«Mas respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres. » (Hhc. 5: 29) No es fácil saber cómo vivir cuando los días son malos. Sin duda, la mayor parte del tiempo los cristianos debemos afrontar nuestra situación tal como se presenta. En esto, Dios nos enseña mucho: no somos soberanos, ni tenemos el control, y debemos aprender la piedad bajo un yugo. Sin embargo, hay un momento en que, como dice Hechos 5, debemos obedecer a Dios antes que a los hombres. Ninguna autoridad, aparte de la de Dios, es absoluta. Los hombres son pecadores y los gobiernos pueden ser corruptos y gobernar con maldad en diferentes grados. Si obedecer significa pecar, entonces no debemos obedecer. Esto incluye someterse al abuso. Como el CBMW (Concejo para la Masculinidad y Femineidad Bíblicas, por sus siglas en inglés) ha declarado, «El abuso no es sólo un pecado sino también un crimen. Es destructivo y malo. El abuso es un sello del diablo y está en oposición directa a los propósitos de Dios». Esto significa que si lo que el Estado ordena nos pide que pequemos activamente o es un abuso abierto de los seres humanos y de los derechos humanos básicos legales, aunque sea en nombre de la justicia o del amor, puede ser correcto resistirse. Aceptarlo podría significar que estamos afirmando pasivamente su inmoralidad. Sin embargo, para ayudarnos a decidir cuándo es correcto resistir al gobierno y cómo debemos hacerlo, necesitamos saber varias cosas.
Conocer la relación entre la Iglesia y el Estado
Jesús es el Señor de ambos. Él designa al gobierno y ordena a las autoridades para la ley y el orden. Pero este no tiene derecho a coaccionar la conciencia ni a restringir o prohibir lo que la Biblia dice que es bueno y necesario. Por lo tanto, hay una separación, pero con cierta superposición. Un día toda rodilla se doblará ante Jesús (Fil. 2: 10-11), pero hasta entonces habrá algún conflicto entre la Iglesia y el Estado. Los cristianos están llamados a ser sal y luz (MT. 5:13-16). La sal se distingue por su salinidad, que no debe perderse. Pero también tiene un efecto conservante sobre todo lo que toca. Del mismo modo, la luz es distinta a las tinieblas, pero la luz penetra en las tinieblas. Esto capta la distinción y separación que tiene la iglesia con respecto al estado y la cultura. Esa separación tiene que ver con la autoridad (con alguna coincidencia como la anterior). Pero también, la separación tiene que ver con la santidad. Sin embargo, esta separación no debe conducir a la desvinculación. De hecho, debe haber un compromiso con la sociedad y con las estructuras de autoridad de Dios dentro de ella para ser una influencia para el bien. Esto significa que los cristianos deben condenar abiertamente el mal. La sal «muerde», como dijo Martín Lutero. Dios ordenó el Estado y la familia como instituciones sociales para frenar el mal y promover el bien. Deben ser preservadas, pero para actuar con rectitud, y donde eso falte, los cristianos deben abordarlo, como una especie de desinfectante moral. Sin embargo, el mandato de la Iglesia es predicar el evangelio y hacer discípulos de todas las naciones. Este mandato no es principalmente la transformación social. Por lo tanto, los cristianos deben asegurarse siempre de ser testigos fieles del Evangelio en ámbitos ajenos a la iglesia local. Conocer el aspecto sutil de la tiranía No debemos confundirnos al darnos cuenta de la guerra espiritual en la que nos encontramos (Ef. 6:10-20). Debemos estar atentos al hecho de que los que no están a favor de Cristo están en contra de Él (Mt. 12:30) y el mundo odiará a los cristianos porque primero odiaron a Jesús (Jn, 15:18). Seremos perseguidos por causa de Su nombre (Mt. 5: 10) y por ello sufriremos, a veces bajo gobiernos malvados. A veces el estado es obviamente malvado y opresivo como hemos visto en países dentro de África y en Corea del Norte por ejemplo. Sabemos que las personas caídas son pecadoras y algunas están maquinando y planificando grandes maldades al interior de los gobiernos. También tenemos que reconocer cómo es la tiranía sutil. (Ver la propaganda sutil de la segunda bestia en Apocalipsis 13). A menudo se hace en nombre del amor, pero es un vehículo para destruir la familia nuclear y la iglesia (como la agenda radical LGBTQ/feminista/BLM [1]). A nivel de fundamentos, está pisoteando la gloria de Dios y destruyendo la idea de lo que significa ser humano. Todo esto cuestiona el orden de la creación en las Escrituras: lo que significa ser portadores de una imagen, hombre y mujer, la institución del matrimonio entre un hombre y una mujer y el sexo sólo dentro de ese pacto, el fruto de los bebés, el fundamento social de las familias, la autoridad de los padres y el gobierno patriarcal en el hogar, y la santidad de la vida. La iglesia debe ser un bastión de la verdad en estas cuestiones del orden de la creación.
