Hoy doy comienzo a una nueva serie de artículos que va a hacer la pregunta más simple: «¿Cuál es el propósito de…?». Aunque la pregunta es simple, la respuesta puede ser difícil e incluso controversial. Comenzaremos con el hogar: ¿Cuál es el propósito del matrimonio? ¿Cuál es el propósito del sexo? ¿Cuál es el propósito de los niños? Luego nos volveremos a la iglesia: ¿Cuál es el propósito de la iglesia y sus pastores? ¿Cuál es el propósito del Día del Señor y la Cena del Señor? ¿Cuál es el propósito de la adoración y el bautismo? Estas son preguntas que confunden a muchos fuera de la iglesia y a otro tanto dentro de ella. Vamos a abordar estas preguntas semana a semana, intentando eliminar cualquier mentira y tergiversación y sacar a la luz la verdad divina. Comenzamos con el matrimonio.
¿Cuál es el propósito del matrimonio?
¿Cuál es el propósito del matrimonio? Una breve búsqueda arroja un sinnúmero de respuestas que representan múltiples cosmovisiones. Estas respuestas revelan que la confusión no termina, pero la mayoría de las perspectivas se pueden resumir bajo dos categorías. La mirada más común en la cultura occidental es el matrimonio como contrato. Según esta mirada, el matrimonio es esencialmente un contrato entre dos individuos autónomos, el cual ellos usan como medio de realización o desarrollo personal. Quienes sostienen esta postura entienden el matrimonio como una institución humana creada para el beneficio mutuo de los que deciden entrar en ella. Dado que el ser humano inventó el matrimonio, este se mantiene vigente solo en la medida que los seres humanos la encuentren provechosa y deseable. Cuando ya no proporciona realización ni desarrollo personal —cuando se vuelve inconveniente, no se disfruta, o simplemente se pone difícil—, puede y debería ser disuelto fácilmente. Tal matrimonio solo «funciona» en la medida que beneficie a los dos individuos. Conviene señalar que la comprensión del matrimonio como un contrato conduce fácil e inevitablemente a la aceptación de formas alternativas de matrimonio, incluyendo las uniones del mismo sexo. Si el matrimonio es una institución humana que existe para el mutuo beneficio de los individuos, los humanos son libres para formar cualquier tipo de unión que parezca beneficiosa. De hecho, «el matrimonio igualitario» se vuelve nada menos que un derecho humano. Una institución creada por el ser humano siempre se puede expandir o reformar para acomodarse a los deseos de la humanidad. Una segunda mirada del matrimonio es el matrimonio como sacramento. Esta es la postura que dominó la cultura occidental mientras estuvo bajo el control de la Iglesia Católica Romana. Aunque la Reforma la obstruyó, sus vestigios permanecen incluso fuera del catolicismo. Según esta postura, el matrimonio es un sacramento bajo el control de la iglesia y, como todos los sacramentos, provee poder salvífico a quienes participan en él. Después de todo, según la iglesia, todos «los sacramentos son signos de gracia eficaces, instituidos por Cristo y confiados a la iglesia, por los cuales se nos dispensa vida divina». Aunque se dice que esta postura está fundada en la Escritura y los escritos de Agustín, en realidad se funda en un error de traducción de la Escritura y una tergiversación del padre de la iglesia. La postura del contrato y la postura del sacramento son atrayentes porque ambas contienen elementos de verdad. El matrimonio pretende proveer solaz mutuo al esposo y la esposa, como Salomón deja claro: «Goza de la vida con la mujer amada cada día de la vida sin sentido que Dios te ha dado en este mundo» (Eclesiastés 9:9), y: «¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud!» (Proverbios 5:18). J. R. Miller escribe: «La vida matrimonial… es el ideal de Dios mismo de plenitud. Fue cuando él vio que no era bueno que el hombre estuviera solo que hizo a la mujer y la trajo a él para suplir lo que faltaba. La intención divina, entonces, es que el matrimonio produzca felicidad, y que añada a la plenitud de la vida tanto del esposo como de la esposa; que ninguno pierda, sino que ambos ganen». Sin embargo, se espera que el solaz y la alegría sean el resultado del matrimonio, no su fundamento o esencia. Su ausencia en un matrimonio no justifica su disolución. Por otra parte, aunque el matrimonio no es un sacramento que dispense vida divina sobre el esposo y la esposa, es un medio por el cual Dios nos santifica y nos hace más como Jesús. Pablo escribe, además, que el matrimonio provee una salida legítima para el deseo sexual y, de esa forma, nos guarda del pecado sexual: «Pero, en vista de tanta inmoralidad, cada hombre debe tener su propia esposa, y cada mujer su propio esposo» (1 Corintios 7:2). A partir de ahí, Gary Thomas plantea la pregunta: «Qué tal si Dios diseñó el matrimonio para hacernos santos más que para hacernos felices?». No obstante, aun algo tan bueno y noble como la santidad no es el propósito primordial del matrimonio.
