Cuida tu salud: tu cuerpo le pertenece a Dios

Tu cuerpo no te pertenece: es de Dios, creado y redimido por Él. Cuídalo, nútrelo y úsalo para su gloria. Si quieres correr para ganar, cuida tu salud.
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Cuando era joven, frecuentemente escuchaba a las personas mayores hablar acerca del deterioro de sus cuerpos y de su mala salud. Me cansé de oírlos decir cómo su fuerza había disminuido y cómo sus dolores y molestias habían aumentado. Insistían en que solían poder comer lo que quisieran sin que les afectara, pero ahora prácticamente todos los alimentos les producían indigestión. Aunque antes podían dormir profundamente en cualquier condición, ahora cualquier circunstancia inusual los mantenía despiertos durante toda la noche.

Estaba convencido de que eran solamente quejas inútiles. Pero llegué a los treinta y tantos, y comencé a notar que no me recuperaba de la actividad tan rápido como antes, que pasaba más y más noches mirando al techo deseando estar profundamente dormido. Llegué a los cuarenta y descubrí que algunas de mis comidas favoritas ya no me sentaban bien. Fue entonces cuando me di cuenta de que no sería la excepción. Yo también experimentaría un prolongado deterioro en mi salud y una vasta disminución en mis habilidades. Yo también tendría que aumentar mis esfuerzos para mantener mi salud.

Cualquier atleta perfecciona su cuerpo y mantiene su condición física a través de un riguroso régimen de entrenamiento. Si no lo hace, sus habilidades disminuyen y se quedará muy atrás en la competencia. Aunque es posible que no seas un atleta, estás corriendo la carrera de la vida. Y mientras corres, dependes de tu cuerpo y tienes la responsabilidad de cuidarlo. Si vas a correr para ganar, necesitas cuidar tu salud.

Cualquier atleta perfecciona su cuerpo y mantiene su condición física a través de un riguroso régimen de entrenamiento. / Foto: Unsplash

Dos veces propiedad

En otras ocasiones hemos hablado del concepto de la mayordomía en relación con el dinero. Tu dinero es propiedad de Dios y Él te distribuye una parte para que actúes como Su representante. Él te llama a administrarlo con fidelidad. Como propietario, Dios tiene derecho a tu dinero y, como mayordomo, tú tienes la responsabilidad de tu dinero. Lo que es cierto para tus finanzas es cierto para tu cuerpo. Tu cuerpo también es propiedad de Dios. De hecho, si eres cristiano, tu cuerpo es doblemente propiedad de Dios.

Dios es dueño de tu cuerpo como su creador. Él hizo a mano cada pedacito de tu ADN. David celebra el buen diseño de Dios en el Salmo 139, donde dice: “Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te daré gracias, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son Tus obras, y mi alma lo sabe muy bien” (13-14). El cuerpo de David realmente era posesión de Dios, cuidadosa y deliberadamente diseñado y asignado a él. Lo mismo es cierto de ti: Dios es dueño de tu cuerpo porque Él lo creó.

Dios también es dueño de tu cuerpo como su Salvador. Te habías rebelado contra Dios y pecaminosamente reclamaste tu cuerpo como tuyo. Decidiste negar el derecho de Dios sobre tu cuerpo y afirmarlo como tu propiedad. Pero Dios te apartó de esta rebelión traicionera y, cuando aceptaste Su oferta de perdón y reconciliación, cediste todos tus derechos y restauraste la propiedad a su legítimo dueño. A cambio, Dios realmente empezó a morar dentro de tu cuerpo. Entonces Pablo pregunta: “¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos? Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo” (1Co 6:19-20). Por esa razón él puede apelar a ti y a todos los demás cristianos a “que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes” (Ro 12:1). Presentar tu cuerpo como sacrificio vivo es presentar todo lo que tienes y todo lo que eres a Su servicio, ponerlo todo bajo Su autoridad.

Tu cuerpo no te pertenece. Tu cuerpo es de Dios, para ser cuidado como Él lo exige, para ser dedicado a Su servicio.

Tu cuerpo no te pertenece. Tu cuerpo es de Dios, para ser cuidado como Él lo exige, para ser dedicado a Su servicio. / Foto: Unsplash

Lo que Dios espera

¿Qué espera Dios, el dueño de tu cuerpo, de ti, como Su mayordomo? Él espera que lo presentes, lo administres, lo nutras y lo utilices.

Debes presentar tu cuerpo. Eres una persona completa, tu cuerpo y tu alma están cuidadosamente entretejidos. Como vimos en Romanos 12, debes rendirle a Dios todo lo que eres, sin guardarte nada. Tu cuerpo le pertenece a Dios y debes usarlo para Sus propósitos. Por lo tanto, Dios te llama a entregarle tu cuerpo, a dedicarlo a Su servicio, a destinarlo a Sus propósitos.

Debes ser mayordomo de tu cuerpo. Cuando entregas tu cuerpo, reconoces que no te pertenece a ti, sino a Dios. Así como eres responsable de administrar fielmente tu tiempo y tu dinero, eres responsable ante Dios de administrar fielmente el cuerpo que te ha asignado. Debes usar tu cuerpo sabiamente, y usarlo de maneras que traigan gloria a Dios. Después de todo, “no se pertenecen a sí mismos? Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo” (1 Co 6:19-20).

