Hace unos días me enfadé con una hermana de la iglesia. Ella y yo habíamos sido asignadas a un proyecto y cuando me acerqué a ella para preguntarle si podía hacerse cargo de un detalle su respuesta fue “no”.
Inmediatamente, sentí mi orgullo elevarse haciéndome pensar que yo siempre hago más. Me quejé en mi corazón y sentí el deseo de ir con mi líder y murmurar. Pero Dios, en Su bondad me ayudó a frenar mi lengua recordando Su Palabra para llevarme a la verdad.
Aquí te quiero dejar una serie de verdades para recordar cuando sientas deseos de murmurar.

1. Recuerda que la murmuración (el chisme) es pecado
Por si no tienes claro qué es la murmuración o el chisme, la Real Academia de la Lengua Española define el chisme como: “Noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna”.[1]
Proverbios 21:13 describe el chisme así: “El que anda en chismes revela secretos, pero el de espíritu leal oculta las cosas”.
El chisme puede ser una noticia verdadera pero innecesaria. Una noticia que la persona oyente no necesita conocer. Yo quise compartirle a la líder del proyecto mi frustración, pero me detuve. Y Dios resolvió el asunto; así que haber comunicado tal noticia hubiera sido innecesario.

2. Recuerda que la lengua puede destruir
Me encuentro estudiando el libro de Santiago con las mujeres de mi iglesia. Y, precisamente, vamos llegando a la porción donde habla acerca del daño que puede provocar nuestra lengua.
Observa con atención el lenguaje que usa el autor, este no es nada suave. Las palabras de Santiago son palabras duras que deberían hacernos tener miedo de nuestra propia lengua:
Así también la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, se jacta de grandes cosas. ¡Pues qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego! También la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de nuestra vida. Porque toda clase de fieras y de aves, de reptiles y de animales marinos, se puede domar y ha sido domado por el ser humano, pero ningún hombre puede domar la lengua. Es un mal turbulento y lleno de veneno mortal (Stg 3:5-8).
¡Qué tan grande daño puedo crear al manchar la imagen de mi hermana!

3. Recuerda que tu hermana fue comprada por la sangre de Cristo
Cuando sentimos el deseo de hablar en contra de alguien, ya sea que tengamos la razón o no, debemos pensar primeramente que la otra persona es de alto valor para Dios. Mi hermana ha sido comprada por el precio de la sangre de Cristo:
¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos. Porque han sido comprados por un precio…” (1Co 6:20).
Mi hermana no se pertenece a sí misma, ella le pertenece a Dios ¿Estaría dispuesta a criticar y chismear en contra de una hija amada de Dios tan fácilmente?

Santiago en su carta sigue exhortándonos de esta manera hablando de la lengua:
Con ella bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la imagen de Dios. De la misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así (Stg 3:9-10).
Cuando hablo mal en contra de alguien, debo ser cuidadosa porque se trata de la imagen de Dios.

4. Recuerda que Dios continúa haciendo Su obra en Sus hijas
Al día siguiente que pasó este incidente me encontré con mi hermana. Vi su sonrisa y Su servicio al Señor (no de la forma exacta como yo quería que lo hiciera) y no pude evitar alabar a Dios.
¡Gloria a Dios por Su obra en mí, que me hizo callar para no criticar ni quejarme de ella en la primera oportunidad!

La obra de Dios en mí debe llevarme a callar cuando quiero dañar a otros con mis palabras. Pero, Dios también quiere hacer algo aún más glorioso, Dios quiere que la situación no solamente se quede en neutral, sino que vaya a lo positivo, a lo que construye y nos hace crecer. En Filipenses 2 somos exhortadas a ir mucho más allá de no quejarnos y murmurar, somos llamadas a buscar activamente la unidad en el cuerpo de Cristo y a considerar a las demás mujeres de nuestra iglesia como más importantes que nosotras:
Por tanto, si hay algún estímulo en Cristo, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto y compasión, hagan completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito. No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás (Fil 2:1-4).
Me pregunto qué hubiera pasado si yo le hubiera dado rienda suelta a mi lengua. Cuán grandemente pude haber herido a mi hermana. El ministerio que tenemos por delante juntas pudo haber sido interrumpido o aun cancelado por nuestras fricciones y riñas.
Pero al cubrir la falta (si es que la hubo) imito a Cristo y Su obra continúa en acción.
Así que, hermana, no le des rienda suelta a tu lengua.
[1] https://dle.rae.es/chisme
