El corazón de un pastor que hace discípulos 

El trabajo de un pastor es equipar a los miembros de la iglesia para el ministerio, para que se edifiquen los unos a los otros en madurez.

¿Cuál crees que es la cualidad esencial de un pastor que hace discípulos? Mi mejor intento para responder esta pregunta es: regocijarse en el ministerio de otras personas. 

PESCANDO CON EL APÓSTOL PABLO 

En su libro The Art of Pastoring [El arte de pastorear], David Hansen presenta una foto impactante cuando describe el paralelo entre un gran director espiritual y un gran guía de pesca:  La cualidad más sobresaliente de los mejores guías de pesca es la cualidad más sobresaliente de los mejores directores espirituales. A los mejores guías de pesca —los que están en lo más alto de esta profesión— les encanta ver a los clientes pescar tanto como les encanta a ellos mismos hacerlo. Llega hasta el punto de ser ridículo, a veces, cómo un guía de pesca verdaderamente bueno empieza a reírse, incluso con una risa tonta de niño de escuela, cuando un cliente comienza a sacar peces.  Hansen continúa:  Igualmente, la característica que diferencia a los grandes directores espirituales es un gozo infantil. Te dan su atención exclusiva por puro amor y, cuando sacas tus peces, cuando tu red está llena, siempre está esa sonrisa, ese brillo en sus ojos que te dice que han pasado la mejor hora del día contigo.1  Siguiendo con su espiritualidad un tanto mística y contemplativa, Hansen ve el papel del director espiritual como la persona que discierne la obra de Dios en la vida de alguien y le presta atención. Creo que esto es ciertamente un elemento del discipulado pastoral, pero la Escritura va más allá. En Efesios 4:11-13 dice que Cristo dio «pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios».  En otras palabras, el trabajo de un pastor es equipar a los miembros de la iglesia para el ministerio, para que se edifiquen los unos a los otros en madurez. Modificando la imagen de Hansen, la labor de un pastor no es solamente pescar para su gente —aunque esto es parte del trabajo—, sino que también debe enseñarles a pescar. Sugeriría que una de las pruebas para un pastor es evaluar cuánto gozo siente en el ministerio de otras personas, y ver cómo construye su ministerio en torno a ese gozo.  Piensa sobre el hecho de ser padres. Es importante que los niños tengan los cordones de sus zapatos atados, pero es mucho más importante que aprendan —a su debido tiempo— a atárselos ellos mismos. Aunque por supuesto los padres hacen infinidad de cosas por sus hijos, siempre deberían estar pendientes de enseñar a sus hijos cosas que puedan hacer por ellos mismos. Los padres —por su parte— se llenan de gozo cuando ven las nuevas habilidades que sus hijos adquieren. Lo mismo debería ser con los pastores.  

NO ACAPARES LOS MINISTERIOS, COMPÁRTELOS 

A la luz de esto, los pastores no deberían acaparar los ministerios. En cambio, deberían compartirlos.    No seas un callejón sin salida, sé un conducto   Cuidar a la gente es de vital importancia para el pastorado, eso no entra en discusión. Pero si tu ministerio personal implica solamente cuidar a las personas, corres el riesgo de hacer a las personas dependientes de ti en lugar de equiparlas para recibir cuidado de parte de otros y para que ellas mismas cuiden a los demás.  De nuevo, la predicación, la enseñanza y la evangelización son cruciales para el ministerio pastoral. Pero digamos que llevas diez años en el pastorado y eres la única persona en la iglesia que comparte el evangelio regularmente, o el único que puede enseñar en la escuela dominical, o que puede predicar la Biblia. ¿Cuán sana sería tu iglesia?  No seas un callejón sin salida, sé un conducto. No acapares los ministerios, llena los platos de otras personas tanto como se pueda y después ayúdales a manejar sus ministerios.  Tentado a acumular  Muchos pastores son tentados a hacerlo todo ellos mismos. Especialmente si son los únicos con el título de pastor, la gente naturalmente los buscará para todo. Pero es labor tuya volver a educarles.  No solo eso, los pastores pueden ser tentados a acumular los ministerios puesto que hay algunas cosas que pueden hacer mejor que nadie en la iglesia. Pero será mucho mejor para tu iglesia aguantar algunas clases de escuela dominical que estén por debajo del estándar, y luego, unos meses o años después, ser alimentados por un maestro preparado que ha crecido bajo tu diligente formación. Será mucho mejor que tus miembros aprendan a escuchar y prestar atención a otros consejeros y que no intentes llevar todas sus cargas solo.   Un problema que acecha el corazón   Aquí acecha un problema del corazón. Nuestro orgullo se puede entusiasmar con una labor ministerial bien hecha, especialmente si esta labor es reconocida por los miembros de la iglesia. Por tanto, requiere verdadera humildad quitar el enfoque de ti mismo y ponerlo en otros. Requiere un sacrificio genuino asignarle a otra persona algo que tú podrías hacer mejor. Pero hazlo por el bien de esa persona y por el crecimiento de toda la iglesia en Cristo.  Si tu deseo es equipar a tu iglesia y ayudarla a crecer en madurez, entonces encontrarás tanto, o incluso más gozo en el ministerio de otra persona que en el tuyo propio. Ese gozo será contagioso. Ayudará a que brote toda una cultura de discipulado y formación ministerial en tu iglesia. 

