Con enorme gozo observo como en estos días en nuestra América Latina, el Señor ha permitido que se haga apologética de forma muy seria; pues sé qué hay muchas personas sobretodo jóvenes, que siendo parte del Cuerpo de Cristo batallan con su fe. Esto lo digo con total conocimiento de causa, pues después de haber conocido a Cristo, hubo momentos en mi vida en los cuales cuestionamientos acerca de mi fe me golpearon una y otra vez. La duda sobre la realidad de la existencia de Dios fue el motivo de «miles» de mis pensamientos y diálogos internos. La situación empeoraba cuando nadie en mi entorno (iglesia) podía dar respuesta a mis preguntas, siendo: «todo es por fe» las palabras que de amados y bien intencionados hermanos solía escuchar. Por lo anterior, y sin duda alguna, por la gracia de Dios que me mantuvo junto a Él a pesar de mis confusas meditaciones, comencé a estudiar apologética, siendo un tema que aún estudio con mucha pasión. Por lo ya expuesto, quiero compartir algunos pensamientos, quizás consejos, sobre la defensa de la fe que todo cristiano debe tener siempre presente.
Dar defensa de la fe
La base bíblica clásica que insta a los creyentes a dar defensa de su fe se encuentra en 1 Pedro 3:15 “sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia;” 1 Pedro 3:15 Este texto muestra como nuestro Dios manda que Sus hijos puedan exponer ante otros la razón de la esperanza con la cual viven, y aunque no todos puedan por distintas razones dedicarse a un estudio profundo de la apologética, si es posible que todos conozcan los elementos básicos que muestran que la fe tiene total y completa certeza lógica, filosófica, histórica y científica. Por lo que el primer consejo es la búsqueda de fuentes dignas de confianza en temas de la fe, no es el objetivo de este artículo dar una ponencia apologética, por lo que en otro escrito podría ahondar en el tema. Lo que si quiero dejar en la mente de todos, es que podemos y debemos aprender como mostrar la realidad del cristianismo; esto se puede hacer desde niveles básicos hasta muy profundos.
Origen de la apologética
Volviendo a 1 Pedro 3:15, se ve como la primera parte dice: sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones. Todo cristiano debe vivir entendiendo que Cristo es el Señor de su vida, que todo deleite debe estar en el Salvador, es por ello que embarcarse en la apologética significa también dejarse amar y llegar a amar profundamente a Cristo. Si el estudio de la apologética no lleva a maravillarse en el Señor, quizás algo se está haciendo mal, conocer más y más a Cristo debe ser la motivación de todo pensamiento y acción, si el estudio de la defensa de la fe no está sentando a Jesús en el trono del corazón en verdad, el tiempo no se está aprovechando al máximo. Como ya habrás deducido, mi segundo consejo es que Jesucristo y el conocimiento de Él, el deseo de vivir apasionados por Él, debe ser la ignición y combustible de la marcha en el estudio básico o profundo de la apologética.
Fin de la apologética
Si Cristo debe ser el inicio del estudio apologético, Él también debe ser el fin u objetivo de este. ¿Es posible aprender mucho y nunca ver a Cristo? Claro que sí, se puede llenar la mente con los escritos de los padres apologistas de los primeros siglos de la Iglesia como Justino, Taciano o Melitón, o saber de memoria los argumentos de Agustín de Hipona contra el pelagianismo, o como la Iglesia mostró lo errado del montanismo, arrianismo, nestorianismo o monofisísmo, quizás hasta exponer el argumento ontológico de Anselmo de Canterbury, hasta conocer las obras de contemporáneos como Turek, Zacharias, White, Lane Craig, Lennox, Ken Ham, etc., pero aún así no conocer a Cristo. Y si quien estudia apologética no conoce a Cristo y Su hermosura, por simple deducción lógica, tampoco será capaz de mostrarlo a los demás. Sin temor a equivocarme, todos estamos claros que es el Espíritu Santo quien convence de pecado y lleva a Cristo al pecador, Él lo puede hacer de distintas formas, una de ellas es usando los argumentos del apologista, pero si los pensamientos y palabras del defensor de la fe no tienen a Cristo, quizás no sea de utilidad a la causa del Señor. Aunque nuestro Dios es poderoso y puede hacer milagros a pesar del pecado humano. De este modo, mi tercer consejo es que el estudio de la apologética debe tener como meta suprema que los oyentes o lectores del apologista vean a Cristo.
La actitud en la apologética
De nuevo, al ver 1 Pedro 3:15, en su parte final se dice: pero hacedlo con mansedumbre y reverencia. Una vez entendido que Cristo debe ser el rey en el corazón del apologista, así mismo que Él es el origen y fin supremo del estudio y enseñanza apologética, cumpliendo de este modo el mandato de estar preparados ante cualquiera que pida razón de la esperanza que el cristiano tiene, la Palabra dicta la actitud correcta en esta labor: mansedumbre y reverencia. Es frecuente que al estudiar la apologética el corazón se llene de orgullo, y se busque por todos los medios posibles estar en alguna discusión que permita argumentar y demostrar cuanto se sabe del cristianismo, cuidado, cuando se hace esto es posible salir avergonzado y con más dudas que certezas. Mi cuarto consejo es que al estudiar y exponer la apologética, se debe hacer con amor hacia los demás, no importa si la otra personas está llena de odio y es ofensiva, debemos recordar que se es embajador de Cristo, y si la apologética ha llevado a apreciarlo más, entonces las emociones, pensamientos y acciones deben glorificarle. Muchas veces la actitud cristiana tocará más corazones que el conocimiento.
Recordatorio
Cristo debe ser el centro de la apologética, cuando no se vive bajo esta realidad es necesario pensar en el estado de nuestro corazón.