Con los pies plantados en el aire: relativismo y el argumento moral

Haz alguna vez sido parte de una conversación donde los participantes han tomado una posición de relativismo moral? ¿Cómo te has manejado en tal situación? 
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Diariamente se toman decisiones —de vida o muerte— en referencia a nuestros conceptos de bondad y maldad en los tribunales de todo el mundo. La mayoría de la gente percibe que algo está bien o mal como una “corazonada” pero cuando se les pide que expliquen el origen de la moralidad frecuentemente se refieren a experiencias personales, la sociedad, o simplemente fallan en proveer una base lógica para su sistema moral. Consecuentemente la moralidad es tomada como una construcción humana, relativa a cada persona, y sujeta a cambios. Esto es comúnmente llamado relativismomoral. Pero como veremos, el relativismo moral es insostenible y se auto-refuta.  Si la moralidad se fundamenta en la sociedad o en individuos, entonces se torna imposible condenar, por ejemplo, la proclamación de los edictos de Núremberg que privaron a los judíos de su ciudadanía y les dio el estatus de “sujetos”; el abuso de judíos —niños, mujeres y ancianos— a condiciones inhumanas y frecuentemente obligados a participar en trabajos forzados hasta morir en campos de concentración y ultimadamente el genocidio metódico de seis millones de ellos. Si la moralidad es relativa, entonces solo nos queda expresar una opinión acerca de estas atrocidades, y la opinión de Hitler —o la opinión del régimen Nazi en conjunto— se vuelve simplemente una cuestión de gusto o desacuerdo al igual que nuestra propia opinión.  Afortunadamente, la mayoría de la gente está de acuerdo en que las acciones de Hitler fueron inmorales, pero la cuestión del origen de la moralidad no se puede decidir por decreto, sino que requiere una explicación objetiva. Analicemos algunas opciones que se han postulado en un esfuerzo de explicar el origen de la moralidad: 

  1. La moralidad se define como aquello que contribuye al florecimiento de la sociedad. Si este es el caso, entonces el avance de la evolución humana por medio de la sobrevivencia de los organismos mejor adaptados resultaría en el máximo beneficio para la sociedad. Esta ideología —de donde nace el Darwinismo social— se conforma perfectamente con las ideas nazis del tercer Reich y puede ser utilizada para justificar genocidios masivos por medio de la eliminación sistemática de los elementos más débiles de la sociedad; un tipo de aceleración o ayuda artificial al proceso de selección natural. 
  2. La moralidad es definida por cada individuo. Pero aquí, de nuevo, la moralidad simplemente se reduce a una mera opinión y cualquier desacuerdo debe decidirse por la mayoría. Este método es también inadecuado para determinar si las atrocidades de los alemanes nazis fueron inmorales porque la opinión de Hitler sería tan válida como la de cualquier otro. Después de todo, Hitler tenía el apoyo de la mayoría de los ciudadanos alemanes y del parlamento alemán (Hitler fue elegido democráticamente). 
  3. La moralidad simplemente existe como una verdad metafísica necesaria. En esta posición, la moralidad es un concepto abstracto que existe como una verdad metafísica necesaria como la lógica, los números, o las matemáticas. Pero el juicio de valor de la moralidad sigue siendo una cuestión de opinión ya que no existe una regla o inferencia lógica que nos diga que matar judíos es inmoral de la misma manera que 2+2=4. 
  4. La moralidad es definida por Dios. Cualquier cosa que Dios ordene es buena. Pero bajo este concepto, “bueno” y “malo” se convierten en mandatos arbitrarios dictados por Dios. ¿Qué tal si Dios ordenase torturar bebés por diversión? ¿Sería tal mandato bueno solamente porque Dios lo ordena? ¡Claro que no! Una punta opuesta de este dilema vería a la moralidad como algo que existe fuera de Dios, de tal forma que Dios se encuentra restringido a ordenar solamente aquellas órdenes que sean buenas (haciendo de la moralidad algo externo a la naturaleza de Dios. Dios cesaría de ser el dador de la ley para convertirse en un mero transmisor de la ley).1  

