta la silla del hospital, en tiempo y fuera de tiempo. Y en el centro, esta es la “buena obra” a la cual aspiramos (1Ti 3:1).

Tres pruebas para la Aspiración Piadosa

Con el qué del oficio pastoral en vista, Pedro procede a describir el cómo en tres pares de “esto no, pero esto sí”: “Pastoreen el rebaño de Dios entre ustedes, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo; tampoco como teniendo señorío sobre los que les han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño” (1P 5:2-3). Aquí, Pedro nos apunta de donde nuestra aspiración debe venir y hacia dónde debe apuntar, así como, la forma que nuestra aspiración toma.

1. ¿De dónde viene nuestra aspiración?

“Pastoreen el rebaño de Dios… no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios”. Desde hace algunos años, quizás, la palabra pastor pareció estar marcada en tu futuro. Quizás tu padre pastoreó. Quizás amigos y mentores te han animado a convertirte en pastor. Quizás tu ya eres un estudiante de seminario. De cualquier manera, el pastorado se ha entrelazado entre tu propio sentido de identidad y las expectativas de los demás. Pero ahora te preguntas si realmente quieres hacer ese trabajo. En los días de Pedro, parece que, algunos hombres eran tentados a volverse ancianos “por obligación” —provocado por los deseos de otros o por un mero sentido interno de responsabilidad, o quizás impulsado por sus propios intereses. Tal impulso es comprensible—, pero, Pedro escribe, no es “como quiere Dios” que Su pueblo sea pastoreado. Jesus, la cabeza de la iglesia y el Príncipe de pastores, no conduce a Sus ovejas por obligación. Él sostiene la vara y el cayado con toda Su alma y busca hombres que encarnen ese mismo corazón pastoral hacia Sus ovejas. Así, Mathis escribe: “Cristo agarra a Sus pastores por el corazón; Él no los sacude por la fuerza” (46). Cristo busca hombres dispuestos. Por su puesto, incluso los hombres que pastorean “por obligación” lo hacen dispuestos en un sentido. Pero Jesus quiere una disposición que vaya más profundo que “todos los demás piensan que debo ser pastor” o “puedo pastorear si nadie más lo hace”. Él quiere una disposición que abrace el cayado pastoral —en lugar de simplemente recibirlo cuando se da— y una disposición que haga que el hombre no tire el cayado cuando los problemas lleguen.

2. ¿Hacia dónde apunta tu aspiración?

“Pastoreen el rebaño de Dios… no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo”. Lo que Pedro dice como “avaricia del dinero”, en la carta de Pablo a Tito se traduce como “no amante de ganancias deshonestas”, y en la carta a Timoteo como “no avaricioso”. Aquellos que pastorean por avaricia al dinero lo hacen principalmente porque el pastorado les provee de un salario, y quizás ellos no pueden imaginar otra manera de generar dinero. El ministerio ha perdido su Dios-centricidad, su Cristo-centricidad, su enfoque en la salvación de las almas, y se ha reducido al tamaño de un plan salarial. Por su puesto, el pastorado ofrece otro tipo de ganancias deshonestas a parte del dinero. El pastorado puede traer malestar y críticas y el peso de las expectativas de los demás, pero también puede traer honor en la comunidad, una medida de poder, y, para algunos, un itinerario flexible de trabajo sin mucho peso. Estos también son tipos de ganancias deshonestas que posiblemente lleven a algunos al ministerio. Pero cualquiera sea el tipo, Pedro lo entierra todo bajo la frase “deseo sincero”. “Deseo sincero” está un poco por encima de la disposición, aunque ambas apuntan al animador principal del alma pastoral. Pero dado el contraste con la “avaricia al dinero”, “deseo sincero” parece sugerir no solo una profunda disposición a hacer el trabajo, sino también una decidida falta de cálculo en el trabajo. El anciano piadoso no mide si lo que recibe del ministerio es acorde a su labor o no. Él se entrega a sí mismo al trabajo, sea lo que venga: un sueldo abultado o pequeño, honor o sospechas, influencia o debilidad, dificultad o tranquilidad. Para él, el trabajo ofrece su propia recompensa en la ganancia celestial de predicar a Cristo y ayudar a guiar a su rebaño a la gloria. Los pastores vocacionales recibirán su pago, como es debido —“el obrero es digno de su salario” (1Ti 5:18)—, pero sin importar cuánto reciba, el hombre piadoso sabe que sus bolsillos ya están llenos de un mayor tesoro.

3. ¿Qué forma toma tu aspiración?

“Pastoreen el rebaño de Dios… tampoco como teniendo señorío sobre los que les han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño”. Si la palabra pastoreen hace eco en el encargo  de Jesús a Pedro en la costa del Mar de Galilea, la palabra señorío recuerda otra interesante conversación: “Llamándolos junto a Él [a los doce], Jesús les dijo: ‘Ustedes saben que los que son reconocidos como gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que sus grandes ejercen autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no es así, sino que cualquiera de ustedes que desee llegar a ser grande será su servidor’” (Mr 10:42-43). Pedro nunca olvidó esas palabras. Aún más importante, nunca se olvidó de aquel que las dijo: el Señor que no ejerció su autoridad sobre su pueblo, sino que sirvió y murió como si fuera un esclavo (Mr 10:44-45). Sin importar cuán tentado fuera Pedro a ejercer un señorío como el de los gentiles en los años siguientes, el poder de esa tentación fue desangrado hasta secarse a los pies de la cruz de su Rey. Así, cuando Pedro llama a los ancianos a ser ejemplo, él quiere que ellos sirvan no solo como ovejas modelo, sino también como diminutos reflejos del Príncipe de los pastores (1P 5:4). Cristo dejó la altura de los cielos para buscar y encontrar a su oveja y la cargó sobre su espalda, y el pensamiento de imitar Su Real humildad, Su señorial bajeza, hace que el corazón de los pastores piadosos palpite con fuerza.

¿Me amas?

Habiéndonos apuntado hacia atrás, hacia adelante, y alrededor, Pedro termina su encargo levantando nuestra mirada: “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, ustedes recibirán la corona inmarcesible de gloria” (1P 5:4). La auto-examinación toma su lugar en camino hacia el y en el oficio pastoral. Necesitamos cierto conocimiento de nuestro propio corazón para aspirar sinceramente al oficio. Pero la aspiración misma viene de una mirada hacia arriba, y no hacia adentro. Así como deseamos discernir si nuestro deseo por el oficio pastoral coincide con  los patrones de Dios para el mismo, también debemos a menudo volver a la costa de Galilea, donde Jesús emitió su triple encargo e hizo sus tres preguntas: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” (Jn 21:15-17). ¿Amas la voz de aquel que te hizo un pescador de hombres? ¿Amas la gloria que brilla en el monte? ¿Amas las manos que limpiaron tus pies y tomaron tus clavos? ¿Simón, hijo de Juan, me amas? Disposición, entusiasmo y el deseo de dar un ejemplo de la vida de Cristo, descansa y se eleva en un diario y profundo sí. Este artículo se publicó originalmente en Desiring God.

Scott Hubbard

Scott Hubbard se graduó de Bethlehem College & Seminary. Es editor de desiringGod.org. Él y su esposa, Bethany, viven en Minneapolis.

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