A lo largo de nuestra vida, en ocasiones, nos encontramos descontentas por un sinnúmero de cosas que pueden estar sucediendo. Desde las que nos parecen insignificantes, hasta las que son de mucho significado. Por ejemplo: hace mucho frio, hace mucho calor, me duele aquí, me duela allá, quiero el café más caliente, quiero el café mas frio, los niños gritan, todos quieren comer algo diferente, se daña la lavadora, hijos descarriados, guerras, inflación, divorcios, enfermedades, terremotos, inundaciones etc. Hay tantas cosas grandes y pequeñas que se escapan de nuestro control, que hacen que a nuestro corazón le falte el contentamiento.
Un mundo caído por el pecado
No deberíamos sorprendernos por todas las cosas que ocurren en este lado de la gloria, dado que estamos en un mundo imperfecto, lleno de pecado; así que no deberíamos tener corazones descontentos porque en el aquí y en el ahora no existe la perfección. Nada en este mundo puede darnos la seguridad de que no viviremos situaciones imprevistas que nos pueden sorprenden en cualquier momento de nuestra vida. Por eso pensar que tendremos la familia perfecta, la iglesia perfecta, etc., etc., no es vivir la realidad.
Nuestra esperanza para el contentamente
A través de las Escrituras podemos ver todas las situaciones que vivieron hombres y mujeres después de la caída de Adán y Eva en Génesis 3. Pero también tenemos la gran bendición que, desde Genesis, la Palabra nos muestra en quién debemos confiar y experimentar contentamiento en medio del dolor y no perder el gozo, se llama Jesucristo. En sus palabras podemos ver cómo nos exhorta: Les he dicho todo lo anterior para que en mi tengan paz. Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo (Juan 16:33 NTV). No podemos fijar nuestra mirada en el aquí y en el ahora, nuestra mirada debe estar fija en lo eterno y donde pasaremos la eternidad. Mientras vivamos aquí tenemos la bendición de que, si nos hemos arrepentido de nuestros pecados y hemos reconocido a Cristo como nuestro Señor y Salvador, y que en nosotros mora el Espíritu Santo quien es nuestro intercesor, eso debe producir en nosotros gozo y paz en medio de cualquier tormenta. De la misma manera, también e Espíritu nos ayuda a nuestra debilidad. No sabemos cómo orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles (Romanos 8:26 (NBLA). Pudiéramos hacernos estas preguntas: ¿Estamos animándonos con las palabras de Jesús? ¿Descansamos en que el Espíritu que mora en nosotros, está intercediendo en todo tiempo aún en los momentos oscuros de nuestra vida?
¿Qué debemos hacer ante un corazón descontento?
Primeramente, guardar nuestro corazón ya que él es engañoso. Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida (Proverbios 4:23 (NBLA). El Señor nos manda a que cuidemos nuestro corazón de todas aquellas cosas que nos pueden llevar a vivir con un corazón descontento, nuestro corazón debe ser nutrido con lo bueno que encontramos en la Palabra y en la confianza en las promesas del Señor. El mundo nos trata de absorber como una esponja y contaminarnos con las ansiedades propias de un mundo caído, pero Pablo nos advierte: Y no se adapten a este mundo, sino transformen mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cual es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto (Romanos 12:2). Mi oración, mi querida hermana es por ti y porque en medio del sufrimiento y en aquellos cosas diarias de la vida podamos ser mujeres que glorifiquemos el nombre del Señor con un corazón rebosado de contentamiento, esperando con ansias nuestra entrada triunfal en la eternidad. Recordemos las Palabras de Pablo en Filipenses 4:12-13: Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad. En todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.