PRESENTADOR:
Es mejor para nosotros que Jesús se haya ido. Él lo dijo cuando se fue (Jn 16:7). Pero ¿cómo es eso posible? ¿Por qué la ausencia física de Cristo entre nosotros es mejor para nosotros que Su presencia física? Es una sabia pregunta teológica que nos llega de un oyente llamado Sam en forma de una pregunta sobre el Espíritu Santo. “¡Hola, Pastor John! ¿Puede decirme: por qué Jesús tuvo que irse antes de que el Espíritu Santo pudiera venir? El asunto del tiempo no tiene sentido para mí. ¿No podría el Espíritu haber venido con todo Su poder mientras Cristo estaba físicamente en la tierra?”.
JOHN PIPER:
Esta es una pregunta sumamente útil porque me lleva a retroceder y hacer una pregunta más grande: ¿Qué está haciendo Dios en el mundo y por qué lo hace de la manera en que lo hace? Esa es una gran pregunta. Es tan obviamente simple y, sin embargo, arroja una luz enorme sobre la misma historia de la redención. ¿Qué está haciendo Dios y por qué lo hace de la manera en que lo hace?
Sam pregunta: “¿No podría el Espíritu haber venido con todo Su poder mientras Cristo estaba en la tierra?”. Aquí está mi respuesta: no podía haber venido con todo Su poder que exalta a Cristo, que aplica el evangelio, que cumple el nuevo pacto, que convence del pecado más profundo y que derrota a Satanás mientras Jesús estaba en la tierra. No. La razón por la que no podía es porque cada una de esas expresiones de poder se basa en la muerte, resurrección, ascensión y reinado de Jesucristo. Eso tenía que suceder antes de que el Espíritu Santo pudiera glorificarlas.
En otras palabras, el ministerio más básico del Espíritu Santo en esta era es la glorificación de Jesucristo crucificado por los pecados, resucitado, triunfante sobre Satanás, perdonando pecados sobre la base de Su sangre, ascendiendo en triunfo con poder real en el cielo y viniendo otra vez. Eso es lo que el Espíritu Santo glorifica. No podía glorificar eso antes de que sucediera.
En otras palabras, el ministerio del Espíritu Santo no es poder en general; ese es un error que se comete en la pregunta. No es poder en general; es poder que glorifica a Cristo, particularmente glorificando el evangelio, o a Cristo crucificado (como lo vemos en el evangelio) y a Cristo resucitado. Ahora bien, podemos ver esto claramente en el Nuevo Testamento.
La obra del Espíritu Santo
Aquí está Juan 16:7–11: “Pero Yo les digo la verdad: les conviene que Yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes”. Ahí deberíamos preguntar: “Bueno, ¿por qué no?”. Y veamos lo que dice: “Pero si me voy, se lo enviaré”. Ahora, esto es lo que va a hacer: “Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”. Luego explica lo que quiere decir con esas tres cosas: “…de pecado, porque no creen en Mí; de justicia, porque Yo voy al Padre y ustedes no me verán más; y de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado”.
Vemos que la resurrección y la ascensión muestran que el mundo está equivocado. Convencen al mundo sobre la justicia de la crucifixión de Jesús y prueban que son culpables. La obra del Espíritu Santo es dejar eso claro después de la resurrección. Luego, en el versículo 11, leemos: “…de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado”. ¿Cuándo sucedió eso? Ese juicio de Satanás se logró en la muerte y resurrección de Jesús (Col 2:15).
Finalmente, en los versículos 12–14, dice:
Aún tengo muchas cosas que decirles, pero ahora no las pueden soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad venga, los guiará a toda la verdad, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber lo que habrá de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo Mío y se lo hará saber a ustedes (Jn 16:12–14).
En otras palabras, Él glorificará a Cristo. Juan 16:14 es la frase más importante sobre la obra del Espíritu Santo en la Biblia: “Él me glorificará”. Específicamente, el Espíritu Santo glorifica la gloria de la resurrección de Cristo y Sus logros sobre el pecado y Satanás en la cruz. Ese es el punto máximo, la cumbre de la gloria de Cristo en el evangelio. Pero no se puede glorificar a Cristo por eso si aún no ha ocurrido.
