El Rol del Esposo en el Matrimonio

Es interesante notar que Pablo no manda al hombre a gobernar a su esposa o reclamar su sujeción. En lugar de eso el mandato es a amar.

Nota del editor: Esta es la sexta entrega de una serie especial titulada «Hombre y Mujer: Dignos y Diferentes», donde el Pastor Daniel Puerto explora lo que las Escrituras nos dicen acerca del hombre y la mujer y su relación como criaturas dignas y diferentes. Te invitamos a leer la Introducción a la serie y los subsecuentes artículos: ¿Quién es un hombre?¿Quién es una mujer?; ¿Complemento o Igualdad Total?; El rol de la esposa en el matrimonio; y Hombre y Mujer en la iglesia local.


 

“Siempre me ha parecido que en la gran mayoría de casos el éxito o fracaso del esposo como líder espiritual es el factor clave para determinar el resultado de tales conflictos. Si el esposo fuera el tipo de líder que debe ser, la mayoría de los problemas dentro de la familia pudieran ser resueltos definitivamente” – John MacArthur[1]

El rol del esposo según Efesios 5

En Efesios 5:22-33 el Espíritu Santo nos ha dado mucha claridad acerca de los roles que corresponden al esposo y la esposa dentro del matrimonio. Es importante notar que en el idioma original Dios dirige 40 palabras a la esposa y 115 palabras al esposo (casi 3 veces más). Con esto entendemos que en la relación matrimonial la mayor responsabilidad y sacrificio cae sobre el hombre. Estos versículos tienen innumerables aplicaciones prácticas para cada matrimonio, pero antes de aplicarlo debemos entenderlo.

El Mandato

“Maridos, amad a vuestras mujeres” (Efesios 5:25) En toda la sección dirigida a los esposos encontramos la palabra amor en 6 ocasiones (versículos 25, 28 y 33). Este es el tema central del pasaje. Es interesante notar que Pablo no manda al hombre a gobernar a su esposa o reclamar su sujeción. En lugar de eso el mandato es a amar. Este amor incondicional y se basa en una decisión de quien lo da, no en una emoción o en el merecimiento del receptor.

El Modelo

“Así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella” (Efesios 5:25) El modelo del esposo es Cristo mismo, quien murió en la cruz porque amó a su iglesia. Todos sabemos, que ningún ser humano pecaminoso tiene la capacidad para amar con la plenitud y perfección divina con la que Cristo amó y amará por siempre a la iglesia. Sin embargo, gracias a que un cristiano tiene la naturaleza de Cristo mismo y el Espíritu Santo en su interior, Dios hace provisión a los esposos para que amen a sus esposas con una medida del amor de Cristo. Recordemos que el contexto de Efesios 5:25-33 es clave para entender esta sección de la carta. Pablo escribe lo siguiente: “Así pues, no seáis necios, sino entended cuál es la voluntad del Señor. Y no os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, sino sed llenos del Espíritu” (Efesios 5:17-18). Solamente un esposo lleno del Espíritu Santo está en capacidad de amar a su esposa con la misma clase de amor que Jesús tiene por la iglesia.

Las Características de ese amor

El amor del esposo por la esposa debe imitar el amor de Cristo por la iglesia, el cual tiene las siguientes características:

  1. El amor del esposo debe ser sacrificial

“Y se dio a sí mismo por ella” (Efesios 5:25) Cristo amó a la iglesia hasta el grado de sacrificar su vida por ella y vino a ser el ejemplo de todo esposo cristiano. Un esposo amoroso estará dispuesto a sacrificar su vida por su esposa. De hecho, estará dispuesto a hacer sacrificios menores por ella y poner, si es necesario, a un lado sus propios gustos, deseos, opiniones, preferencias y bienestar para agradarla y satisfacer sus necesidades. El esposo que ama a su esposa solamente a causa de su atractivo físico o temperamento agradable no le ama como Cristo amó a la iglesia. El esposo que ama a su esposa por lo que ella pueda darle, ama como el mundo y no como Cristo.