Debes cuidar tu cuerpo. Hay una unidad inseparable entre el cuerpo, la mente y el alma. Cuando descuidas tu cuerpo, a menudo encontrarás que tu alma está pesada y tu mente a oscuras. Pero cuando lo cuidas, tiendes a encontrar tu alma alegre y tu mente iluminada. Puedes ver algo de esto en la oración de Juan por su amigo Gayo: “Amado, ruego que seas prosperado en todo así como prospera tu alma, y que tengas buena salud” (3Jn 2).

Así como eres responsable de administrar fielmente tu tiempo y tu dinero, eres responsable ante Dios de administrar fielmente el cuerpo que te ha asignado. / Foto: Pexels

Para que Gayo pudiera ser lo más activo y eficaz posible en la obra de Dios, debía tener un cuerpo sano y un alma sana. Si deseas cuidar tu alma y tu mente, debes nutrir tu cuerpo. Para honrar a Dios en todo lo que eres, debes comer bien, hacer ejercicio con frecuencia y descansar regularmente.

Debes utilizar tu cuerpo. La piedad interior tiene que manifestarse por medio de actos de bondad externos. Santiago muestra la unidad de la fe y las obras en esta ilustración: “Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de ustedes les dice: ‘Vayan en paz, caliéntense y sáciense’, pero no les dan lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta” (Stg 2:15-17). El amor de Dios en tu corazón se muestra por las obras de tus manos. Los jóvenes están en su apogeo físico y tienen la doble responsabilidad de usar esa fuerza para el bien de los demás. “La gloria de los jóvenes es su fuerza”, dice Salomón “y la honra de los ancianos, sus canas” (Pro 20:29).

Muchas personas en la actualidad siguen creyendo en una forma de la antigua enseñanza del gnosticismo. Creen que el alma tiene una gran importancia, mientras que el cuerpo es simplemente un recipiente inútil para ser usado o abusado. Pero, como cristianos, vemos que hay una unidad mucho mayor que esta. Cuidar del cuerpo es cuidar del alma.

¡Hazlo ahora! Con eso en mente, consideremos cómo puedes comenzar ahora mismo a proteger tu salud.

La piedad interior tiene que manifestarse por medio de actos de bondad externos. / Foto: Pexels

Haz un plan para estar en forma. Pablo advierte que “el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura” (1Ti 4:8). Esta es una advertencia para no  descuidar la salud espiritual en favor de la salud física. Pero no disminuye la importancia de estar en forma, porque Pablo todavía reconoce que esta “aprovecha poco”. Aunque sabemos que la fuerza física es efímera, que alcanza su punto máximo temprano y entra en un largo declive, también sabemos que nuestros cuerpos, mentes y espíritus funcionan mejor en un cuerpo en forma que en uno que no lo está. Planifica ponerte y mantenerte en forma con una alimentación prudente y moderada y ejercicio vigoroso y regular.

Evita la ociosidad. Un breve estudio de la enseñanza bíblica de este tema demostrará que gran parte de nuestra vida poco saludable es el resultado de la ociosidad, de la negativa a dar prioridad a nuestros cuerpos. Cuídate de la ociosidad que te mantiene en el sofá cuando deberías estar activo.

Evita la glotonería. Se dice muy poco sobre el pecado de la glotonería en nuestros días. Muchos cristianos se esfuerzan correctamente por protegerse contra el orgullo, la lujuria y la codicia, mientras fallan al no abordar su falta de autocontrol en la comida. Si te encuentras constantemente tentado a abrir la despensa y el refrigerador o si siempre necesitas llenar la mesa de postres, esto puede decir más acerca de ti de lo que crees. Como escribe Jerry Bridges: “La persona que se entrega en exceso a su cuerpo en este punto encontrará cada vez más difícil mortificar otras acciones pecaminosas del cuerpo. El hábito de ceder siempre al deseo de comer o beber se extenderá a otras áreas”. La comida es un gran regalo, pero es un dios terrible. Aprende a practicar el autocontrol en la comida y renuncia a cualquier señal de glotonería.

Muchos cristianos se esfuerzan correctamente por protegerse contra el orgullo, la lujuria y la codicia, mientras fallan al no abordar su falta de autocontrol en la comida. / Foto: Unsplash

Prepárate para el deterioro. La fuerza alcanza su punto máximo en poco tiempo y disminuye durante muchos, muchos años. A medida que tu cuerpo e incluso tu mente se debiliten, habrá muchas nuevas tentaciones para pecar. Lee Eclesiastés 12:1-8 como un anticipo de tu propia biografía y pregúntate: “¿Qué me sustentará en ese día?”. La respuesta es simple: un carácter piadoso. Nada más que un carácter piadoso te sostendrá a medida que tu cuerpo se deteriore y tu mente se debilite. Aunque prestes atención a tu salud física, no descuides tu bienestar espiritual.

¡Corre para ganar! Existe una estrecha conexión entre la salud física y la salud espiritual. De hecho, existe una estrecha conexión entre la salud física y cualquier otro tipo de salud: mental, emocional, relacional, etc. Cuando tu cuerpo no es saludable, y especialmente si es por negligencia, es poco probable que el resto de tu vida esté bien y en forma. Haz que sea una prioridad cuidar el cuerpo que Dios te ha dado. Debes saber que, si quieres  correr para ganar, debes cuidar tu salud.


Publicado originalmente en Challies.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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