¿Debe una pareja gay convertida permanecer casada?

La pregunta de hoy es una con la que un montón de pastores se enfrentan. Lo sé porque la veo aparecer con frecuencia en la bandeja de entrada. A medida que las personas se encuentran con Cristo, son convertidas y son llamadas a vivir de manera diferente de las pasiones que tenían antes de su conversión, surge una infinidad de preguntas acerca de sus condiciones de vida. Esta pregunta tuvo su origen en un seguimiento que se le hizo a una oyente llamada Cameron. “¡Hola, Pastor John! En un episodio pasado, “El divorcio, las segundas nupcias y cómo honrar a Dios” usted afirmó que las personas deben permanecer en ese segundo matrimonio, aun cuando éste se haya contraído de manera equivocada. Usted dijo: ‘Una relación prohibida se puede convertir en una relación santa y consagrada’. Mi pregunta va en esa línea. ¿Se aplica este principio también a las personas involucradas en matrimonios del mismo sexo o en las relaciones polígamas? Después de la conversión, ¿les aconsejaría permanecer en relaciones similares para que puedan ser, de algún modo, consagradas? ¿Qué hace que esas situaciones sean diferentes, según su criterio?” No, yo no recomendaría que dos hombres o dos mujeres, que viven juntos y practican la homosexualidad, sigan en esa relación. Las razones son varias. Las situaciones son diferentes entre un hombre y una mujer que contraen un matrimonio que no debió haberse contraído y dos hombres que se involucran en una relación en la que no debieron involucrarse. Permíteme tratar de explicar cuáles son algunas de esas diferencias por las que, según mi criterio, no recomiendo que sigan en esa relación.

Un matrimonio verdadero

La razón por la que adopté la postura de que un hombre y una mujer que contraen matrimonio que no era debido deben permanecer en ese matrimonio y buscar consagrarlo al Señor es porque la Biblia, aunque no condena contraer ese matrimonio, lo llama un matrimonio, de todos modos. “Dos hombres o dos mujeres que se involucran en una relación de unión sexual con promesas no es un matrimonio”. Esto es lo que dice en Lucas 16:18: “Todo el que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio [así que no lo hagan, en otras palabras]; y el que se casa con la que está divorciada del marido, comete adulterio”. Él usa la palabra “Casarse”, no simplemente “dormir con”. Él lo llama matrimonio. Jesús le dice a la mujer que se había casado cinco veces, “Bien has dicho: “No tengo marido”, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido” (Juan 4:17-18). Jesús hace la diferencia entre los cinco maridos y ese hombre, aun cuando está viviendo con él. Él dice: “No, ese no es tu marido. Los otros, sí; pero éste, no”. Entonces, llego a la conclusión de que, aunque fue un acto de adulterio casarse en las condiciones que Jesús desaprueba en Lucas 16, aún así se lo considera un matrimonio. El matrimonio es un pacto fiel entre un hombre y una mujer. Por lo tanto, alentaría a esa pareja a arrepentirse de lo que hicieron mal, pedir perdón y consagrar su unión que, aunque no debió haber sucedido, puede ser santificado delante del Señor.

No es un matrimonio

Pero dos hombres o dos mujeres que se involucran en una relación de unión sexual con promesas no es un matrimonio. No es un matrimonio. No puedes consagrar a un matrimonio que no se debió haber contraído si no es un matrimonio en absoluto. La unión de dos hombres o dos mujeres no es un matrimonio gay: no es un matrimonio. No me gusta la idea de que tantas personas estén dispuestas a usar el término “matrimonio gay” en vez de llamarlo de otra manera, pues no existe tal cosa en el universo como el llamado “matrimonio gay”. El matrimonio, el cual Dios ha definido en este mundo según Su Palabra, no es un hombre en unión con otro hombre. Esa es nuestra imaginación. Su definición es algo como esto. Jesús cita en Génesis 2:24: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Allí fue Jesús en Mateo 19 y en Marcos 10, y allí fue Pablo en Efesios 5, cuando estaban buscando dar la definición más esencial del matrimonio. Esa es la razón principal por la que una relación puede ser consagrada como un santo matrimonio y la otra no. Una es un matrimonio y la otra, no lo es, sin importar cuántas miles de veces los legisladores, las leyes, los jueces y los comentaristas de noticias digan que lo es. No es un matrimonio. Esa es la primera diferencia.

Hechos vergonzosos

Esta es la segunda razón por la que por la que recomendaría que dos hombres o dos mujeres involucrados en dicha relación no deben intentar consagrarla, sino que deben salir de ella. La segunda razón por la que hago la diferencia entre un hombre y una mujer que contraen matrimonio que no es debido y dos hombres que se involucran en una relación indebida es que no puedes considerar honroso lo que Dios ha dicho que, por naturaleza, es deshonroso. “Ninguna cantidad de arrepentimiento, fe o consagración puede convertir lo que por naturaleza es deshonroso y vergonzoso en un acto que es puro”. En otras palabras, la conducta homosexual no está mal simplemente porque se nos haya ordenado que no la practiquemos. Está mal porque, por naturaleza, es deshonrosa y vergonzosa. En otras palabras, las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer no son, por naturaleza, deshonrosas ni vergonzosas. Pero las relaciones sexuales entre dos hombres o dos mujeres, sí son por naturaleza deshonrosas y vergonzosas, según Romanos 1:26-27. Romanos 1:26-27 dice lo siguiente: Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes; porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza; y de la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío. Ninguna cantidad de arrepentimiento, fe o consagración puede convertir lo que por naturaleza es deshonroso y vergonzoso en un acto que es santo, puro u honroso. Es por ello que alentaría a dos hombres o a dos mujeres involucrados en tales hechos a renunciar al pecado, arrepentirse, pedir perdón en el nombre de Jesús y a no volver a hacer provisión alguna para la carne, como lo dice Pablo en Romanos 13:14.

¿Qué sucede con la poligamia?

Cuando hice un programa sobre la poligamia hace tres meses en el episodio 1304: “¿Apoya Jesús la poligamia en la parábola de las diez vírgenes?”. Tal vez pueda recomendarle a Cameron que escuche ese programa para conocer algunos pensamientos sobre ese tema. No se trata exactamente del mismo problema cuando surge también el tema de la homosexualidad. No se trata del mismo problema pues no involucra los actos sexuales que, por naturaleza, son deshonrosos y vergonzosos. Pero tampoco está en conformidad con la voluntad original de Dios en cuanto al matrimonio, según Génesis 2:24. Tampoco puede ser consagrado de la misma manera que el matrimonio de un hombre y una mujer. El objetivo es ayudar a los que se dan cuenta de eso a encontrar la manera más justa y llena de gracia para terminar una relación polígama. Eso no será fácil y se necesitará muchísima sabiduría, especialmente en contextos misioneros.

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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