¿Qué sucederá contigo cuando mueras?

¿Qué es más triste que creer en la nada después de la muerte? Morir esperando el olvido… y despertar frente al juicio del Dios vivo. ¿Estás preparado para ese día?
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¿Qué crees que te sucederá después de morir? Los ateos creen en la aniquilación tras la muerte. Los budistas y los hindúes dicen que el alma de los muertos se reencarna muchas veces antes de alcanzar el nirvana. Los griegos creen que el alma debe ser transportada a través del río Estigia hasta el Hades, por lo que colocan monedas sobre los ojos de los muertos para pagar al barquero. Los católicos romanos creen que los espíritus de los creyentes deben pasar primero por los fuegos purificadores del purgatorio antes de alcanzar la gloria. Los mormones insisten en que los hombres y las mujeres vivirán juntos como maridos y mujeres, poblando sus propios planetas como dioses. El Corán promete a los hombres musulmanes una bonanza erótica después de la vida.

Cuando las malas preguntas son realmente malas

En su discusión con los saduceos en Marcos 12:18-27, Jesús nos ofrece una visión periscópica de la vida después de la muerte y nos enseña a vivir a la luz de la resurrección.

¿Quiénes son estos saduceos? Como dos malas hierbas gemelas, los fariseos y los saduceos surgieron durante el período intertestamental, unos 200 años antes de Cristo. Los saduceos eran una élite rica que, al igual que los deístas o los protestantes liberales de nuestros días, rechazaban lo sobrenatural. Lucas nos dice en Hechos 23:8 que negaban la resurrección, la existencia de los ángeles e incluso el alma humana. El historiador judío Josefo dijo que, de todo el Antiguo Testamento, los saduceos solo reconocían los cinco libros de Moisés y solo las enseñanzas éticas de esos libros.

En Marcos 12:18-27, Jesús nos ofrece una visión periscópica de la vida después de la muerte y nos enseña a vivir a la luz de la resurrección. / Foto: Jhon Montaña

Se dice que no hay preguntas malas. ¿De verdad? Se me ocurren algunas: “¿Alguna vez has pensado en ponerte ortodoncia?”, “¿De verdad vas a ponerte eso?”, “¿Por qué no te has casado todavía?”. Estas son preguntas malas. Verás, las preguntas buenas se hacen con la mano abierta y el oído atento, pero las malas se hacen con el puño cerrado, buscando herir.

La pregunta de los saduceos es mala porque nace de un corazón malicioso e incrédulo. Marcos lo deja claro: “Algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, se acercaron a Jesús, y le dijeron…” (Mr 12:18). Su animadversión se revela aún más en lo absurdo de su pregunta en Marcos 12:20-23:

Hubo siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin dejar descendencia. El segundo la tomó, y murió sin dejar descendencia; y asimismo el tercero; y así los siete, sin dejar descendencia. Y por último murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Pues los siete la tuvieron por mujer.

Dos hermanos habrían bastado. ¿Pero siete? Siete es ridículo. Podemos ver a estos siete hombres hipotéticos saliendo apretujados de su coche de payasos y peleándose por la misma chica con mazos de dibujos animados en el cielo. Los saduceos no vinieron a aprender de Jesús, vinieron a burlarse de Él con incredulidad.

El historiador judío Josefo dijo que, de todo el Antiguo Testamento, los saduceos solo reconocían los cinco libros de Moisés y solo las enseñanzas éticas de esos libros. / Foto: Jhon Montaña

¿Cómo respondió Jesús? Como un cardiólogo espiritual, Jesús diagnostica el corazón y expone los motivos maliciosos de los saduceos: “Jesús les dijo: ‘¿No es esta la razón por la que están ustedes equivocados: que no entienden las Escrituras ni el poder de Dios?’” (Marcos 12:24). Lo repite en el versículo 27: “ustedes están muy equivocados”.

