Él no está muerto: siete victorias de la resurrección que transforman nuestra vida

Dos mil años después, la resurrección sigue proclamando que ningún pecado, sufrimiento o mal puede interrumpir los planes de Dios para Su pueblo.
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¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado (Lc 24:5-6).

Los creyentes que vieron a Cristo resucitado con sus propios ojos y lo tocaron con sus manos pasaron el resto de sus vidas hablando sobre la resurrección. Sin duda, predicaron sobre la crucifixión y la propiciación —el eje central del mensaje del evangelio—, pero el mensaje de la cruz no era lo más controversial que tenían para decir en su tiempo.

Las afirmaciones que los apóstoles hicieron sobre la muerte de Jesús fueron sumamente controvertidas, pero fueron perseguidos y martirizados no por lo que dijeron acerca de Su muerte, sino por lo que dijeron que ocurrió después. Los sermones en Hechos están llenos de la resurrección, mostrando una y otra vez lo que significa para aquellos que siguen a Cristo. Casi nadie debatía que Jesús murió, pero los judíos se negaban violentamente a creer que Él resucitó solo tres días después.

Los judíos no estaban tan ofendidos por los dos trozos de madera como lo estaban por la tumba vacía. El mayor obstáculo era, de hecho, una roca, que fue removida y predicaba la resurrección del Cristo.

Cuando resucitó de entre los muertos, Jesús garantizó para ti las realidades más grandes del mundo. / Foto: Lightstock

Jesús no está muerto. Y cuando resucitó de entre los muertos, contra todas las mentiras y maquinaciones de Satanás, garantizó para ti las realidades más grandes del mundo. Dos mil años después, la resurrección todavía predica el compromiso implacable de Dios de ganar cada victoria para ti, incluyendo estas siete para el domingo de Pascua.

1. Dios ha derrotado la muerte por ti

Satanás conspiró con Judas, Pilato y los líderes judíos para matar al Autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos (Hch 3:15), “poniendo fin a la agonía de la muerte, puesto que no era posible que Él quedara bajo el dominio de ella” (Hch 2:24). Y si crees en Él, la muerte no podrá retenerte tampoco: “Jesús le contestó: ‘Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá’” (Jn 11:25).

Jesús resucitó para probar que había derrotado a la muerte. Hasta que Él resucitó, la muerte parecía engullir cada pizca de vida y esperanza de generación en generación. “Porque la paga del pecado es muerte” (Ro 6:23), y “no hay justo, ni aun uno” (Ro 3:10). Entonces, ¿cómo podrían los pecadores tener alguna esperanza de escapar de la muerte?

Jesús resucitó para probar que había derrotado a la muerte. / Foto: Lightstock

Dios había prometido vida eterna siglos antes, pero la resurrección reveló que era segura para Sus hijos e hijas elegidos, redimidos y adoptados. Aunque muchos habían vivido, creído y muerto antes que Él, Jesús fue el primogénito de entre los muertos (Col 1:18). Y si hay un primero, Dios quiere que más lo sigan.

2. Dios ha comprado todas Sus promesas para ti

Jesús resucitó para probar que las promesas y advertencias del Antiguo Testamento realmente venían de Dios. Las promesas de Dios siempre han sido el único salvavidas de esperanza para aquellos de nosotros que vivimos bajo la suprema pena de muerte. Pero la resurrección trajo esas promesas a una definición más completa y elevada.

Y también le dieron muerte, colgándolo en una cruz. Pero Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a los testigos que fueron escogidos de antemano por Dios, es decir, a nosotros que comimos y bebimos con Él después que resucitó de los muertos… De Él dan testimonio todos los profetas, de que por Su nombre, todo el que cree en Él recibe el perdón de los pecados (Hch 10:39-43, énfasis añadido).

Las promesas simplemente parecen demasiado buenas para ser verdad, hasta que vemos a Dios resucitar a Jesús de entre los muertos. De repente, lo que parecía tan imposible para el hombre era maravillosamente posible y garantizado con Dios.

Jesús resucitó para probar que las promesas y advertencias del Antiguo Testamento realmente venían de Dios. 

3. Dios juzgará todo pecado cometido por ti o contra ti

Mientras el apóstol Pablo esperaba en Atenas, predicó: “Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan. Porque Él ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien Él ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres cuando lo resucitó de entre los muertos” (Hch 17:30-31).

Jesús resucitó para probar que algún día juzgará todos los pecados. Cada pecado que hemos cometido, y cada pecado cometido contra nosotros, pone en cuestión a Dios. ¿Prevalecerá la justicia? ¿Seremos todos borrados y arrojados al infierno? Cuando Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, dejó claro que cada pecado sería castigado —en la cruz por todos los que se arrepienten, y en juicio por todos los que se niegan—.

Si estás vivo con Cristo, ahora no hay condenación para ti (Ro 8:1), y ningún pecado contra ti será pasado por alto o excusado por Dios.

Jesús resucitó para probar que algún día juzgará todos los pecados. / Foto: Lightstock

4. Dios restaurará todo lo que esté mal o roto frente a ti

El apóstol Pedro llama a sus compatriotas judíos a Jesús, diciendo: 

Por tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que sus pecados sean borrados, a fin de que tiempos de alivio vengan de la presencia del Señor, y Él envíe a Jesús, el Cristo designado de antemano para ustedes. A Él el cielo debe recibir hasta el día de la restauración de todas las cosas, acerca de lo cual Dios habló por boca de Sus santos profetas desde tiempos antiguos (Hch 3:19-21).