Su ministerio en el antiguo pacto
Aquí está Jesús de nuevo en Juan 7:
El que cree en Mí, como ha dicho la Escritura: “De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva”. Pero Él decía esto del Espíritu, que los que habían creído en Él habían de recibir; porque el Espíritu no había sido dado todavía, pues Jesús aún no había sido glorificado (Jn 7:38–39).
Ahora sabemos que el Espíritu estaba presente en el ministerio de Jesús. Él estaba haciendo que las personas nacieran de nuevo en Juan 3. Jesús estaba llevando a cabo Su ministerio en el poder del Espíritu Santo. Sabemos que el Espíritu Santo estaba presente en el Antiguo Testamento, venciendo la mente de la carne. Solo hay que leer el Salmo 51 o Isaías 53. Él estaba venciendo la mente de la carne, que, según Romanos 8:7, impide agradar a Dios. Sabemos que los santos agradaron a Dios en el Antiguo Testamento, lo cual no pueden hacer sin la obra del Espíritu Santo.
Sabemos que Él estaba allí. Pero no podía, sin embargo, hacer con poder Su obra más esencial, que era glorificar a Cristo resucitado y crucificado.
Revelar la gloria
Aquí está de nuevo en 2 Corintios 3:18: “Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu”.
Pablo añade a la idea de que somos transformados a la semejanza de Jesús al mirarlo. Él añade esto: “Porque esto proviene del Señor, que es el Espíritu”. Allí está el ministerio más esencial del Espíritu. Él quita el velo. Él nos hace ver la gloria de Jesucristo y, así, transforma a Su iglesia a la semejanza de Jesús.
Ahora bien, ¿dónde estamos viendo esa gloria? ¿Dónde estamos viendo la gloria de Cristo mientras el Espíritu Santo levanta el velo para que podamos ver y ser transformados? La respuesta viene cuatro versículos después: “El dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios” (2Co 4:4).
El papel del Espíritu en 2 Corintios 3:18 es revelar la gloria de Cristo en el evangelio, lo cual no puede hacerse hasta que Jesús esté muerto, sepultado, resucitado, elevado y reinando. Esa es la obra clave del Espíritu Santo que no podía hacer antes de que Jesús se fuera.
Su ministerio en el nuevo pacto
Aquí hay una última forma de decirlo. La obra del Espíritu Santo está expresada en la promesa del nuevo pacto en Ezequiel 36:27 de esta manera: “Pondré dentro de ustedes Mi espíritu y haré que anden en Mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente Mis ordenanzas”. Ahora bien, esa es la obra del Espíritu Santo, que, como acabamos de ver, ocurre al revelar la gloria de Jesucristo. Esa es Su obra en esta era actual.
Pero Lucas 22:20 deja claro que Jesús compró esta obra, aseguró esta obra, obtuvo esta obra del nuevo pacto al derramar Su sangre: “Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre, que es derramada por ustedes” (Lc 22:20). Entonces, “¿no podría haber venido el Espíritu Santo con poder mientras Jesús aún estaba aquí?”. No. La obra del Espíritu Santo en el poder del nuevo pacto sucede solo sobre la base de la sangre de Jesús.
Voy a dar mi respuesta una vez más, y tal vez esta vez tenga más sentido. Sam pregunta: “¿No podría haber venido el Espíritu con todo Su poder mientras Cristo estaba en la tierra?”. Esta es mi respuesta: no pudo haber venido con todo Su poder para exaltar a Cristo, aplicar el evangelio, cumplir el nuevo pacto, convencer del pecado más profundamente y derrotar a Satanás. Todos esos aspectos del poder del ministerio del Espíritu Santo se basan en la muerte, la resurrección y la ascensión triunfante de Jesús a la diestra de Dios como rey.
Este artículo se publicó originalmente en Desiring God.