No el Dios que era, sino el Dios que es

Mi hermano mayor, John, es médico. Un día, una paciente acudió a él con taquicardia, temblores, fiebre alta, respiración agitada y dificultad para hablar. Mientras la examinaba y le preguntaba por su estilo de vida, descubrió que llevaba años bebiendo un litro de enjuague bucal Listerine al día. “Bueno”, le pregunté, “¿qué le dijiste?”. John respondió: “Le dije la simple verdad: ‘Si no deja de hacerlo, morirá’”. A veces tenemos que decir cosas difíciles. En nuestro trato con compañeros de trabajo, compañeros de clase, amigos y familiares que no creen, debemos tener cuidado de no ofender aún más con un evangelio que ya es ofensivo. Pero nunca confundamos la negativa a decir la verdad difícil con amor. Debemos orar por la valentía y el amor para decir verdades difíciles con un corazón tierno, como Jesús, quien, en el instante siguiente, transportó a los saduceos a través de la historia humana hasta el día de la resurrección. Jesús hace esto para revelar un poco del misterio de la naturaleza glorificada de los redimidos resucitados: “Porque cuando ellos resuciten de entre los muertos, ni se casarán ni serán dados en matrimonio, sino que serán como los ángeles en los cielos” (Mr 12:25).

Debemos orar por la valentía y el amor para decir verdades difíciles con un corazón tierno. / Foto: Unsplash

Esto puede entristecer a los románticos. Lamentablemente, también puede ser un alivio para algunos. El “sí, quiero” no es para siempre. El matrimonio no es eterno. Más bien, es una bendición temporal concedida por Dios para la provisión, el placer, la protección y la propagación de la humanidad. Si bien la institución del matrimonio tiene una fecha de caducidad, el amor no la tiene. Así como Abraham, Isaac y Jacob se reunieron con su pueblo, las Escrituras nos dan razones para esperar que las relaciones forjadas entre los creyentes en la tierra se traduzcan en eternidad. Esto es lo que cantamos: “De la tristeza, el trabajo y el dolor, y del pecado seremos libres; y el amor perfecto y la amistad reinarán por toda la eternidad”. El amor imperfecto de nuestros matrimonios y otras relaciones se perfeccionará en la eternidad.

Jesús hace Su última apelación a partir de Éxodo 3, una parte de las Escrituras que los saduceos afirmaban aceptar. Se basa en uno de los episodios más conocidos del Antiguo Testamento, la llamada de Moisés en la zarza ardiente. Jesús destaca una característica muy interesante de este pasaje que quizá nunca hayas notado antes, a saber, el uso del tiempo presente en Éxodo 3:6. Jesús señala que la Escritura no dice “Yo era”, sino “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Aunque estos patriarcas llevaban mucho tiempo muertos, Dios seguía siendo su Dios. Aunque sus cuerpos se marchitaban en una cueva en Macpela, sus almas glorificadas florecían en el resplandor de la gloria de Dios. Tal como cantaba el salmista en el Salmo 116, sus almas habían sido liberadas de la muerte y caminaban ante el Señor en la tierra de los vivos. ¡Porque nuestro Dios no es Dios de muertos, sino de vivos!

Sobre Éx. 3:6, Jesús explica que Dios sigue siendo el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, aunque ellos hayan muerto. Dios es el Dios de los vivos, no de los muertos. / Foto: Lightstock

¿Para qué vives?

En la escuela dominical aprendí una canción que decía: “No quiero ser saduceo, porque son muy tristes, ya ves”. Hay una profunda verdad en estas sencillas líneas. Sospecho que los saduceos eran profundamente tristes, lo supieran o no. Lo que crees sobre el mañana determinará la forma en que vives hoy. Si crees en el olvido después de la muerte, vivirás para el olvido ahora. Pablo explicó: “Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima… Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos” (1Co 15:19, 32).

Hay otra canción, una canción pop, de hace unos años que describe el dolor y el ciclo de autotortura de vivir en la oscuridad del olvido en lugar de la luz de la vida eterna:

Ha salido el sol, estoy hecho un desastre
Tengo que salir ahora, tengo que huir de esto
Aquí viene la vergüenza, aquí viene la vergüenza
Uno, dos, tres, uno, dos, tres, bebe
Uno, dos, tres, uno, dos, tres, bebe
Uno, dos, tres, uno, dos, tres, bebe
Bébelos hasta que pierda la cuenta
Voy a colgarme del candelabro
De la lámpara de araña
Voy a vivir como si el mañana no existiera
Como si no existiera
Voy a volar como un pájaro a través de la noche
Siente mis lágrimas mientras se secan…

Lo que crees sobre el mañana determinará la forma en que vives hoy. / Foto: Lightstock

¿Qué hay más triste que la nada?

Cuando vivíamos en Hattiesburg, Misisipi, de vez en cuando asistíamos a servicios conmemorativos en la funeraria del centro. Era una casa antigua, de estilo victoriano, que se encontraba en mal estado, con yeso agrietado en las paredes y telarañas en las lámparas de araña. La bauticé como “La mansión encantada”.

