¿Es necesario el bautismo para la salvación?

Hablando de la salvación, Pedro le dijo a una multitud “Arrepiéntanse y sean bautizados”. ¿Significa eso que el bautismo genera salvación en una persona?
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PRESENTADOR

Tenemos cuarenta preguntas en la bandeja de entrada sobre Hechos 2:38. Allí en el texto, un grupo de oyentes se ha reunido, y Pedro les dice: “Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo” (Hch 2:38). De hecho, tres mil personas se arrepienten y son bautizadas. ¡Es una imagen increíble! El texto también parece poner el bautismo de agua antes de la conversión o en el momento de la conversión. De igual manera, a Pablo se le dijo: “Levántate y bautízate, y lava tus pecados invocando Su nombre” (Hch 22:16). Docenas de oyentes han escrito básicamente para preguntar: “¿Somos salvos después del bautismo de agua, antes del bautismo de agua o en el bautismo de agua?”.

JOHN PIPER:

Primero respondería haciendo más precisa la pregunta, porque la forma en la que yo la plantearía es: “¿Somos justificados antes, en o después del bautismo? ¿Cuándo nos unimos a Cristo? ¿Nos convertimos en uno con Cristo, y Dios se pone cien por ciento a nuestro favor antes, en o después del bautismo?”. Porque en el Nuevo Testamento, la palabra salvado se usa para lo que sucede antes, en y después del bautismo.

  • Efesios 2:8: “Ustedes han sido salvados”.
  • 1 Corintios 1:18: “…nosotros los salvos”.
  • Romanos 13:11: “…la salvación está más cerca de nosotros que cuando creímos”.

Ser salvado ocurrió antes, está sucediendo ahora y sucederá finalmente en el futuro. La palabra salvación en el Nuevo Testamento es amplia e incluye partes distintas de la salvación. Pero lo que realmente estamos preguntando aquí es: “¿Cuándo comenzó todo? ¿Cuándo fue el primer momento de unión con Cristo, es decir, el momento de la justificación, que no es un proceso como lo es la santificación, sino que es decisivo?”.

“Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Ro 8:31). ¿Cuándo comenzó eso? ¿En qué momento nos considera Dios como hijos —no de ira, lo cual somos todos por naturaleza (Ef 2:3)— sino Sus hijos, para que desde ese momento Él esté cien por ciento a nuestro favor, sin ira? ¿Cuándo sucedió eso? ¿Cuál fue el medio decisivo que lo produjo, que nos unió a Cristo, que nos justificó? Esa es mi pregunta. Creo que eso es realmente lo que están preguntando las personas, y tienen razón al preocuparse por eso. Hay textos que son desconcertantes.

La palabra salvación en el Nuevo Testamento es amplia e incluye partes distintas de la salvación. / Foto: Jhon Montaña

Único Instrumento de justificación

Así que permítanme dar mi respuesta a partir de textos y luego mostrar cómo eso que explicaré se relaciona con el bautismo.

  • Romanos 3:28: “Porque concluimos que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la ley”.
  • Romanos 5:1: “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
  • Romanos 4:5: “… pero al que no trabaja, pero cree en Aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia”.
  • Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna”.
  • Hechos 13:38-39: “Por tanto, hermanos, sepan que por medio de Él les es anunciado el perdón de los pecados; y que de todas las cosas de que no pudieron ser justificados por la ley de Moisés, por medio de Él, todo aquel que cree es justificado”.

Podría seguir así, con muchos otros textos, pero por amor al tiempo los dejé por fuera. Aquí está mi conclusión a partir de esos pasajes y muchos otros similares: la justificación —ser puesto en armonía con Dios mediante la unión con Cristo en el milagro divino de la conversión y el nuevo nacimiento— es solamente por fe de nuestra parte.

Dios usa la fe como el único instrumento de unión con Cristo. Así nos considera justos y se pone cien por ciento a nuestro favor en el instante en que tenemos fe en Jesús. Esa es mi respuesta.