¿Qué dice la Biblia acerca del matrimonio?
Aunque el matrimonio provee muchos beneficios extraordinarios, incluyendo el consuelo mutuo, descendencia piadosa, satisfacción sexual, y un medio de evitar el pecado sexual, estos no son su propósito superior. El matrimonio no es una institución humana primordialmente para el beneficio del ser humano, sino más bien una institución divina primordialmente para la gloria de Dios. El propósito superior del matrimonio es manifestar al mundo el amor sacrificial de Cristo por su novia, la iglesia. Así es como Pablo enseña esto: «“Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo”. Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia» (Efesios 5:31-32). Antes que Dios uniera a Adán y Eva en el primer matrimonio, ya tenía otra cosa en mente. Antes de unir el primer marido a la primera mujer, ya estaba pensando lo que en el futuro ese matrimonio y cada matrimonio siguiente iban a retratar: la relación de Jesucristo y su iglesia. Cada matrimonio tiene el propósito de mostrar la verdad acerca del amor de Dios por su pueblo, un amor que cumple su pacto. En este retrato, el esposo es una muestra de Jesucristo quien corteja a su novia, la guía, la cuida, y está íntimamente unido a ella; la esposa es una muestra de la iglesia que es atraída por Cristo, lo sigue alegremente, se une a su vida y obra, y está íntimamente unida a él. El matrimonio nos brinda una vívida imagen del tipo de amor que Dios tiene por su pueblo y el tipo de amor que su pueblo tiene por él. Nos da un lenguaje para que lo usemos para entender y describir algo tan bello, tan maravilloso. Como escribe Tim Savage: «Nos casamos, no primordialmente para nuestro propio beneficio y placer, no principalmente por el consuelo del afecto mutuo, ni en ultima instancia por el gozo de tener y criar hijos. Nos casamos porque en una obra de gloria sin par el Señor construyó esta unión. Nos casamos por causa de su gloria».
Conclusión
¿Cuál es el propósito del matrimonio? Se proponen muchas respuestas, pero estas se dividen esencialmente por esta pregunta clave: ¿el matrimonio es una institución creada por el hombre o por Dios? Gary Thomas dice: «La pregunta clave es esta: ¿vamos a abordar el matrimonio desde una mirada centrada en Dios o una mirada centrada en el hombre? En una mirada centrada en el hombre, mantendremos nuestro matrimonio en la medida que se satisfagan nuestras comodidades, deseos y expectativas terrenales. En una mirada centrada en Dios, preservamos nuestro matrimonio porque le da gloria a Dios y le señala a un mundo pecaminoso hacia un Creador reconciliador». Una vez que reconocemos que Dios creó el matrimonio, examinamos la Escritura para asegurarnos cuidadosa y fielmente que entendemos por qué lo creó Dios. Allí descubrimos que Dios pretende que el matrimonio sea una unión de por vida entre un hombre y una mujer que manifiesta la gloria de Dios en el evangelio.