Conocer nuestros derechos
Debemos conocer nuestros derechos para dejarlos de lado por el bien mayor, como Pablo (1 Cor. 9) y Jesús (Fil. 2). Pero también debemos conocer nuestros derechos legales para poder invocarlos para un bien mayor: como Pablo haciendo valer su ciudadanía romana que obligó a una disculpa del gobierno por un castigo injusto (Hch. 16: 37- 38) y en otra ocasión donde con la misma acción evitó un castigo injusto del gobierno (Hch. 22: 25- 28). Además, debemos conocer nuestro derecho a apelar al gobierno e incluso que podamos hablar la verdad al poder. Daniel y Juan el Bautista muestran el camino en cuanto a hablar la verdad en el ámbito público. También debemos apelar respetuosamente y, sin embargo, con fuerza, escribiendo a los gobernantes y pidiéndoles una demostración de su justificación en la acción que están llevando a cabo. La «doctrina de los magistrados menores»[2] ofrece cierta estructura y orientación sobre cómo puede funcionar este tipo de resistencia.
Conocer los tiempos (1 Crón. 12:32)
Hace años, había mucha menos información disponible; la gente tenía que aceptar lo que le decían y confiar en las autoridades y los expertos. Ahora, tenemos el internet, a través del cual tenemos acceso a información, tanto verdadera como falsa. Las teorías abundan e Internet las alimenta. El atractivo de las diversas teorías y de los expertos autoproclamados en las redes sociales es que hay algo de verdad en ellas que puede parecer que da sentido a las cosas. Esto atrae a las mentes curiosas que quieren tener un control de todo (no es que toda la curiosidad sea algo malo, pero las cosas secretas pertenecen al Señor, véase Deut. 29:29). Esto ha aumentado en cierta medida el malestar y la desconfianza en el gobierno.
Conocernos a nosotros mismos
Somos una generación bastante impaciente, no se nos da bien esperar y aguantar. La restricción no está tan presente en nuestro vocabulario occidental. Hemos conocido la gran libertad y la gratificación rápida, y por eso, como Veruca Salt [3] de “Charlie y la Fábrica de Chocolate”, cantamos ¡Lo quiero ya! También estamos en contra de la autoridad de manera significativa. En el hogar, la iglesia y la sociedad. Vivimos en una época de autodefinición en la que rige el subjetivismo y la mentalidad de las necesidades “sentidas”. Una sociedad en la que los que deberían asumir el liderazgo no lo hacen y los que deberían estar bajo la autoridad, no lo hacen. Además, debemos reconocer nuestras particulares propensiones pecaminosas a estas cosas. Los individuos deben preguntarse: ¿son el orgullo de la impaciencia, la ira y la ansiedad, actitudes y emociones con las que lucho particularmente?
Saber que necesitamos tanto la sabiduría como la prudencia
De hecho, viven juntas (Pro. 8:12). La sabiduría se esfuerza por alcanzar los fines más elevados. Conoce el meollo del asunto y su objetivo. La prudencia dirige los medios más eficaces para llegar a ese fin. La prudencia nos impide juzgar y actuar precipitadamente (como Jesús en Juan 2:24-25). La prudencia evita el peligro prematuro (como Jesús, que se esconde de los fariseos cuando conoce sus planes en Mateo 12:15). La prudencia también evita que nos ofendamos innecesariamente (como Jesús al dar lo que se debe al César en Marcos 12:17), o como las instrucciones de Pedro de honrar a todas las personas y respetar a los que tienen cargos sobre nosotros (1 Pd. 2:17)). Las acciones de Daniel en el libro del Antiguo Testamento son un modelo para nosotros de cómo relacionarnos sabia y prudentemente con un gobernante tirano. Mantener estas seis verdades ante nosotros no hará que todas las dificultades se desvanezcan en el aire. Pero recordar la sabiduría bíblica nos ayudará a mantenernos en el camino estrecho en tiempos impíos, cuando sintamos palpablemente que las fuerzas de las tinieblas tratan de apartarnos de Dios. No nos dejemos arrastrar; conozcamos la verdad, y aferrémonos a Cristo, y soportémoslo todo para ganarlo todo. Gavin es uno de los pastores de la iglesia Calvary Grace Church, en Calgary y es el Director de Alcance Internacional del Concejo de Masculinidad y Femineidad Bíblicas. [1] BLM: Black Lives Matters [2] La doctrina de los magistrados menores declara que cuando la autoridad civil superior o superior hace una ley o decreto injusto/immoral, la autoridad civil menor o de menor rango tiene tanto el derecho como el deber de negarse a obedecer a esa autoridad superior. Si es necesario, la autoridad inferior puede incluso resistir activamente a la autoridad superior. [3] Veruca Salt es uno de los personajes del film “Charly y la fábrica de chocolates. Una niña caprichosa y engreída.