Durante esta pandemia, muchas personas están luchando con la ansiedad, soledad o depresión – a veces una mezcla de las tres ¿Cómo podemos ayudar? Pide a Dios ayuda. En la economía de Dios, los ayudadores siempre necesitan ayuda, porque cada pastor es también una oveja. Una cubeta sin cuerda, es como un pastor sin oración, no podrá ofrecer agua por mucho tiempo. Así que debemos pedir purificación, misericordia y palabras de sabiduría (Mt. 6:12; Ef. 4:29; Heb. 4:16. Stgo. 1:5). Dios mantendrá abiertas las llaves de Su canal de gracia y tendremos lo que necesitamos para ayudar a otros (Stgo. 4:6). Apunta al corazón. “Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre,y el hombre de entendimiento lo sacará.” (Pro. 20:5). Para lograrlo considera dos tipos de preguntas. Las primeras se comparar con esquiar en el agua, porque te mantienen en la superficie pero cubren mucha área: ¿Cómo estás? ¿Hace cuánto te sientes así? ¿Cómo estás durmiendo y comiendo? ¿Estás haciendo ejercicio? Las otras son como bucear, porque vas dentro y exploras un área a profundidad: ¿Cuándo te sientes más ansioso? ¿Qué tan intenso es? ¿Qué detona la ansiedad? Juntos, esquiar y bucear, te permitirán conocer las dimensiones y profundidades de la lucha de tu amigo. Mientras tanto, para tu amigo en dolor, el hecho de compartir tiempo con otro creyente que tiene interés de cuidar, transferirá parte de su carga a otra parte del cuerpo de Cristo, como cambiar la pierna de apoyo cuando has estado parado por mucho tiempo. Normaliza la lucha. Ansiedad, soledad y depresión rápidamente se vuelven sobre-abrumadoras, como si no hubiera una salida. Un amigo sabio normalizará la lucha sin minimizar el dolor. “ No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres” Pablo dice, normalizando nuestras luchas. Pero él no minimiza el desafío. Tenemos la necesidad de “una vía de escape” para que podamos “soportar” mediante el poder de Dios (1 Cor. 10:13). Comparte esperanza. “La esperanza que se demora enferma el corazón,pero el deseo cumplido es árbol de vida.” (Pro. 13:12). Nadie soporta o crece sin esperanza. Aquí hay aliento. Cuando estamos ansiosos, Dios está en control; en debilidad, Dios es fuerte; en soledad, Dios está presente; cuando la vida es dura, Dios permanece bueno. Al mismo tiempo, las palabras de esperanza sin ayuda práctica puede ser como nubes sin lluvia sobre campos secos. Incluso las mejores promesas del evangelio se convierten en clichés cuando son compartidas pobremente. Así que ofrece ayuda balanceada. Sal a caminar, desarrolla una rutina. Júntate con un compañero de oración. Encuentra un salmo para repetirlo en oración. Escribe en un diario tus reflexiones en la Escritura. Escucha música que sea rica en el evangelio. Por último, ayuda a las personas a vivir un día a la vez, buscando a Dios por maná cada mañana y misericordias como el rocío. Al final del día, el ministerio no es como cortar el pasto. No puedes pararte en el porche de tu casa después de una hora de estar trabajando y mirar al trabajo ya terminado con satisfacción plena. Por el contrario, nosotros descansamos en lo que Cristo ya ha hecho por nosotros y nuestras iglesias y lo que Su Espíritu nos promete para terminar. La gran respuesta a la soledad, ansiedad o depresión no es una píldora o programa o incluso un pastor. Es Dios en tres personas: el Padre, quien le importamos tanto como para llevar el peso completo de nuestras ansiedades (1 Pd. 5:7); Su Hijo, listo con misericordias oportunas cada momento de nuestra necesidad (Heb. 4:14-16); y Su Espíritu, quien camina con nosotros paso a paso, convirtiendo el baldío de una mente preocupada en un huerto de fruto espiritual (Gál. 5:22-23).