¡Cuán romántico, es soñar con un amor no realizado! ¿Me ama? ¿No me ama? ¡Cuán triste para una margarita, perder sus hojas por una ilusión! Y ser rechazada si la contestación final es “no me ama.” He estado en ese lugar, indefensa, lastimada, quebrada, despojada, cuestionada, deshojada… Cuando dimos el sí para la nueva aventura que emprendería nuestra familia al trasladarnos a Colorado, sabía que los cambios serían muchos: emocionales, físicos y espirituales. No fue lo más díficil, pero sí lo que mas confrontó mi vida, desprenderme de lo que era mío. A pesar de no tener un estilo de vida consumista, tenía muchas cosas (demasiadas) a las que me aferraba sin saberlo. Los días de decidir lo que se vendería y cual sería su precio fueron los mas fuertes. Entonces recordé la historia del joven rico, aquel que tanto juzgamos por afligirse al pedírsele que vendiera todo lo que tenía. Era un joven que conocía la ley y buscaba cumplirla y ante su pregunta Jesús “mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.” (Marcos 10:21-24) En esos días muchas veces dí la espalda, me aferré a una pertenencia diciendo: “esto es mío, trabajé para tenerlo, no quiero dárselo a otra persona.” Y era ahí, que sentía como se me caía un pétalo y escuchaba en mi corazón la pregunta, «¿me amas?» Y como Pedro le contestaba “Sí, Señor; tú sabes que te amo.” (Juan 21:15-19) Una y otra vez, «¿me amas? ¿me amas? ¿me amas? ¿me amas?», “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo.” Hasta que un día me quedé deshojada; pensé que todo estaba perdido, una casa vacía, un llavero sin llaves, lo poco que quedaba en un barco; un camino incierto. Sin embargo, sin saberlo me quedaba con lo más importante; la confianza en Dios. Hoy tengo otro llavero con llaves nuevas, dispuesta a entregarlas cuando sea. A veces no son las cosas materiales las que agarran nuestra confianza, puede ser nuestras relaciones, el trabajo o las preocupaciones. Sin embargo para poder ganar lo que verdaderamente importa es necesario poner nuestra confianza en el lugar correcto, Dios. Aquella margarita murió pero han nacido otras, que en su momento serán deshojadas para volver a responder en medio del dolor “Sí, Señor; tú sabes que te amo.”
Publicado primeramente en Mujer Balanceada