En la década de 1950, la humanidad entró en una gran era de exploración espacial cuando Estados Unidos y la Unión Soviética disputaban por ser el primero en llegar a la luna. Me parece que ahora estamos entrando en una segunda gran era de la exploración espacial a medida que los multimillonarios luchan para ver quién puede ser el primero en establecer una estación permanente en el espacio. No es necesario esforzarse demasiado para imaginar un escenario en el que uno de estos multimillonarios anuncie que va a establecer una nueva nación en algún lugar más allá de la tierra. Podríamos imaginarlo haciendo un anuncio que dice: “Este mundo se está derrumbando, la tierra está colapsando bajo el peso de la guerra, la epidemia y la contaminación, así que vamos a empezar de nuevo. Estamos haciendo un llamado a ayudar a crear la Humanidad 2.0. Acompáñame a fundar el reino del espacio”. El multimillonario que está creando este estado podría explicar algo así: “Esta nueva nación será mejor y más grande que cualquier nación o civilización en toda la historia de la humanidad. Debido a que vamos a recrear la humanidad, tenemos que asegurarnos de traer sólo lo mejor de lo mejor —sólo las mentes más agudas, sólo las personalidades más impresionantes, sólo los cuerpos más bellos, sólo los individuos más exitosos. Necesitamos a los sabios, a los atractivos, a los ganadores, a los adinerados para que juntos podamos cumplir nuestro potencial y convertirnos en todo lo que la humanidad puede ser. Vengan a mí todos los que son poderosos y autosuficientes. Traed a los ricos y a los bellos, a los impresionantes y exitosos”. También Jesús ha fundado un reino —el Reino de los cielos— y Su Reino no podría ser más diferente. Es un reino donde el llamado se dirige a los humildes en lugar de a los altivos. Su rey dice “vengan a Mí todos los que están cansados y cargados”, y “traigan a los pobres y mancos, cojos y ciegos”. Pero ni siquiera eso es suficiente. Él envía a Sus emisarios a los centros de rehabilitación, a los centros de acogida y a las viviendas colectivas, y dice: “¡Traedlos a todos!”. Si el instinto humano es construir un reino sobre la base de aquellos que son fuertes y poderosos, impresionantes y exitosos, el instinto de Dios es construir un reino sobre la base de aquellos que son débiles y humildes, que son mansos y misericordiosos. Teniendo en cuenta estas dos perspectivas, permítanme presentarles dos visiones diferentes para la humanidad. Imaginemos ahora que nuestro multimillonario está listo para despegar y comenzar su reino del espacio. Ha escogido lo mejor de la humanidad para que lo acompañe, y ahora desfilan juntos hacia la gran nave que les llevará a su nueva nación. A la cabeza del desfile está nuestro multimillonario en persona. Se sienta altanero, orgulloso y resplandeciente en una limusina con el techo abierto. La multitud grita sus alabanzas a este campeón entre los hombres. Detrás de él viene una multitud de ganadores del Premio Nobel, cada uno de ellos mostrando su medalla. Detrás de ellos caminan los fundadores de las grandes empresas del mundo, con enormes pilas de dinero. Luego están los reyes y reinas con los cetros de su poder. Luego están los atletas con sus trofeos en las manos, los músicos mostrando sus premios, los actores sosteniendo sus Oscars y sus Emmys. Es un desfile de los poderosos y bellos, de los ricos y exitosos, de los influyentes y formidables. La multitud se pone en pie y aplaude mientras este grupo de gente excelente desfila. Y pronto se elevan a las estrellas para establecer su nueva nación. Pero lo que no saben es que su reino también terminará, porque aunque sea un reino más allá de los límites de esta tierra, todavía está dentro del reino de este mundo. Sus medallas y cetros, dinero y trofeos y todo lo demás a lo que se aferran y en lo que se apoyan , se oxidará y decaerá y se convertirá en polvo. Pero ahora veamos una segunda marcha. Veamos cómo pasan los ciudadanos del reino de los cielos. A la cabeza de todos ellos vienen los humildes, los que apenas pueden levantar sus rostros y sólo pueden decir: “¡Dios, ten misericordia de mí, que soy un pecador!”. Sus manos están vacías. Luego vienen las personas cuyos ojos están rojos de llorar por su pecado y su iniquidad. También ellos tienen las manos vacías. Algunos de ellos pasan cojeando con muletas, otros van en silla de ruedas. Detrás de ellos están los que son mansos y los que han librado una batalla continua para ser santos. Vea ahora cómo pasan las personas que dedicaron sus vidas a extender misericordia a los ignorados y marginados, luego las personas cuyos corazones y manos han permanecido puros en un mundo que los tentó severamente. Luego mira a los que llevaron la paz donde había conflicto y a los que se mantuvieron firmes incluso cuando fueron odiados y golpeados. Mira cómo entre ellos hay representantes de todas las naciones, de todas las tribus, pueblos y lenguas. Mira cómo cada uno de ellos tiene las manos vacías, mira cómo cada uno de ellos lleva una simple túnica blanca, sin adornos de medallas o cintas o galas. Por último, viene un hombre sencillo y solo que parece despreciado y rechazado. No tiene apariencia ni majestuosidad que nos llame la atención, ni gran hermosura que nos haga desearle. Viene en forma de siervo; es humilde y sencillo y va montado en un asno. Mira con atención y verás que Sus manos y Sus pies están profundamente heridos, que por Su frente corre sangre de donde le han clavado espinas. Escucha a la multitud mientras levantan sus voces para burlar, escarnecer y abuchear. Pero mira de nuevo, mira más de cerca, mira con ojos de fe y verás que al pasar a tu lado está totalmente transformado. Mira y ve que este humilde siervo se ha convertido en un rey, en un guerrero cuyo nombre es Fiel y Verdadero. Mira que Su humilde pollino se ha convertido en un poderoso caballo blanco, que Su corona de espinas se ha convertido en la corona de un rey, que las multitudes caen repentinamente sobre sus rostros ante Él. Mira que al pasar se vuelve y te mira a los ojos,abre Su boca y dice: “Sígueme”. Entonces, amigo mío, si aún no lo has hecho, escucha Su llamado, presta atención a Su bienvenida, recibe tu ciudadanía, toma tu lugar en Su marcha y síguelo en el reino de los cielos, el reino que ahora ha comenzado pero que nunca, nunca terminará.