En un funeral, mi querido amigo, el Dr. David Jussely, estaba predicando junto al ataúd de un miembro de la iglesia cuando, de repente, sonó una trompeta ensordecedora que hizo que mi corazón se estremeciera y la habitación temblara. La funeraria estaba situada a unos 50 metros de las vías del tren que atravesaban el centro de la ciudad. En ese momento, uno de esos trenes hizo sonar su silbato de vapor. David dejó de predicar y sonrió. Llevaba décadas como pastor allí y estaba acostumbrado a los trenes. Cuando la sirena se apagó y la sala volvió a quedar en silencio, David dijo: “Así será cuando Jesús regrese. Pero cuando suene su trompeta, los muertos resucitarán y se enfrentarán al juicio. ¿Estarán preparados para ese día? Solo pueden estar preparados para ese día si reconocen a Cristo como su salvador hoy mismo”.

Un día Cristo resucitará a los muertos, y vendrá el juicio final. Sólo estaremos preparados para ese momento, si confiamos en Él como Señor y Salvador / Foto: Envato Elements

¿Qué hay más triste que creer en el olvido después de la muerte? Morir esperando el olvido y despertar para encontrarse ante el tribunal del Dios vivo para ser “recompensado por sus hechos estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo” (2Co 5:10). El filósofo polaco Czesław Miłosz tenía razón cuando, refutando a Marx, dijo: “El verdadero opio de las masas es la creencia en la nada después de la muerte, el enorme consuelo de pensar que no seremos juzgados por nuestras traiciones, nuestra codicia, nuestra cobardía y nuestros asesinatos”. Qué triste es que alguien enfrente ese día sin estar preparado, cuando Jesús está listo, dispuesto a salvarlos, lleno de piedad, amor y poder hoy. Cristo aseguró esta salvación a través de Su vida sin pecado y Su muerte en la cruz, que borró el pecado. Lo que crees sobre el mañana determinará la forma en que vives hoy.

Lo que crees sobre el mañana determina cómo vives hoy

Cuando estudiaba en el seminario, el Dr. C. N. Wilborn nos llevó a un cementerio en Columbia, Carolina del Sur, hasta que llegamos a una verja de hierro forjado que rodeaba las tumbas de la familia Thornwell. James Henley Thornwell fue uno de los pastores de la Primera Iglesia Presbiteriana y un líder de la iglesia sureña. De pie frente a la lápida de la hija de Thornwell, Nannie, el Dr. Willborn nos contó la historia de cómo ella enfermó repentinamente y cómo, en la víspera de su boda, murió y fue enterrada con su vestido de novia. Luego, apartándose, nos pidió que leyéramos la lápida. Y grabadas en el mármol, debajo de su nombre, estaban estas palabras descoloridas: “Su muerte fue triunfante y gloriosa. Descendió a la tumba adornada como una novia para encontrarse con su esposo”.

Saber que la vida no termina con la muerte lo cambia todo. Cuando se ve a través del prisma de la eternidad, los triunfos de la vida se atenúan humildemente y las penas de la vida se irradian maravillosamente con la luz del cielo. Fue la esperanza de la vida después de la muerte lo que permitió a Abraham caminar en obediencia cuando Dios le llamó a sacrificar a Isaac, “consideró que Dios era poderoso para levantar aun de entre los muertos” (Heb 11:19). Fue esta certeza de la resurrección corporal la que animó el alma de Job en su dolor: “Porque yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha mi piel, Aun en mi carne veré a Dios” (Job 19:25-26). “por el gozo puesto delante de Él”, Jesús fue capaz de soportar la cruz, despreciando la vergüenza para salvarnos de nuestros pecados (Heb 12:2). Verás, lo que crees sobre el mañana determinará la forma en que vives hoy. Por lo tanto, vivamos a la luz de la resurrección para la gloria del Dios de los vivos. “Morir esperando el olvido… solo para despertar…”.


Publicado originalmente en Gospel Reformation Network.

Jim McCarthy

Jim McCarthy (Maestría en Divinidad, Seminario Teológico Presbiteriano de Greenville) es pastor de la Iglesia Presbiteriana Trinity (PCA) en Statesboro, Georgia. Está casado con Jordan y tienen cuatro hijos.

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