Durante mi primer año en el seminario, me encontré con una cita que transformaría profundamente mis relaciones: con Dios, con los más cercanos a mí y con las personas que aconsejaría. Fue un año en que las Escrituras aparecieron frente a mí como una serie de fragmentos. Todos eran buenos fragmentos, pero a las piezas parecía faltarle coherencia, y esa falta de coherencia muchas veces dolía. Así que estaba atento a los libros e ideas que me ayudarían a ver las Escrituras como una historia en lugar de una antología de historias cortas. Estaba leyendo el libro de J. Gresham Machen titulado “The Christian View of Man” [Cómo el cristiano ve al hombre] con eso en mente y un comentario captó mi atención. Era algo como esto: ya que Dios es personal, el ser humano también lo es. ¡Ah, he aquí un gran principio unificador para Machen! Tal vez podría serlo también para mí. Entonces busqué en el libro cómo él definía personal, pero nunca lo encontré. No obstante, tomé nota de esa observación. Por esa época, leí “Biblical Theology” [Teología Bíblica] por Geerhardus Vos. Él escribió tan bien acerca de Cristo como el centro de las Escrituras que me llevó en una dirección en la que todavía me encuentro. Como resultado de ese libro, empecé a seguir la literatura de Vos (y los libros para niños de Catherine Vos) y fue así como me encontré con la frase. Vos me dio una perspectiva de Dios como un ser personal que fue tanto cognitiva como espiritualmente satisfactoria. “Ser cristiano es vivir la vida no meramente en obediencia a Dios, tampoco en mera dependencia de Dios, ni siquiera meramente por amor a Dios; es permanecer en una comunión consciente y recíproca con Dios, es identificarse con Él en pensamiento y propósito y obra, y recibir de Él y también darle a Él, en una incesante interacción de fuerzas espirituales” (“Redemptive History and Biblical Interpretation” [Historia redentora e interpretación bíblica], 186). De ida y vuelta A pesar de todos los años que han pasado, todavía recuerdo lo que fue leer esas líneas. “Ser cristiano es…”, Vos me está dando su entendimiento del corazón de la vida cristiana. Soy todo oídos. “No meramente obediencia a Dios… no meramente dependencia…”. ¿Cuál es su punto? ¿Se ha apartado Vos hacia la heterodoxia y fui el último en enterarme? “Es permanecer en una comunión consciente y recíproca… recibir de Él y también darle a Él, en una incesante interacción de fuerzas espirituales”. A eso se refería Machen con la palabra personal. Algo se desbloqueó en mi interior. Hoy esa cita aparece de alguna forma cada vez que digo o escribo la frase “de ida y vuelta”. Nuestra relación con Dios depende de palabras en las que las conversaciones pasan de uno a otro. Dios dice “Hablemos” (Is 1:18). La conversación puede empezar con Él o conmigo. Dios dice: “¿Qué hay en tu corazón? Dime” (Sal 62:8). Entonces yo le digo y Él escucha lo que digo. Me responde con compasión o simplemente disfruta que u hijo hable sobre lo que es importante para él, y Él actúa. Entonces continúa hablando, a través de Su Palabra, por Su Espíritu, y me concede ser impactado y cambiado por lo que dice. De ida y vuelta. Comunión recíproca. Una incesante interacción de seres espirituales. Llevados a Dios en Cristo Moisés viene a mi mente. Luego del éxodo de Egipto y la inmediata decadencia del pueblo en la idolatría, Dios le habló a Moisés acerca del pueblo “que sacaste de la tierra de Egipto” (Ex 32:7). Debido a que Moisés no protesta, Dios le habla acerca de cómo Su ira consumidora se puede encender contra el pueblo. Entonces, Moisés entiende que Dios lo está llamando a responder y él acepta la invitación. Apela a las promesas pasadas de Dios a Su pueblo, Su reputación frente a las naciones y el hecho de que son “Sus siervos… Su descendencia”. En respuesta, el Señor “desistió” (Ex 32:14). Y el intercambio continúa. El Señor dice: “Mi ángel irá delante de ti” (Ex 32:34). Por si acaso Moisés se perdía una nueva invitación a hablar, el Señor aclara “Yo no subiré en medio de ti” (Ex 33:3). Moisés, quizá animado por la conversación previa, respondió: “Si Tu presencia no va