CONSECUENCIAS PRÁCTICAS DE ESTA PERSPECTIVA  

¿Cuáles son algunas consecuencias prácticas de esta perspectiva de gozo en el ministerio de otros? Aquí tienes tres.  Comparte los ministerios  Primero, mantente atento para compartir los ministerios. Por supuesto, cualquier persona a la que encomiendes la enseñanza, la predicación o la consejería debería ser piadosa, teológicamente sana y demostrar compromiso e interés en ese ministerio. Pero no pongas el listón demasiado alto. Ten la voluntad de invertir capital con la congregación para entrenarles a aceptar un ministerio realizado por principiantes. A largo plazo, esto será mucho mejor para tu iglesia que tener un solo protagonista.  Piensa en la enseñanza pública: si tu semana normal está repleta de enseñanza y predicación, considera cuánto de ello podrías desviar gradualmente a otros ancianos, ancianos potenciales u otros hombres más jóvenes que muestran interés en el ministerio. O si tu iglesia tiene relativamente pocas actividades de enseñanza, considera cómo podrías multiplicar los tiempos de enseñanza para crear un contexto que permita el desarrollo de más maestros. Tal vez una serie temática de clases de escuela dominical podría ser una buena idea.  Afirma y motiva, además de proveer retroalimentación  Segundo, afirma y motiva los esfuerzos de otros, aunque sean esfuerzos titubeantes. Recuerda que lo que tú has hecho mil veces, tus discípulos, maestros y consejeros en formación lo están haciendo por primera vez.  Tu ánimo da fuerzas y vida, así que anima generosamente. Celebra incluso los éxitos más pequeños. Muestra a los miembros de tu iglesia que te deleitas en todo el fruto espiritual que dan, incluso si ellos mismos están desanimados o poco impresionados. Si quieres algo de inspiración en este sentido, lee el excelente libro Practicing Affirmation [Practicando la afirmación] de Sam Crabtree.  Por supuesto, necesitas también proporcionar comentarios de retroalimentación. Aprende a hacerlo con gracia y precisión. Si quieres que tu gente dé fruto, no solo plantes y riegues la semilla, sino que también quita las malas hierbas y amarra la joven planta a un poste para ayudarla a crecer recta.  Piensa un paso más allá  Tercero, piensa siempre un paso más adelante. No solo pienses en la persona que ministras, piensa en aquellos que la persona está —o pronto estará— ministrando. Considera lo que Pablo dice en 2 Timoteo 2:2: «Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros». Hay cuatro generaciones de cristianos en este versículo: Pablo, Timoteo, «hombres fieles» y «otros». Al igual que Pablo, un pastor que hace discípulos, siempre está pensando acerca del siguiente eslabón en la cadena relacional.  Pregunta a la persona que estás discipulando: «¿a quién estás discipulando?». Considera cómo tu plan anual de predicación puede ser usado no solamente para edificar a tu rebaño, sino también para levantar a otros predicadores en tu congregación. Encuentra formas de incorporar a otros en el ministerio que ya estás realizando. Pregúntate: «¿cuántas generaciones de cristianos está alcanzando mi ministerio regular? ¿Estoy solamente apagando fuegos espirituales o estoy entrenando una unidad completa de bomberos?».  Personalmente, pasé de estar paralizado por temor a los hombres a ser un evangelista bastante competente solamente acompañando a un amigo y escuchándole entablar conversaciones sobre el evangelio en el campus de nuestra universidad. Discipular implica ciertamente exponer a otros a tu propio carácter para que —por la gracia de Dios— puedan imitarlo. Pero también debería implicar exponerlos a la capacidad de tu ministerio para que ellos imiten esa capacidad en la medida que Dios les dé talentos y les capacite.  Por supuesto, casi todos los ministerios que los miembros de tu iglesia realizarán no serán públicos o fácilmente cuantificables. Aún así, deberías animarte y deleitarte con todos los ministerios que tus miembros llevan a cabo con la ayuda del Espíritu Santo; desde limpiar los baños de la iglesia hasta proveer comida para alguna persona mayor. Tu gozo en su crecimiento debería traducirse en su gozo en el crecimiento de otros. Discipula a toda tu gente para que sean hacedores de discípulos ellos mismos. 

NO SE TRATA DE SUMAR, SINO DE MULTIPLICAR 

Los pastores que se deleitan en el ministerio de otros pronto encontrarán que su ministerio consiste más en multiplicar que en sumar. Si compartes los ministerios, motivas los esfuerzos de otros y constantemente piensas en una generación o dos más allá, y por la gracia de Dios levantarás discípulos que harán otros discípulos. Y esto es solo el principio.  Oro para que encuentres gozo en el ministerio de tus miembros (como un gran guía de pesca y un padre que ama). Y oro para que Dios te conceda encontrar maneras para cultivar ese gozo en la tierra de tu ministerio diario.  Artículo original de 9Marks

Bobby Jamieson

Bobby Jamieson es pastor asociado de Capitol Hill Baptist Church en Washington, D.C. Él es el autor de los libros Understanding Baptism [Entendiendo el bautismo] y Understanding the Lord’s Supper [Entendiendo la Cena del Señor].

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