Cuando pensé que ya había escuchado todos los argumentos en favor de las acrobacias y coreografías que «evangélicos» hacen durante el culto, me encontré con ésta: cuando el Espíritu descendió en Pentecostés sobre los apóstoles, se comportaron como borrachos, saltando, bailando, cayendo y girando, pues fue ésta la impresión que la multitud tuvo. “Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto” (Hch. 2:12-13). ¡Bueno! ¿Será qué esto fue lo que ocurrió? Veamos: Esos dos versículos expresan las diferentes opiniones de la multitud sobre ese hecho extraño, que hombres incultos hablaban en idiomas de las diversas naciones allí representadas. Una parte de la multitud estaba confusa, sin saber cómo las personas ignorantes podían hacer eso. Ellos estaban realmente intrigados con lo ocurrido y abiertos para oír la explicación que Pedro habría de dar enseguida en su sermón. Pero, otra parte de la multitud eran burladores, gente que no percibió la seriedad de lo que estaba pasando. Y burlándose, dijeron que los apóstoles estaban borrachos (embriagados), es decir, diciendo cosas sin sentido como los borrachos acostumbran a decir. Esta era la explicación que encontraron para el fenómeno. Algo semejante Pablo dice, que si un incrédulo entra en la iglesia cuando todos están hablando en lenguas al mismo tiempo, él va a decir que están locos, algo parecido a estar borracho (1 Co 14:23). Los burladores dijeron que estaban borrachos no porque ellos estaban, como algunos borrachos, cantando, bailando, cayendo, girando, gesticulando, saltando, sino porque estaban hablando cosas incomprensibles, palabras sin sentido —para los burladores—. No tenía nada que ver con la postura y comportamiento de ellos, pero con las cosas que estaban diciendo. Por lo tanto, no tiene el menor sentido usar la opinión de los burladores en Pentecostés para justificar que hoy los creyentes, llenos del Espíritu, bailan, saltan, caen, giran y gritan. Pablo dice: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu» (Ef. 5:18), lo que prueba que ser lleno del Espíritu es exactamente lo contrario del comportamiento de borrachos. “Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios» (Jesús)