Dios usa la fe como el único instrumento de unión con Cristo. / Foto: Unsplash

¿Y qué del agua?

Y ahora la pregunta es: “¿Cómo hablar del bautismo y entender esos textos citados que parecen conectar el bautismo con ese acto inicial, con ese comienzo de la salvación?”. Permítanme dar algunas respuestas a eso.

Lo primero que diría es que Jesús le dijo al ladrón en la cruz que ese mismo día estaría con Él en el paraíso: Él no fue bautizado. Sé que es un caso especial, y no creo que podamos construir una teología del bautismo en base a ese momento. Pero una cosa que sí nos dice esa escena es que el bautismo no es una necesidad absoluta, porque no lo fue en su caso.

Aquí está la segunda cosa que diría: Pablo trata el bautismo como una expresión de fe, de modo que el acto decisivo que nos une a Cristo es la fe, y se expresa exteriormente en el bautismo. Ahora, aquí hay un texto muy clave para mí, porque cuando fui a Alemania, era un bautista que estaba solo en una guarida de leones luteranos. Eran leones amorosos que simplemente me lamían. No me comían, pero tampoco aprobaban lo que creía.

Recuerdo haber tomado un retiro con doce pequeños cachorros y un gran doktorvater (asesor de tesis doctoral), Leonhard Goppelt. Estuvimos hablando sobre el bautismo todo el fin de semana, y el texto que utilicé en mi defensa fue Colosenses 2:11–12:

También en Él ustedes fueron circuncidados con una circuncisión no hecha por manos, al quitar el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Cristo; habiendo sido sepultados con Él en el bautismo, en el cual también han resucitado con Él por la fe en la acción del poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos.

Fuimos sepultados con Él y hemos resucitado con Él en el bautismo mediante la fe. Me parece que a partir de ese texto, la sepultura con Cristo en el agua y la resurrección con Cristo fuera del agua no son lo que nos une a Cristo. Es decir, el sumergirnos en el agua y el salir del agua no es lo que nos une a Cristo. Es mediante la fe que estamos decisivamente unidos a Cristo.

Fuimos sepultados con Él y hemos resucitado con Él en el bautismo mediante la fe. / Foto: Unsplash

El agua simboliza la purificación

Aquí hay una analogía interesante, hay una especie de imagen de la circuncisión en Colosenses 2. Si vas a Romanos 4:11, Pablo dice:

Abraham recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe que tenía mientras aún era incircunciso, para que fuera padre de todos los que creen sin ser circuncidados, a fin de que la justicia también se les tome en cuenta a ellos. (Énfasis añadido).

Si solo tomas la analogía —y eso es todo lo que es: solo una analogía entre el bautismo y la circuncisión— entonces este texto diría que el bautismo es un signo de una justicia que tenemos antes de ser bautizados, porque la tenemos mediante la fe y mediante la unión con Cristo.

Entonces, vamos al texto relevante en Hechos que se planteó al comienzo, Hechos 22:16: “Levántate y bautízate, y lava tus pecados…”. Ahora, si te detienes ahí, dirías: “Bueno, ahí está. El agua es el agente perdonador”. Pero no te detienes ahí. El texto dice: “Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando Su nombre” (énfasis añadido). Creo que el sentido es el mismo. El bautismo es la expresión externa de invocar el nombre del Señor en fe. No es el agua lo que efectúa nuestra justificación o unión con Cristo. El agua es una imagen de la limpieza, pero lo que nos une y lo que trae el perdón es la fe en el corazón, el invocar al Señor con fe.

El bautismo es la expresión externa de invocar el nombre del Señor en fe. No es el agua lo que efectúa nuestra justificación o unión con Cristo. / Foto: unsplash

Una petición desde el Corazón

Ahora, ese es el significado que el apóstol tiene en mente en 1 Pedro 3:21, cuando dice, en relación con el diluvio y el rescate de Noé a través del arca por medio del agua: “Y correspondiendo a esto [la salvación de la familia de Noé en el arca y el diluvio], el bautismo ahora los salva a ustedes”.