con nosotros, no nos hagas partir de aquí” (Ex 33:15). La respuesta de Dios nuevamente es simple: “También haré esto que has hablado” (Ex 33:17). De ida y vuelta. Esta serie de intercambios entre Dios y Moisés alcanza su cenit cuando el Señor revela que Su misericordia y fidelidad ahora se expresarían en el perdón de pecados (Ex 34:6-7), lo que significa que Moisés no sería el único que podría relacionarse con Dios con confianza. Y entonces vienen los Evangelios a la mente. “El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1:29) desciende la escalera que separa el cielo de la tierra, y Su rostro se dirige hacia todo Su pueblo de la forma más íntima. Jesús habla, nosotros escuchamos y somos transformados por lo que dice, y luego nos invita a hablarle y Él, Dios mismo, es afectado por nuestras palabras. Esto es lo que Dios logró en el evangelio. En Cristo, hemos sido llevados a Dios (1P 3:18). Como Abraham, ahora somos llamados amigos de Dios (Jn 15:15) y tenemos una conversación con Él. Desbordamiento personal Ahora Dios me ha colocado entre Su pueblo. Esto significa que Él me ha acercado a Sí mismo y me invita a hablar —mientras más palabras, mejor— en un intercambio personal de conocer y ser conocido. De hecho, Él desea esa cercanía personal ¿Quién lo hubiera pensado? Cuando miro cómo esto ha echado raíz en mi corazón, noto que tengo más deseos de orar. Le hablo a Dios acerca de lo bueno y lo difícil, y a menudo lo hago sin incluir ninguna petición. Con más frecuencia le digo que lo amo. Pienso que esto ha aumentado el temor del Señor en mi vida en lugar de enmarcar mis oraciones como si fueran una simple conversación casual entre amigos. Este desbordamiento ciertamente ha afectado mi relación con mi esposa. Antes de que los tratos personales de Dios se volvieran parte de mí, yo invitaba a mi esposa a que me abriera su corazón, pero yo no habría tanto el mío, no porque estuviera avergonzado o porque ella no estuviera dispuesta a escuchar, sino porque yo estaba más interesado en escuchar sobre ella de lo que estaba en hablar acerca de mí mismo. Ahora, cada día, me preparo. ¿Qué hay en mi corazón hoy que quisiera hablar con Sheri? Y claro, luego me propongo hablarlo también con el Señor quien tiene cuidado de mí (1P 5:7). Cada semana esto se manifiesta también en mi consejería. Por ejemplo, luego de que alguien abre su corazón conmigo, en algún punto digo: “Hablemos de estas cosas con el Señor”. Con las personas ansiosas, la invitación de Dios a hablar con Él es el mensaje central. Filipenses 4:5-6 captura la esencia de esto: Dios está cerca, así que no estés ansioso y no trates de controlar tu mundo, háblale. Examina tus pensamientos. Encuentra palabras para tu ansiedad. ¿Qué te dicen tus preocupaciones? Por lo general, hay un mensaje en ellas. En mi enseñanza, los salmos aparecen con mayor frecuencia. Después de todo, son lecciones acerca de cómo hablar con Dios. Por lo general, sugiero que cada salmo es la respuesta a una pregunta. “Dime”, dice el Señor “¿qué hay en tu corazón?”. Lo mismo ocurre en mis escritos, uno de mis más recientes libros se titula “Created to Draw Near” [Creado para acercarse]. Vos fue usado para iniciarme en este camino hace décadas. Un intercambio infinito A medida que observo el mundo a mi alrededor, encuentro que este intercambio es tan fundamental para los caminos de Dios y Su Reino que se desborda por todo el mundo. Por ejemplo, buenos amigos abren sus corazones entre ellos. Los cónyuges abren sus corazones entre ellos. Eso es lo que haces con las personas cercanas a ti. Cuando te retraes se siente como una traición. En resumen, he aquí una larga cita de un teólogo holandés que ha tocado mi corazón y quise compartirla contigo. “Ser un cristiano es…”, ¿obedecer? ¿Depender de Dios? ¿Glorificarle? Sí, todas estas, pero deja que tu respuesta sea transformada por el Dios personal que nos creó a Su imagen para que participáramos en el placer del intercambio infinito de palabras habladas en amor, y que lo hiciéramos como ninguna otra criatura puede hacerlo. Este artículo se publicó originalmente en Desiring God.