  1. El amor del esposo debe ser purificador

“Para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada” (Efesios 5:26-27) El amor solo quiere lo mejor para aquel a quien ama, y no puede tolerar que un ser amado se corrompa o se desvíe por cualquier cosa maligna o dañina. Cuando el amor de un esposo por su esposa es como el amor de Cristo por su iglesia, procurará de manera continua ayudar a purificarla de cualquier clase de impureza. Se esforzará en protegerla de la contaminación del mundo y en proteger su santidad, virtud y pureza. Ahora bien, el marido no tiene la facultad de limpiar salvíficamente a su esposa como lo hizo Cristo por su iglesia. El esposo no puede «lavar los pecados» de su esposa porque solamente la obra de Jesús lo hace. Sin embargo, el esposo puede compartir la Palabra con ella, animarla en su servicio a Dios, orar por su crecimiento espiritual y la santificación de su vida colaborando en el proceso de su santificación. Las herramientas que todo esposo cristiano tiene para llevar a cabo esa tarea son la Palabra de Dios y la oración. El esposo que ama a su esposa procura diligentemente llevar a su esposa donde se enseña la Palabra. Constantemente la expone a la Palabra porque sabe que solo ella purifica y santifica. Al mismo tiempo está orando con ella y por ella pidiendo a Dios que le guarde de pecado e impureza.

  1. El amor del esposo debe ser preservador

“Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; porque somos miembros de su cuerpo” (Efesios 5:28-30) Para que el amor de un esposo hacia su esposa sea semejante al amor de Cristo por su iglesia debe caracterizarse por el cuidado afectuoso que la esposa recibe de su esposo, quien la cuida y busca su bienestar tanto como busca el suyo propio. Algo anda muy mal si ella es considerada solo como cocinera, ama de casa, acompañante ocasional y compañera sexual. Ella es un tesoro inmenso dado por Dios, con el propósito de ser amada, atendida, sustentada y cuidada. Sustentar a una esposa equivale a proveer para sus necesidades, a dar sin reservas todo lo que le ayude a crecer y madurar en favor delante de Dios y de quienes la rodean. Cuidarla significa hacer uso del amor tierno y el afecto físico para brindarle calor, comodidad, protección y seguridad. Tal como Cristo provee para su iglesia, el esposo debe proveer para su esposa y su familia. Si el esposo entiende el principio que la esposa es parte de él, entonces no debe abusar ni maltratar física, emocional ni espiritualmente de ella. ¿Por qué? Porque al hacerlo abusa de sí mismo y sufrirá tanto como ella. 

  1. El amor del esposo debe ser inquebrantable

Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 32 Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia. 33 En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido” (Efesios 5:31-33) Los principios que Dios estableció para el matrimonio de Adán y Eva continuaban en vigencia en los tiempos de Pablo y no han cambiado en lo absoluto hasta nuestros días. Por esto Pablo cita Génesis 2:24. Ambos cónyuges deben dejar a su padre y a su madre (emocional, económica y físicamente) para unirse o adherirse el uno al otro de forma inseparable. Aunque Dios ha hecho provisión para el divorcio en los casos de adulterio continuo y sin arrepentimiento por parte del transgresor (Mateo 5:31-32; 19:4-10), así como en el caso de un cónyuge incrédulo que abandona el creyente (1 Corintios 7:15), la muerte es la única disolución que Dios desea en el matrimonio. Así como el cuerpo de Cristo es indivisible, el diseño ideal de Dios para el matrimonio es que sea indivisible. El matrimonio es una representación de la iglesia y su relación con Cristo.

Conclusión

Dios ha puesto una gran responsabilidad delante de los esposos y al mismo tiempo les ha dado las herramientas para llevar a cabo su función dentro del hogar. Un hombre que ha sido alcanzado por la gracia y el amor de Jesucristo tiene el poder para caminar en obediencia a la Palabra de Dios, ser lleno del Espíritu Santo y llevar a cabo ese rol que ha recibido de su Creador. Cristo amó a la iglesia y se entregó sacrificialmente por ella, de manera que todo esposo que ha creído en él pueda amar a su esposa fortaleciéndose en el poder del evangelio. Una mujer que sea amada de esa manera no tendrá mayor problema en someterse a su esposo por él siempre buscará


  [1] Prefacio al libro de Stuart Scott, The Exemplary Husband [El Esposo Ejemplar] (Bemidji, MN: Focus Publishing, 2002), v.

Daniel Puerto

Daniel es Coordinador Editorial de Poiema Publicaciones. Estudió en el Instituto Bíblico Rio Grande (Edinburg, Texas) y actualmente cursa una maestría en el Southern Baptist Theological Seminary. Está casado con Claudia y es padre de Emma y Loikan.

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