Ese es probablemente el texto más claro para aquellos que quieren decir que el bautismo es salvífico; que el bautismo realmente es lo que causa la salvación. Este texto dice que el bautismo salva, y luego inmediatamente, como si Pedro supiera que dijo algo casi herético (porque negaría la justificación por fe), dice: “No quitando la suciedad de la carne, sino como una petición…”.

Ahora volvemos a este tema del invocar: “…lava tus pecados invocando Su nombre” (Hch 22:16, énfasis añadido). Así, 1 Pedro 3:21 dice: “Y correspondiendo a esto, el bautismo ahora los salva a ustedes, no quitando la suciedad de la carne, sino como una petición a Dios de una buena conciencia, mediante la resurrección de Jesucristo” (énfasis añadido). En otras palabras, es la petición de fe hecha desde el corazón lo que lava los pecados, no el agua. Pedro dice explícitamente: “No quitando la suciedad de la carne”. En otras palabras, no es el agua lo que produce la salvación. Aunque acaba de decir que el “bautismo ahora los salva”, su intención es mostrar que este acto externo representa una petición a Dios que viene del corazón. Es esa fe la que salva.

Cuando Juan el Bautista o Marcos llaman a su bautismo “el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados” (Mr 1:4), probablemente se refieren a un bautismo que señala arrepentimiento, el cual trae perdón. El arrepentimiento es simplemente la forma de describir el cambio de mente que da origen a la fe.

Es la petición de fe hecha desde el corazón lo que lava los pecados, no el agua. / Foto: Envato Elements

No pierdas tu tren

Ahora, aquí hay un último texto importante que está en cuestión. De hecho, aquí es donde comienza todo, en Hechos 2:38: “Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo”. Se ve así:

  • Condición número uno: ser bautizado.
  • Condición número dos: el perdón será otorgado.

Porque creo que muchos textos lo enseñan, he estado demostrando que no. El arrepentimiento y la fe, como una sola pieza inseparable, son lo que obtiene el perdón, no el acto del bautismo. Ahora, podrías responder: “¿Discrepas con este texto, Piper? ¿Quién te crees que eres?”.

Creo que ese texto debería leerse más o menos de la siguiente manera. Recuerdo haber visto esto hace años y luego encontrarlo en otros lugares. Supón que quieres ir de Phoenix a Los Ángeles en un tren que está a punto de salir. Te digo: “Toma tu sombrero y corre, o perderás el tren”. Ahora, te acabo de dar dos mandatos, al igual que Pedro dio dos mandatos: “Arrepiéntanse y sean bautizados”. Pero solo uno de ellos es una causa para llegar al tren a tiempo: correr. Dije “corre”, pero también dije “toma tu sombrero”. Tomar tu sombrero es un acto adicional, no la causa de llegar al tren. Puede ser algo muy importante; puede haber todo tipo de razones por las que debas tener un sombrero. “¿Por qué le dijiste que tomara un sombrero?”. Bueno, tengo mis razones, todo tipo de razones. Pero tomar el sombrero no te ayuda en lo más mínimo a subir al tren a tiempo.

Ahora, así es como creo que deberíamos entender a Pedro cuando dice: “Arrepiéntanse y sea bautizado cada uno de ustedes”, y suban al tren del perdón. Subes al tren del perdón si te arrepientes y te bautizas. El arrepentimiento, el cambio de mente que incluye la fe, te lleva al tren. El bautismo es importante por muchas razones, pero no es la causa, como sí lo es el arrepentimiento.

Aquí está mi respuesta final a la pregunta: la fe precede al bautismo. Por eso soy bautista. La fe precede al bautismo y opera en el bautismo. Por lo tanto, somos justificados en el primer acto de fe genuina y salvadora en Cristo, y luego sigue el bautismo; y preferiblemente seguirá muy pronto, como una expresión externa de esa realidad interna.


Este artículo se publicó originalmente en Desiring God.

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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