Vivimos en una cultura en la cual la importancia de la doctrina y el estudio de la teología son minimizadas.   Algunos consideran la teología como algo abstracto y meramente intelectual, con poca relevancia para la vida cristiana.  Otros la ven como una fuente de división y argumentos que amenazan la unidad entre cristianos.

En los últimos años, varias publicaciones por sociólogos han confirmado estas observaciones. Por ejemplo, Alan Wolfe en su libro La desaparición de la religión americana (2005), titula uno de sus capítulos, “La extraña desaparición de la doctrina del protestantismo conservador”.  Wolfe mantiene que el hablar sobre temas como el infierno, el juicio, y aun el pecado, han sido reemplazados por un lenguaje libre de prejuicios; es decir, un lenguaje que enfatiza la empatía. Él dice que para muchos que se identifican como cristianos, el ser “espiritual” tiene mucho más importancia que la doctrina correcta. Esta falta de énfasis sobre la doctrina no son solamente las opiniones personales de individuos que no tienen conexión con la iglesia local. De acuerdo a Wolfe, la desaparición de la teología también caracteriza la práctica de muchas iglesias evangélicas. Él escribe que muchas iglesias evangélicas no enfatizan la doctrina “porque quieren atraer nuevos miembros.”

¿Cómo debemos reaccionar a este tipo de postura sobre la doctrina?

Primeramente, debemos entender que desde un punto de vista histórico, la falta de énfasis en la doctrina no es algo nuevo que ha aparecido en nuestro horizonte. El teólogo Benjamin B. Warfield, escribió en 1896, en un ensayo titulado “el derecho de la teología sistemática”, acerca de aquellos que decían que el cristianismo no consiste en “dogmas” o doctrinas sino en “hechos”.  Es decir, algunos sostenían que el cristianismo tiene que ver con los grandes hechos de la redención, no tanto con puntos teológicos.  En su respuesta, Warfield mantenía que este tipo de pensamiento está basado en una confusión porque separa dos cosas que la Biblia mantiene unida.  Es cierto, el cristianismo está basado en hechos, pero estos hechos reciben una interpretación de parte de Dios y por lo tanto son doctrina.

Warfield estaba en lo correcto, las escrituras no presentan una dicotomía entre doctrina y una relación íntima con el Señor.  No hay que escoger entre los dos.  El profesor D. A. Carson, en una charla varios años atrás, dijo que al igual que no hay que escoger entre el ala derecha e izquierda de un avión, tampoco hay que escoger entre doctrina y una relación personal con Dios. Este punto se puede enfatizar un poco más. Cuando miramos las escrituras podemos ver que la Biblia no solo enfatiza la importancia de la doctrina (Judas 3; 2 Tim. 1:13), sino que llega más lejos al insistir que la sana doctrina es necesaria para poder tener una relación íntima con el Señor.

La doctrina no es solamente importante, es esencial

Hay muchos pasajes bíblicos que enseñan este punto, pero uno de los más interesantes es 1 Juan 1:1-4.  Las epístolas de Juan fueron escritas al final del primer siglo (ca. 90-95).  En esta epístola, Juan confronta una especie de falsa enseñanza que algunos estudiosos identifican como una manifestación temprana de lo que eventualmente llegó a ser el gnosticismo, aunque el gnosticismo en sí no surgió hasta el segundo y tercer siglo. A pesar de los problemas en identificar exactamente la falsa enseñanza que esta epístola confronta, es claro que los falsos maestros negaban que Jesús era el Cristo (1 Jn. 2:22). Es probable que los falsos maestros no estuvieran negando que Jesús era el Mesías prometido en el A.T., sino que negaban que el hombre Jesús fuera la misma persona que el Cristo, el hijo de Dios.  En otras palabras, ellos hacían una separación entre Jesús, el hombre, y el Cristo.  Junto con esto, también negaban que el Cristo se hizo carne (1 Jn. 4:2; 2 Jn 7).

Con este contexto en mente, es interesante ver cómo Juan comienza su epístola.  Él comienza enfatizando que él, junto con los otros apóstoles, fueron testigos de la persona de Jesús.  Lo que hemos “oído,” “visto” y “palpado” acerca “del Verbo de vida,” “os proclamamos también a vosotros.”  En otras palabras, Juan está enfatizando el mensaje acerca de la persona de Cristo que los apóstoles han predicado y declarado a las iglesias. Tal proclamación era muy distinta al mensaje que estos falsos maestros estaban predicando. Ahora, en el verso 3, Juan dice algo muy importante.   Él dice que este “mensaje” o podemos decir, esta “enseñanza” (doctrina) acerca de Jesús (cf. 2 Jn 9), forma la base para la comunión entre “nosotros” y la iglesia.  No solamente esto, sino que Juan le recuerda a la iglesia, que el tener “comunión con nosotros” es tener “comunión con el Padre y su hijo Jesucristo” (v. 3).  En otras palabras, Juan está haciendo hincapié en estos versos que el tener comunión con Dios y con Su Hijo Jesucristo, y todo lo que esta “comunión” implica, está basada en aceptar el mensaje que los apóstoles han declarado acerca de Jesús.  Esta “enseñanza” o “doctrina” acerca de Jesús viene a ser la fuente de nuestra “comunión” con Dios y Su Hijo y la base de nuestra unidad con otros hermanos en la fe. Así que, de acuerdo al apóstol Juan, la doctrina no es solamente importante, es esencial para yo poder tener esta “koinonia” con nuestro Dios y Salvador, Jesucristo.

Josué Pérez

Josué Perez (Ph.D. Drew University) es profesor de teología y director de Estudios Interdisciplinarios en Nyack College, y sirve como anciano en su iglesia local en el estado de New Jersey donde vive junto a su esposa y dos hijos.

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