Jesús resucitó para probar que eventualmente regresará y pondrá todo en su lugar. Este último año proporciona otros doce meses de evidencia de que este mundo está roto y se sigue rompiendo. Y esta Pascua es otra declaración de que nuestra esperanza está tan viva como Jesús. El mundo será librado del pecado, incluyendo todas sus causas y consecuencias. En el sabio y amoroso plan de Dios, ese día no es hoy. Pero hoy es un gran día para detenerse junto a la tumba vacía, y recordar lo que será un día.

Jesús resucitó para probar que eventualmente regresará y pondrá todo en su lugar. / Foto: Lightstock

5. Tu esclavitud al pecado es grande, pero Dios realmente puede liberarte

Pedro sanó a un hombre cojo de nacimiento, invitándolo a caminar finalmente después de todos esos años, en el nombre sanador de Jesús. Los sacerdotes vinieron a arrestar a Pedro y Juan, “indignados porque enseñaban al pueblo, y anunciaban en Jesús la resurrección de entre los muertos” (Hch 4:2). En custodia y bajo juicio, Pedro dice con valentía:

Sepan todos ustedes, y todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos, por Él, este hombre se halla aquí sano delante de ustedes. Este Jesús es la piedra desechada por ustedes los constructores, pero que ha venido a ser la piedra angular. En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos (Hch 4:10-12).

Jesús resucitó para probar que realmente puedes ser salvado de tu pecado. No mereces la salvación, y nunca podrías alcanzarla con tu propia fuerza y determinación. Si Cristo no hubiera resucitado de entre los muertos, la esperanza habría yacido junto a Él en la tumba. Pero Él no está muerto, y por lo tanto, tenemos esperanza.

Jesús resucitó para probar que realmente puedes ser salvado de tu pecado. / Foto: Mstudio

El pecado nos condena a juicio eterno y tortura sin fin (Mt 13:41-42; Ap 14:11). Y el pecado nos esclaviza sin piedad a la muerte (Ro 6:16-20; Ef 2:1). Pero Dios. Cristo resucitó para cancelar nuestra deuda, clavándola en la cruz (Col 2:14), y para liberarnos del pecado y vivir para Dios. Pablo predica acerca de la resurrección:

Porque David… durmió, y fue sepultado con sus padres, y vio corrupción. Pero Aquel a quien Dios resucitó no vio corrupción. Por tanto, hermanos, sepan que por medio de Él les es anunciado el perdón de los pecados; y que de todas las cosas de que no pudieron ser justificados por la ley de Moisés, por medio de Él, todo aquel que cree es justificado (Hch 13:36-39).

Por nuestro perdón y libertad, Cristo ha muerto, ha resucitado y nos ha liberado (Ga 5:1).

Cristo resucitó para cancelar nuestra deuda, clavándola en la cruz. / Foto: Lightstock

6. Dios no solo te rescatará a ti, sino a personas de todo el mundo

Jesús fue el Mesías prometido de Israel, pero no murió ni resucitó solo por el Israel étnico. De nuevo, Pablo predica:

Así que habiendo recibido ayuda de Dios, continúo hasta este día testificando tanto a pequeños como a grandes, no declarando más que lo que los profetas y Moisés dijeron que sucedería: que el Cristo había de padecer, y que por motivo de Su resurrección de entre los muertos, Él debía ser el primero en proclamar luz tanto al pueblo judío como a los gentiles (Hch 26:22-23).

Jesús resucitó para probar que Dios había elegido personas de todos los rincones del mundo —no solo de Israel, sino también de Asia, África y América—. Su sangre fue suficiente para comprar personas de toda tribu, lengua, pueblo y nación (Ap 5:9). Su muerte no solo nos reconcilia con Dios, sino que nos reconcilia unos con otros a través de todas las barreras y fronteras concebibles. Y Su resurrección es lo suficientemente poderosa como para ofrecer esperanza a personas en todas partes de la tierra.

Jesús resucitó para probar que Dios había elegido personas de todos los rincones del mundo. / Foto: Lightstock

7. Ningún mal puede interrumpir los buenos planes de Dios para ti

La muerte de Jesús parecía la derrota más grande que el pueblo de Dios jamás había experimentado. En lugar de ascender a un trono y conquistar a Sus enemigos, el Rey prometido había sido humillado y crucificado. Pero en el preciso momento en que parecía que el mal había ganado, Dios estaba usando cada onza de maldad para lograr Su mayor victoria. Como predica Pedro a los oficiales judíos:

Jesús el Nazareno… fue entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios, y ustedes lo clavaron en una cruz por manos de impíos y lo mataron. Pero Dios lo resucitó, poniendo fin a la agonía de la muerte, puesto que no era posible que Él quedara bajo el dominio de ella (Hch 2:22-24).

Jesús resucitó para probar que Dios es soberano incluso sobre el peor mal en el mundo (Hch 2:23). En el acto máximo de rebelión e injusticia, Dios estaba girando toda la historia, con amor, para salvar y satisfacer a Su pueblo. Y al resucitar a Su Hijo de entre los muertos en la Pascua, prometió obrar todas las cosas, incluidas las más difíciles y dolorosas en tu vida, para el bien de todos sus hijos e hijas.


Publicado originalmente en Desiring God.

Marshall Segal

Marshall Segal

Marshall Segal es un escritor y editor para desiringGod.org. Es graduado del Bethlehem College & Seminary. Él y su esposa tiene un hijo y viven en Minneapolis.

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