Desafortunadamente, ninguna de estas opciones nos permite condenar las mayores atrocidades en la historia de la humanidad: no podemos decir realmente que el holocausto, la esclavitud o la opresión a la mujer fue objetivamente perverso.  Bajo el relativismo moral, cualquier intento de mejora moral no tiene sentido porque no hay una regla estándar de medida para comparar los diferentes actos y sistemas morales.  ¿Cuál sería entonces la base para afirmar objetivamente que el holocausto fue objetivamente perverso? ¿O que torturar bebés por diversión es moralmente torcido? De manera claramente objetiva, nuestra experiencia moral nos dicta que hay verdaderamente valores y deberes morales objetivos.  Que robar y asesinar están mal independientemente de lo que piensen individuos y sociedades y en ese sentido, aunque los nazis hubiesen ganado la guerra y hubieran aniquilado o convencido al resto del mundo de que lo que hicieron tuvo una buena justificación, seria aun objetivamente incorrecto y perverso. El hecho de que nuestra experiencia moral apunta hacia una moral objetiva (no confundir con ontología moral) indica que la moralidad debe estar fundamentada en algo más allá de la sociedad o de los individuos y de hecho apunta hacia la existencia de Dios; porque si Dios no existe entonces los humanos son simplemente bolsas gigantes de químicos en movimiento en una licuadora cósmica de átomos.  Es imposible deducir, a partir de químicos, que matar a un bebé por diversión es perverso. Esto toca el núcleo del argumento moral a favor de la existencia de Dios: 

  1. Si Dios no existe, los valores y deberes morales objetivos no existen. 
  2. Los valores morales objetivos sí existen. 
  3. Por lo tanto, Dios existe. 

Este argumento es lógicamente valido y si las premisas 1 y 2 son verdad, entonces la conclusión (3) se deriva necesariamente. Más aún, el hecho de que nuestra experiencia moral fuertemente testifica que la moralidad objetiva existe, combinada con la deficiencia que tienen los químicos, las sociedades, y los individuos a explicar tal experiencia indica que hay en cada persona una moralidad implantada que es reflejo de la buena naturaleza de Dios, a pesar de que esta experiencia sea difícil de explicar o definir. “Bueno” y “malo” no son mandatos que Dios dicta caprichosamente o que existen independientemente, sino que la bondad es parte de la naturaleza intrínseca de Dios y el estándar absoluto de moralidad y justicia.  Esta es la razón por la que C. S. Lewis abandonó el ateísmo y escribió posteriormente:  “Mi argumento en contra de Dios era que el universo parecía tan cruel e injusto. ¿Pero de donde había sacado yo esta idea de justo e injusto? Un hombre no le llama a una línea ‘torcida’ al menos que tenga alguna idea de lo que es una línea ‘recta’. ¿Con que estaba yo comparando este universo cuando le llamaba injusto?”2  Llevado hasta sus últimas consecuencias, el relativista moral afirma que debemos de “tolerar” a todos los demás sistemas morales pues también son válidos. Pero esta es una posición que se auto-refuta y moralmente indefendible porque si tenemos dos sistemas morales en conflicto (supongamos que una cultura juzga que la discriminación a la mujer merece tiempo en la cárcel mientras que otra afirma que la mujer no tiene mucho más valor que el ganado); ¿Qué versión de moralidad utilizaríamos para resolver el conflicto? La misma creencia del relativista le prohíbe el juzgar a otro sistema moral, sino que debe “tolerarlo”. No puede culpar a otra cultura. Esta posición falla su propia prueba de aplicación y vence el propósito inicial que buscaba promover terminando en un nudo gordiano moral. El estandarte de la “tolerancia” se convierte en una excusa para aceptar todo tipo de inmoralidad e indirectamente ¡promueve la inmoralidad! Ahora, si la “tolerancia” es un valor moral absoluto que el relativista quiera forzar a los demás, entonces los valores morales objetivos existen (Dios existe) y el relativismo cae sobre su propia espada auto refutándose. De cualquier forma el relativismo falla y la moralidad apunta a la existencia de Dios.  Haz alguna vez sido parte de una conversación donde los participantes han tomado una posición de relativismo moral? ¿Cómo te has manejado en tal situación?  Artículo original de Cross-Examined 1. C. S. Lewis, Mere Christianity (New York, NY: Harper Collins, 2009), 38. 

Chris Du-Pond

Chris Du-Pond es Ingeniero en Sistemas Computacionales graduado del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, especialista en Bases de Datos relacionales.

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